Cap 36. Todo salta por los aires.

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So hard she's trying
But her heart won't turn to stone...oh no
She keeps on crying
But I won't leave her alone
She'll never be alone
She'll be right here in my arms
So in Love
She'll be right here in these arms
She can't let go.

Hermione se dejó caer con suavidad sobre uno de los mullidos sillones del salón de los Potter. Con una media sonrisa dibujada en los labios vio cómo su amiga la imitaba, completamente derrotada y procedió a quitarse los zapatos, arrojándolos lejos.

Había tenido la genial idea de llevar a Ginny a un gran centro comercial muggle¸ nunca hubiera sospechado que su amigo Harry jamás hubiera llevado a su esposa a uno de ellos. Después de todo él era mestizo, y se había criado entre muggles... aunque estos fueran la mar de desagradables. Ginny, que jamás había visto nada parecido, se entusiasmó como una verdadera chiquilla, al verse rodeada de tan diversas tiendas, algunas de ellas llenas de esos cachivaches que acumulaba su padre en su pequeño cobertizo y su madre hacía como si no lo supiera. Había reaccionado como una niña en una tienda de golosinas, queriendo entrar en cada una de ellas. Sin descanso, habían visitado cada tienda de aquel infernal centro comercial, daba igual que fuera de ropa, electrodomésticos, juguetes, joyas, decoración... su amiga pelirroja quería entrar a curiosear, mirándolo todo, señalando aquello que le gustaba o preguntando a Hermione para qué servían aquellas cosas... Ya hablaría con Harry Potter más tarde... aunque ahora él tenía que lidiar con una esposa que acababa de descubrir el placer de acudir a un templo del consumo muggle.

Y no sentía ninguna pena por él.

-Ir de compras es agotador...- se quejó Ginny, poniendo los pies en alto.

-Ya. Sobretodo si llevas carga extra como nosotras.-le replicó Hermione divertida, acariciándose su ya abultado vientre.

-Lo bueno es que la gente te cede el asiento en el autobús.- dijo Ginny riéndose.

Hermione iba acompañar a su amiga en las risas, cuando notó una ráfaga en su mente. La conexión que tenía con su marido se abrió con una fuerza inusual, sólo comparable con la de aquella nefasta noche, cuando Severus yacía herido en el suelo de la casa de los gritos, tras la mordedura de Nagini... y tan cerca había estado de que se lo arrebatasen.

Sintió miedo. Su intuición le indicó que algo no marchaba bien, y no se equivocaba. Se abandonó a la conexión, sintiendo cómo a pesar de la distancia, su alma se fundía con la de su marido.

Su mente se vio inundada por recuerdos ajenos... recuerdos que no pertenecían a Severus... si no a su hija.

Hermione vio a su amigo Neville con claridad en su mente. Su hija y él se hallaban en la sala común de Gryffindor, y discutían. Reconocería esa sala en cualquier lugar, había pasado su juventud estudiando entre aquellas paredes. Lo pudo ver acercándose a Eileen con vehemencia, cogiéndola del rostro y besándola en los labios, con pasión, con apetito.

-¡¡¡NEVILLE!!!- gritó Hermione estupefacta, cubriéndose los ojos con las manos. Pero ese sencillo gesto no podía impedir que siguiera viendo lo inevitable... aquello estaba dentro de su cabeza, dentro de su alma. Por mucho que se tapara los ojos, seguía viéndole besar a su hija en los labios, mientras esta le correspondía.

Ginny se incorporó en el sofá, contemplando a su amiga atónita, llena de preocupación. Había gritado el nombre de uno de sus amigos, y enseguida, se había encogido en su asiento, con la cara cubierta por las manos. ¿Qué estaba ocurriendo? Sabía que algo no marchaba bien, que aquello tendría que ver con la conexión extraña que mantenía con su marido...

No te acerques tanto a ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora