Cap 18. El orgullo es el orgullo

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Eileen Snape salió del invernadero envuelta en un mar de sentimientos confusos. La compañía del profesor Longbottom le gustaba, su proximidad la llenaba de paz y la confortaba enormemente, eso ya no era un secreto... pero en el trasfondo de todo aquello, en el fondo de todo su ser, un nuevo sentimiento había nacido en su interior, que golpeaba con violencia para subir a flote hasta invadir toda su mente. Como una pequeña semilla haciéndose paso a través de la tierra para poder salir a la superficie. Pero aún no tenía muy claro de qué se trataba... Por desgracia, los sentimientos eran algo, que no podían catalogarse como el jardín de su profesor.

El sabor dulce de la fresa aún podía percibirlo con claridad en todos los recovecos de su boca.

Sacudió su cabeza con vehemencia de un lado a otro. Tenía muchas cosas importantes en las que pensar, como el partido de Quidditch, contra la casa en la que su padre era jefe y en Ted Remus Lupin. Llevaba días comiéndose la cabeza con aquel beso, ofendida tras la indiferencia que había demostrado él a lo largo de los días. Quizás el chico fuera tímido, pero conocía su pasado amoroso de sobras, uno de los más extensos del colegio y de los que más conquistas había cosechado, así que no dejaba de corroerla ese sentimiento de rabia que sentía. Si el idiota de Teddy pensaba que ella iría detrás como ese ejército de babosas como Victoire... la llevaba clara.

Estaba tan ensimismada en sus propios pensamientos, que no se percató en James, que estaba a escasos metros de ella. El chico la llamó a gritos, ofendido por sentirse ignorado. Se acercó dando grandes zancadas y saludó. El chico estaba en compañía de algunos Hufflepuff amigos suyos, gozando del cobijo que les brindaba la sombra de un gran árbol. Reconoció a Mariam, a Lien y a otras chicas más de su curso, que le caían muy bien. Tomó asiento al lado de su amigo y sonrió, saludando a todos los presentes. Todos habían callado a su llegada, cosa que la incomodaba un poco, desde que su padre impartía las clases de pociones en el colegio, había notado un cierto recelo en cuanto a su presencia. Era estúpido que la gente cambiase su actitud con ella, ya que llevaba seis años estudiando entre los muros de aquel castillo, casi todos conocían como se las gastaba, aunque después de conocer cómo era su padre de docente, no le extrañaba en absoluto. Quizás ella hiciese lo mismo si estuviera en su lugar.

-¡Hola Eileen!- la saludó primero Marian, una chica cazadora del equipo de Hufflepuff- ¿Estás nerviosa por el partido contra Slytherin?

-¿Yo? ¡Lo que estoy es ansiosa por devolverle a ese bruto de Jeremy el tirón de trenzas del año pasado! ¡Se va a enterar ese mentecato!

-¡Duro con ellos Elle! Ciérrales esa bocaza llena de veneno que tienen...

El chico que había dicho esto último se trataba de Andy, comentarista habitual en los partidos de quidditch.

-Se van a comer esto.- James enseñó el puño dejando alzado sólo su dedo corazón.

El coro rió la gracia de James. El equipo de Slytherin era despreciado en todo el colegio por su juego sucio y antideportivo. Solían hacer trampas cuando podían y lo que más irritaba a Eileen, es que no contaban con ninguna chica en el equipo. El capitán de Slytherin era un bruto misógino, con ideales absurdos y arcaicos. Aún quedaban en el mundo mágico personas que creían en la pureza de la sangre y en demás absurdeces.

Eileen observó la mochila de James, que descansaba a los pies del muchacho.

-¿Has traído golosinas del pueblo?- preguntó señalándola con un dedo.

El chico afirmó con la cabeza.

-Pues sácalas, estamos en buena compañía para comérnoslas...

No te acerques tanto a ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora