Capítulo 29

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Samantha

No sabía qué hacer exactamente en este preciso momento.
Tenía a Christian mirándome fijamente esperando una respuesta de mi parte y, sinceramente, no sabía qué responder.

¿Cómo se hace para confiar en un mujeriego que pasó la mayor parte de su vida jugando con los sentimientos de las personas sin importarle nada? ¿Cómo podía asegurar que Christian estaba siendo totalmente sincero conmigo?

Ya no sabía qué hacer, ni qué pensar, ni qué creer. Estaba confundida.

Lo miré por última vez.

—¿Estás seguro de tus palabras? —le pregunto.

—Sí, Samantha. Totalmente seguro.

Exhalo, dudosa.

—Tengo miedo. —le confieso.

—¿Miedo a qué? —dice en voz baja, tomando mis manos entre las suyas.

—Yo quiero confiar en ti...

—Entonces, hazlo. —me pide. —Para mí esto es nuevo. También tengo miedo. —añade. —Pero quiero arriesgarme, por ti, por nosotros.

Miro sus ojos inquietos, los cuales me gritan que lo intente, que crea en su palabra.

—No puedo negarlo más. —hablo y suspiro. —También quiero estar contigo. No sé qué me has hecho, pero no dejo de pensar en ti ni un solo segundo.

Tomo su rostro entre mis manos, y lo beso con anhelo.
Sus brazos me rodean de inmediato, apretándome contra su cuerpo.

—Por favor, nunca me dejes... —escucho que murmura muy bajo.

Lo callo con un beso, y luego lo abrazo con fuerza.

¿Esto en verdad estaba sucediendo? No me lo podía creer.
Su confesión, sus lindas palabras... Dios mío, parece un sueño.

Me separo de él y noto que me sonríe ampliamente.

—¿Qué haremos ahora? —me pregunta.

—No lo sé. —respondo. —Yo no me esperaba tal confesión.

—Sinceramente, yo tampoco. —reconoce.

Pasa uno de mis mechones de pelo detrás de mi oreja, y acaricia mi mejilla.
Vuelve a dejar un beso en mis labios, y yo cierro mis ojos, disfrutando del momento.

—¿Y si nos escapamos? —susurra.

—¿A dónde?

—A cualquier lugar, no me importa. —dice rápidamente. —Lejos del mundo.

—Es muy tentador. —sonrío.

—No me lo digas de nuevo, porque en dos segundos estaremos en un avión con destino al paraíso. —me advierto, divertido.

—El paraíso está frente a mí ahora. —digo sin pensar, mirándolo.

—¿Ah, sí? —cuestiona sorprendido. —Qué honor.

—Lo decía por la playa, obviamente. —inquiero.

Él suelta una carcajada.

—Yo también. —dice.

Nos quedamos en silencio, mirándonos a los ojos.
Estamos aquí, juntos... Jamás pensé que pasaría.
Hemos pasado del odio al amor en cuestión de muy poquito tiempo.

Su teléfono comienza a sonar, rompiendo el mágico momento.

—¿Qué? Estoy ocupado. —dice de inmediato.

Mi Otra Mitad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora