Cap 39. Acuse y derribo.

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A mi James particular, porque quien tiene un amigo, tiene un tesoro y para mí el mejor regalo es que te hayas recuperado. Te quiero mucho.

Cap 39. Acuse y derribo.

Quieres que rueden cabezas,
quieres buscar al infame
quieres que sea el verdugo así y quieres que sea el culpable

Hermione se incorporó abruptamente en el lecho, mirando a un lado y a otro, extrañada, totalmente desubicada, como si su cerebro aún permaneciera dormido. Reconoció poco a poco la habitación donde se hallaba: ese cuarto había sido su dormitorio esos últimos meses. Se encontraba en el cuarto de invitados de la casa de su amigo Harry.

Un sentimiento casi infantil la hizo suspirar: se sentía a salvo.

Había tenido una cruenta pesadilla, había sido tan real, tan factible... que hubiera jurado que estaba ocurriendo realmente. Quizás porque lo que le atormentaba en su interior, era un temor reciclado, un viejo miedo que volvía con más fuerza. Ya había pasado anteriormente por algo similar.

Había soñado que metían a su marido en Azkaban.

Comenzó a frotarse suavemente los ojos con las manos. Sentía en éstos un escozor, una incómoda irritación a causa del prolongado llanto que había mantenido la noche anterior. Cogió la varita que reposaba en su mesita de noche y con un suave movimiento, descorrió las cortinas de su ventana, dejando entrar la escasa claridad que dejaba filtrar el plomizo cielo de Londres.

Era un día verdaderamente triste en todos los aspectos... y ella se encontraba verdaderamente afligida.

Su ánimo estaba nublado, como el trozo de cielo que podía vislumbrar a través del cristal de su ventana y tal cómo se presentaban las cosas, no esperaba animarse, pero sí afrontar con lo que le reparara el nuevo día.

Aquel iba a ser un día duro...

Sus ojos melados se posaron sobre su viejo despertador muggle, que reposaba en la mesita de noche. Le costó la misma vida conciliar el sueño, su mente iba a mil y había estado hasta altas horas de la madrugada dando vueltas entre las sábanas, pero el agotamiento y su avanzado estado de gestación, habían hecho el trabajo, quedándose al fin dormida.

Pero no había descansado lo suficiente, su sueño había sido ligero e inquieto y se sentía pesada... como si cada miembro de su cuerpo pesase toneladas. Y el hecho de que portara a otro ser en su interior, no ayudaba a aliviar su cansancio.

Las pesadillas la habían mortificado... en las que revelaba un viejo temor por Severus: que terminase en Azkaban. Era algo que la obsesionaba.

Apenas si tenía ganas de levantarse de la cama.

En la boca aún podía sentir el sabor salado de las lágrimas derramadas el día anterior. Había llorado en el hombro de su mejor amigo y se lo había contado absolutamente todo. Sin censuras, sin suavizar nada... Le había contado toda la verdad, en su terrible desnudez.

No tenía secretos para Harry. Una vez en su vida, los tuvo, y le demostró con creces que podía confiar en él. Así que se prometió que jamás le ocultaría nada.

Aún recordaba su rostro insondable, tras los cristales de sus gafas, incrédulo por todo lo que le había contado... Aunque sólo había un hecho que había pasado por alto, sólo porque se sentía sin fuerzas de expresarlo en voz alta. Cada vez que recordaba a Severus pronunciar esa maldición, se sentía desfallecer.

Se llevó una de sus manos al cuello, cogiendo con suavidad un colgante con forma de caldero que siempre había llevado consigo. Severus se lo había regalado cuando cumplió tan sólo diecisiete años, en la celebración de su primer cumpleaños juntos, como pareja. El colgante se abrió entre sus dedos sin oponer ninguna resistencia. El joven Snape de la foto intentaba sonreír una y otra vez, haciendo una mueca espantosa, cuándo aún no había aprendido a sonreír. Pasó un dedo por la foto como si sintiera a su marido más cerca, mirando la otra mitad del colgante, dónde había puesto una foto de Eileen. Eileen tendría tan sólo once años en esa fotografía, se la habían tomado cuándo comenzó en Hogwarts que sonreía orgullosa a la cámara luciendo en su solapa el emblema de los leones.

No te acerques tanto a ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora