Cap 43. Recomponer los renglones torcidos.

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Aún nos queda mucho que hacer

No todo está perdido...
Ayúdame si me ves
Suspendido en lo peor...
Te buscaré, donde estés,
Antes de que ya no vuelva a ser yo.

Neville Longbottom irrumpió en el despacho de la directora de Hogwarts sin tomarse la cortesía de pedir permiso primero. Las formalidades y la educación de las que siempre había hecho gala durante toda su vida, las había mandado a freír espárragos. Últimamente no se encontraba en sus mejores días y no le apetecía andarse con remilgos. Su mente tan sólo tenía un objetivo claro y fijo: encontrar a Eileen. Todo lo demás, era segundario y le importaba una mierda. Si ofendía a alguien por el camino, podía irse al carajo.

Poco le importaba ya qué opinaran de él a esas alturas, de todas formas ya había sido juzgado y condenado, ¿Qué más daba añadir algo nuevo a su terrible lista de pecados?

Ya conocía desde temprana edad la crueldad del ser humano, ya sabía que lo que le restara de vida, tendría que cargar con aquel estigma sobre los hombros. Tampoco era algo que ya le preocupara, todo lo que le había dicho Eileen en la sala común de Gryffindor la primera noche que se habían besado comenzaba a tomar forma, y no le daba ningún miedo... ya no.

Ellos contra el mundo, algo que le había aterrado al principio y ya era una realidad.

Pero antes de enfrentarse al mundo y gritar a los cuatro vientos que amaba a Eileen, primero faltaba encontrarla.

Neville sentía cómo la ansiedad crecía en su interior, deseaba contemplar aquellos deliciosos ojos de color chocolate y saber que todo estaba bien. Deseaba estrecharla en sus brazos, acariciar su suave cabello oscuro y averiguar qué la había impulsado a huir. La conocía, sabía cómo era y no era de las que se derrumbaban fácilmente. La tenacidad era uno de sus puntos fuertes, pero a veces, podía llegar a ser frágil como un cristal como todas las chicas de su edad. También era consciente de la pesada carga que llevaba esos últimos días en sus hombros, por eso estaba tan preocupado.

Era tan fuerte que a veces olvidaba su edad.

En su fuero interno sabía que no encontraría la paz hasta que la encontrara. Se moría de ganas de volverla a ver, esos días separado de ella habían sido un auténtico descenso a los infiernos, tan sólo se conformaba con mirarle a los ojos un instante. No saber nada de ella en la cárcel que se había convertido su hogar había sido frustrante. Había estado a punto de volverse loco, sobre todo le escamaba su silencio, no había recibido nada de su parte, ni una triste nota. No había contestado a ninguna de sus cartas en la que le había rogado que le contara cómo se encontraba y eso le olía a chamusquina... por un momento temió que se hubiera enfadado con él por haberla dejado sola en el colegio, aunque no le faltaran razones. A veces podía llegar a ser una tozuda inmadura que sacaba de quicio al más paciente, pero sabía que incluso enfadada, ella le hubiera contestado a todas sus misivas e incluso desconfiaba de su silencio.

Las amenazas lanzadas por la maquiavélica profesora de transformaciones durante su breve visita a la enfermería cruzaron su mente. Ella había hecho todo lo posible para que no pudiera despedirse de ella. ¿Tendría ella algo que ver con aquel silencio perturbador? ¿Qué había pasado en el castillo durante su ausencia? Todo le hacía desconfiar... y el hecho de que Graham fuera la nueva jefa de Gryffindor sólo hacía crecer su preocupación. Su alma ardía en desesperación y desasosiego, pero ante todo, debía hacerla comprender que no podía renunciar a sus estudios. No podía abandonar por las buenas aquello que se había trabajado con esfuerzo y perseverancia, y porque no, colmando la paciencia de su antiguo jefe de casa, que siempre la había intentado motivar al estudio. Debía terminar sus EXTASIS, porque eso era libertad para elegir lo que quisiera ser en un futuro a largo plazo. Siempre hay que dejarse todas las puertas abiertas en la vida. Quizás eso era algo que no comprendía del todo una mente joven e inquieta como la de ella, que todo se mueve en el aquí y en el ahora, pero para algo lo tenía a él, que aunque ya no fuera su profesor para guiarla, deseaba lo mejor para ella. Sabía que terminaría entendiéndolo con el tiempo, entonces le agradecería que hubiera mirado tanto por ella.

No te acerques tanto a ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora