Samantha
Abro la puerta del apartamento y dejo mis cosas sobre la mesa.
La casa está en silencio, quizás Christian no está aquí. Tengo entendido que Isabella estaría con sus abuelos, pero pensé que Christian ya estaría aquí, ya que se oía molesto en la llamada.Tomo asiento en el sofá y apoyo ambos codos sobre mis rodillas.
No puedo creer que estoy embarazada. Aún no logro asimilarlo.Suspiro justo cuando escucho el sonido de la puerta. Levanto la vista y veo a Christian que viene hacia mí a paso firme y decidido.
Se queda de pie y lleva ambas manos a su cadera. Su mirada es muy fría, y noto un destello de decepción.
—¿Qué hacías en un hospital? —cuestiona con dureza.
Me quedo mirándolo. ¿Qué dirá cuando le dé la noticia? ¿Estará contento? Siento que no, ya que aún no se acostumbra a convivir con su hija...
Elevo mis hombros, incapaz de responder con la verdad.
—Fui a tomarme la presión arterial. —miento, sabiendo que él no va a creerme ni una palabra.
Ni siquiera tengo el valor para decirle la verdad, y no sé por qué me aterra contarle. Tal vez se debe a que soy yo quien siente miedo por la noticia, y presiento que quizás él sienta lo mismo si le cuento.
—¡Mientes! —afirma. —Dime de una vez por todas lo que está pasando. Sabes que no me gustan las mentiras, Samantha. —camina hasta quedar en los asientos frente a mí. Toma asiento, y ambos nos quedamos en silencio.
—Ya te dije que no tengo nada. Fui al médico, como lo hace cualquier persona. —hablo.
—Sigues mintiendo. Te conozco perfectamente bien. —dice entre dientes. —¿Por qué no me quieres decir el verdadero motivo por el cual estabas en el hospital?
—¿Puedes terminar con ese tema? Déjame tranquila. —espeto de mala gana.
—Dime la verdad y dejaré de insistir. —zanja.
—¡Ya te dije que no tengo nada, maldita sea! —me desespero.
—¿Tanto te cuesta decirme la estúpida verdad? —suelta. —Mi paciencia se está agotando.
—No quiero seguir hablando. —exhalo.
—Pues, no me interesa. Hablarás conmigo, porque presiento que el asunto es serio. —inquiere.
—No tengo más nada para decir. Así que, déjame en paz. —sentencio.
—Samantha, no estoy jugando. —me advierte. —¿Qué te sucede? Dime.
—¿Crees que te resulta complicado cuidar a Isabella? —cambio de tema.
—¿Qué? —suelta, confundido.
—¿Te resulta fácil el papel de padre? ¿Crees que es mucho trabajo cuidar de ella y estar al pendiente de lo que necesite? —pregunto con preocupación.
—Es... complicado, pero sé que algún día me voy a acostumbrar. —responde. —No tenía planeado ser padre a esta edad pero, bueno... tengo que hacerme responsable de ella por más que hubiese preferido que llegara en otro momento. —habla y yo asiento lentamente. —Aunque, siendo honesto, —suelta una leve risa. —ahora prefiero no tener más hijos, tú me entiendes.
Yo trago saliva, sin apartar mis ojos de los suyos.
Mi corazón se detiene por unos segundos al oírlo.—Recién estoy cayendo en la idea de que tengo una niña y no quisiera tener otro hijo ahora. —continúa. —Al menos hasta que todo esté en su lugar.
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Mi Otra Mitad ©
Lãng mạnChristian Smith es un hombre de 26 años, quien dirige una gran empresa que su padre le cedió antes de retirarse de su cargo. Él solamente se dedica a sobrellevar la empresa, nada más; Es un hombre frío, arrogante y de escasos sentimientos. No cree...