Capítulo 32

19.8K 927 81
                                    

Christian

Me quedo afuera de la casa.
Tomo asiento alrededor de la fuente de agua que estaba en el patio, y me agarró la cabeza entre mis manos.

Estoy furioso, demasiado. Furioso conmigo, con Tamara, con mi vida. Mi vida se derrumbó por completo y no puedo hacer nada para volver a ser el de antes.
Tener que revivir los recuerdos con Miriam, toda la infidelidad de su parte... me dejó en blanco. Son recuerdos que, a veces, desearía poder borrar de mi mente.

—Chris... —escucho la voz de mi madre, y me levanto de golpe.

—No digas nada, mamá. —le respondo sin mirarla.

Camino apretando mis puños mientras entro a la casa nuevamente.

Tamara me va a oír seriamente. Nadie tiene por qué meterse en mi vida.
Entro a la sala y todos estaban hablando entre sí. Al verme, se callaron.

—¡¿Por qué le dijiste todo eso?! —enfrento a Tamara.

Ella se pone de pie y me mira.

—¿Decirle qué? —dice fingiendo confusión.

—¡Deja de actuar como si fueras una niña porque no lo eres, Tamara! ¡Estoy hablando en serio, así que no me tomes por estúpido!—le digo enojado. —¡Contesta lo que te pregunté! —le vuelvo a decir.

—Sólo le dije la verdad. Le tenía que quedar claro. —dice elevando sus hombros.

—¡No tienes por qué meterte en mi vida! —exclamo. —¡¿Quién te crees que eres?! ¡¿Con qué derecho lo hiciste?! —la señalo, furioso.

Ella camina y se pone frente a mí.

—¡Ella no te conviene! —me dice enojada.

—¡Es mi problema! ¡No te metas! ¡Deja de querer controlar mi vida!

—¡Basta! Son hermanos, ¿qué les sucede? —interviene mi madre.

—¿Hermanos? Un hermano no hace lo que esta... chica hace. —digo mientras señalo a Tamara.

—Christian, no seas así. —me reprende mi padre.

—¡Entonces díganle a su hija que me deje en paz! ¡Soy lo suficientemente grande como para saber tomar mis propias desiciones! —sentencio.

—¡Haré lo que se me dé la gana! ¡Ninguna se puede comparar con Miriam! ¡Parece que ni siquiera la quieres realmente! —me acusa Tamara.

—¡Cállate! ¡Ella ya no está aquí, entiende de una vez! —le digo al borde de perder la cabeza.

—¡Basta! —grita mi madre. —¡No voy a permitir que se sigan gritando de esa manera! ¡Son familia, por Dios! —dice al borde de las lágrimas.

—No la quiero aquí. —digo suspirando y mi madre frunce el ceño.

—¿Qué? ¿De qué hablas? —interviene Lisbeth.

—¡No quiero que esté aquí! ¡Quiero que te vayas de esta casa! —le digo a Tamara mirándola.

—¡No tienes el derecho de correrme de esta casa! —me dice con furia.

—¡Esta casa está a mí nombre, así que yo puedo hacer lo que se me dé la gana! —zanjo. —¡Te vas en este instante! Ya tienes 23 años y un trabajo. Es más que suficiente para que seas independiente. —le digo serio.

Mis padres observaban sin decir nada.
Mi padre había puesto esta casa a mi nombre, por si algo le llegara a pasar, así que no pueden decirme nada.
Además, Tamara me tiene harto, siempre se metió en mi vida como si tuviera el derecho de hacerlo, y me cansé. Ya tiene edad suficiente como para hacer su propia vida fuera de aquí. En su trabajo gana muy bien, así que no tendrá problema.

Mi Otra Mitad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora