Capítulo 52

13.3K 743 23
                                    

Samantha

Me habían puesto una pequeña gasa en el pómulo izquierdo gracias al golpe que recibí.
A Christian lo habían dejado toda la noche en observación por las dudas.

Las chicas se habían ido a sus casas ya, y yo estaba en el hospital como estúpida pensando en si debía entrar a la habitación de Christian o no.

Suspiro y avanzo hasta la puerta. La abro y Christian me recibe con una sonrisa.

—Hola, espero no molestar. —digo apenas entro.

—No, claro que no. —dice acomodándose en la cama.

—¿Cómo te sientes? —le pregunto y él eleva sus hombros.

—Bien, no se por qué me tienen aquí todavía. —se queja. —¿Cómo está tu golpe?—pregunta observando mi rostro.

—No es nada grave, aunque me duele la cabeza por el golpe. —digo.

—Lamento que hayas tenido que pasar por todo eso. No pensé que todo iba a terminar así. De verdad lo siento. —se disculpa.

—No te preocupes, no tienes la culpa de nada.

—Gracias por todo lo que hiciste.

—No es a mí a quien tienes que agradecerle, sino a las chicas. Fueron ellas quienes nos ayudaron a nosotros. —explico.

—Sí, las cuatro hicieron un buen trabajo.

—Bueno, yo ya me voy. Sólo quería estar segura de que estabas bien. —hablo y él sonríe.

—Estás preocupada por mí, lo puedo notar.—dice elevando una ceja.

—¿Llamo a tu novia para que venga? —él se tensa al instante y suelta un suspiro.

—Como tú quieras.

—Bien, en cuanto ella venga, me voy. —sentencio mientras enciendo mi celular.

—Te extraño. —suelta.

Yo cierro mis ojos y aprieto mi celular.

—No me hagas esto. —hablo mientras busco entre mis contactos el número de Camille.

—Es la verdad, te extraño. —vuelve a decir.

—No es momento para extrañarnos. —digo mientras lo observo.

—¿Simplemente no podemos extrañarnos? Porque yo lo hago. Estás... dentro de mi corazón y no puedo ni quiero sacarte. —habla. —Lo único que quiero es... gritarle a todos que te amo. —yo desvío la mirada hacia algún punto de la habitación.

—¿Ah, sí? ¿Y Camille qué? —le recuerdo con enojo.

—Camille nada, cada vez que vuelvo con ella, lo hago para olvidarte... pero no lo consigo. —se lamenta. —No sé qué hacer. ¡Lo que no entiendo es por qué tenemos que... estar separados sabiendo que nos hace sufrir! Estamos sufriendo. —dice soltando un suspiro.

—Habla por ti. —le digo a la defensiva.

—¡Estamos sufriendo los dos! —repite, y yo niego.

—¡No, los dos no! Yo no estoy sufriendo.

—¿Cómo? ¿Tú no estás sufriendo? —pregunta sin poder creerlo.

—No.

—No puedes decir eso. —habla en voz baja.

—Yo estoy mejor sin ti. —sentencio con la voz rota.

—No puedes decir eso. —me señala con tristeza.

Mi Otra Mitad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora