Capítulo 69

25.7K 992 138
                                    


"Todas las batallas en la vida sirven para enseñarnos algo, incluso aquellas que perdemos"
–Paulo Coelho.

--- --- ---

Samantha

Abro los ojos y lo primero que veo es a Christian durmiendo en un sofá, bastante incómodo a simple vista. Pobre de él.

Me reincorporo en la cama del hospital y observo la hora en el reloj de la pared; 9 de la mañana.

Bostezo y tomo mi celular para revisar si tengo mensajes nuevos. El día anterior, mis tres amigas estuvieron todo el horario de visitas conmigo. Hablando de todas las cosas que sucedieron en mi ausencia, aunque no fueron muchas. Las extrañaba tanto.
Me animaron mucho, ya que aún me costaba procesar el hecho de que había perdido a mi bebé.
El día anterior estuve horas a solas, pensando, entendiendo, buscando respuestas...

Sé que la vida está siendo muy injusta conmigo, con mi familia, pero tal vez por algo se dieron así las cosas. No puedo enojarme o armar un escándalo porque no servirá de nada.
Estoy molesta, triste, con el corazón roto, sí, pero debo seguir adelante.

Sé que Luke pagará por lo que ha hecho, aunque eso no va a devolverme a mi bebé. Pero sí podré respirar tranquila, sabiendo que se hizo justicia.

Dirijo mi vista nuevamente a Christian y la vergüenza se apodera de mí. No debí descargar mi rabia con él, no lo merecía.
Ni siquiera me puse en su lugar, y no hice más que gritarle.

Observo la bandeja que está a mi lado, la cual contiene mi desayuno. Decido sólo comer la gelatina, aunque no me gusta.

Me mantengo en silencio devorando el desayuno hasta que Christian se remueve en el sofá, despertando.

—Buenos días. —lo saludo con una sonrisa.

—Hola. —murmura con voz adormilada.—¿Cómo te sientes? —cuestiona. Toma asiento correctamente en el sofá.

—Yo me encuentro mejor, pero tú no. ¿Por qué mejor no vas a tu casa y duermes allá? —le pregunto, preocupada. —No me gusta que estés durmiendo en estas condiciones simplemente por cuidarme. Ya estoy bien.

—No me pidas eso porque no me iré. —me asegura. —Ya te lo dije, me quedaré aquí hasta que me recuerdes y te den de alta. —sonríe.

Luce realmente mal, está muy cansado.

—Pero...

—Ya está tomada la decisión. —sentencia bostezando.

Dejo mi desayuno a un lado y lo observo mejor.

—Perdón. —murmuro.

—¿Por qué me pides perdón?

—Por haberte gritado ayer. —suspiro. —No debí decirte todo eso. Sé que tú no la estás pasando bien, y debí entenderte y ponerme en tu lugar también.

—No tienes que pedirme perdón. —se me acerca y toma asiento a mi lado. —Es una noticia muy difícil de procesar, te entiendo...

—En ese momento no pensé en lo que decía. —murmuro.

Las lágrimas se acumulan en mis ojos y cubro mi rostro con mis manos.
¿Por qué me pasó esto a mí?

—Llora todo lo que necesites. —habla en voz baja y me abraza con fuerza. —Aquí estoy contigo.

—¿Por qué? Es que... no entiendo. —digo entre lágrimas. —Tal vez sucedió porque no estábamos preparados, o porque...

—Ya, no te atormentes. —me acaricia el cabello con delicadeza. —Me hubiese gustado que me lo dijeras, pero entiendo que, luego de mis palabras, optaras por callar. Fui un idiota, lo lamento. —añade.

Mi Otra Mitad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora