Cap 45. No llores sobre leche derramada.

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Y tú siempre dices que soy
Un alma del averno
Tendré que darte la razón
Quizá sea cierto.

Eileen Snape y Neville Longbottom tomaron el siguiente traslador que los dejó en el centro de Londres. Eileen estuvo cerca de tentar a su novio a que se tomaran un respiro y pasearan por el Londres muggle, pero esta vez no se dejó convencer. Le prometió que tendrían toda la vida para hacer lo que ella quisiera, pero hasta entonces, Eileen tenía que volver a la escuela cuánto antes. Se aparecieron en la puerta del castillo sin más demora.

Eileen contempló aquella mole de piedra que tanto había amado en el pasado y que ahora se le antojaba sombría. Se sintió triste y suspiró apesadumbrada. No quería estar allí, no quería volver al colegio a estar rodeada de hijos de puta, deseaba darse la vuelta por dónde había venido y largarse de allí con Neville.

Pero comenzaba a comprender que la vida adulta conllevaba ese tipo de cosas, no siempre se podía hacer lo que se quería, sino lo que se debía.

Tendría que ignorar esa presión en el pecho y hacer de tripas corazón. Podría concentrarse en lo bueno y desechar todo lo demás. Se moría de ganas de ver a su amigo James y contarle todo lo que había logrado. Tenía ganas de ver a sus amigos tejones, tenía ganas de cuidar el jardín de Neville.

Pero todo lo demás pesaba demasiado. Aún tenía a todo el colegio burlándose de su historia con el profesor y de James por su condición sexual.

Y le quedaba afrontar una conversación pendiente con su padre... la última vez que habían hablado, él había estado a punto de abofetearla para después ignorarla cuándo había acudido a hablar con él.

-Tranquila.- dijo Longbottom percibiendo su zozobra interior mientras abría la reja de la puerta.- Yo entraré contigo...

Eileen retrocedió unos pasos. Observó aquella mole de piedra y después a Neville aguantando la reja de entrada. Sintió cómo lágrimas se agolpaban en sus ojos. Quería hacerlo, pero no podía. No quería estar allí, no quería volver a lo mismo. Se sentía sin fuerzas, allí dentro se había ido desgastando poco a poco, como la roca que baila al vaivén de las olas hasta convertirse en arena.

Se sentía débil y eso no le gustaba.

Neville suspiró y dejó caer la verja, que se cerró con un estruendo metálico. Había sido fácil convencerla para llevarla hasta allí, ahora tendría que hacerlo para que entrara y sabía que no lo iba a ser tanto.

Eileen era testaruda pero mucho más razonable que su padre.

-Eileen...- comenzó a hablar Neville, pero fue interrumpida por su novia, que comenzó a hablar en un volumen un tanto alto.

-¡No empieces, Neville!- comenzó a gritar mientras se le derramaba una lágrima furtiva por la mejilla.- Entiendo lo que me dices y sé que esto es lo mejor... pero ya tengo un trabajo asegurado ¿Por qué tengo que volver ahí? No quiero hacerlo...

-Elle... ya lo hemos hablado. ¿Qué pasaría si te lesionas y no puedes jugar más? ¿Y si en un futuro quisieras realmente hacerte auror? Necesitas estudios básicos...

-¡No sabes lo crueles que han sido conmigo!- gritó con rabia.- Absolutamente todos... mis compañeros, mis profesores... y mi padre.

Neville acortó la distancia entre ambos y la estrechó con fuerza entre sus brazos. Él sí sabía lo crueles que podían llegar a ser tus compañeros, él sabía lo crueles que podían ser los profesores y sobre todo, lo cruel que podía llegar a ser Snape.

-El colegio es un infierno sin ti.- se quejó.

-Escúchame Elle.- Dijo Neville con dulzura separándose un poco de ella para poder mirarla a los ojos.- Sé cómo te sientes y ojalá pudiera hacer algo para aliviarte, pero el mundo a veces es una verdadera mierda. De nosotros depende lo que nos afecta y lo que no.

No te acerques tanto a ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora