Capítulo 25

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Samantha

La peor noche la pasé yo. No por el hecho de haber estado con Francisco, sino por el hecho de que no logré dormir nada, literalmente.

Me encuentro recostada en uno de los sofás libres con una taza de café en mi mano.

Hannah estaba dormida en el otro sofá grande, toda desplazada y roncando.
Lucía, por otro lado, estaba acostada en mi cama y no me dejó ni un espacio para poder dormir, ¡la muy maldita se había ocupado toda la cama!

Suspiré, rendida. Es mi propia habitación y no puedo disfrutar de ella. Fue invadida por dos locas y ni siquiera logré dormir.

Miré la hora: 12:30.

Veo cómo Hannah se despierta y se estira a lo largo del sofá. Luego abre los ojos totalmente y me mira confundida.

—¿Por qué estás despierta tan temprano? ¿Y esas ojeras? ¿Esa taza de café? ¿No dormiste? —me pregunta rápidamente.

—Primero: estas ojeras, —señalo mis ojos. —son por la culpa de ustedes dos, par de borrachas. —la regaño. —Segundo: esta taza de café me acompañó durante toda la noche, al igual que este sofá. —ella bosteza —Y, tercero: no, no dormí nada. —le digo gruñendo.

—¿Por qué no dormiste? —me pregunta.

—Porque Lucía se ocupó todo mi cama, y tú te ocupaste el sofá más grande. —le digo mientras la señalo. —Además de que tus ronquidos no me dejaron pegar ni un solo ojo.

—Yo no ronco. —se queja y yo suelto una risa.

—No, claro que no. —le digo irónica.

—Me iré a duchar. —dice mientras se pone de pie. —¡Mi cabeza! —gruñe del dolor. —¿Tienes pastillas para el dolor? —yo niego. —Tendré que ir a mi habitación. —dice en voz baja.

—Sí, eso sería grandioso.

—Luego vendré a molestar. —se despide de mí y se va de la habitación.

Yo aprovecho y me tiro en el sofá en el que ella estaba. Suspiro y cierro mis ojos, pero un fuerte ruido hace que me sobresalte y me ponga de pie.

—Lo siento. —murmura Lucía mientras se pone de pie. Se había chocado contra un mueble y se había caído al suelo. —No quise despertarte. —me dice haciendo una mueca.

—Uy, sí... —finjo bostezar. —Estaba súper dormida. —le digo irónica.

—Qué ojeras tienes. —pone cara de asco.

—Es tu culpa por no haberme dejado dormir en mi cama. —la miro achicando mis ojos en su dirección.

—Bueno, soy tu amiga. Las amigas dejan dormir a sus amigas en sus camas. —dice inocente mientras me sonríe. —Pero con unos buenos lentes de sol estarás bellísima.—yo ruedo los ojos. —Y lo bueno es que hay mucho sol, por lo que nadie se dará cuenta.—dice quitándole importancia al asunto.

—Mejor toma lo que hayas traído a mi habitación y has lo mismo que hizo Hannah: —le digo sonriendo. —¡ve a tú habitación!

Ella me sonríe y toma las pocas cosas que trajo, y sale de la habitación corriendo.

Yo suspiro resignada y me dejo caer en el sofá.

(…)

Mi teléfono suena por lo que abro los ojos. Miro la hora: 18:30. ¡¿Qué?! ¡¿Dormí toda la tarde?!

Me pongo de pie y paso ambas manos por mi rostro.
No pensé que tuviera tanto sueño.

Mi teléfono vuelve a sonar y atiendo sin ver quién era.

Mi Otra Mitad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora