Capítulo 27

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Samantha

Llegué a Francia muy cansada y, a lo lejos, pude divisar la cabellera, ahora pelirroja, de mi prima.

—¡Samie! —grita y corre en mi dirección para darme un fuerte abrazo. —¡Tanto tiempo sin vernos! Estás hermosa. —me dice sonriendo cuando se separa de mí.

—Te extrañé tanto. —comento. —El pelirrojo te queda bien, eh.

—Gracias, ya me había aburrido del color chocolate, así que me hice un pequeño cambio. —dice sonriendo. —A ti no te vendría mal cambiar el color de tu cabello. —dice mientras toma un mechón con su mano. —Sabes que tengo miles de tintes y me encantaría usarlos alguna vez en ti.

—Quizás... algún día. —le digo riendo.

—Antes de que te vuelvas a New York, te voy a teñir ese cabello. —dice y toma una de mis maletas. —Ahora, vamos a casa. Nos vamos a divertir como en los viejos tiempos.

Nos subimos en su linda camioneta y nos dirigimos hacia su casa.

—¿Sigues viviendo en la misma casa de siempre? —le pregunto mientras enciendo la radio.

—Sí, aunque le hice una remodelación. Sabes que me gustan los cambios y, bueno, le hice unos retoques. —ambas reímos. —¿Qué tal tu vida por allá? —me mira de reojo.

—Mi vida se ha convertido en toda una telenovela. —le digo suspirando. —Han pasado muchas cosas, y no muy buenas. —le digo haciendo una mueca.

—Eso es... muy interesante. ¿Que sucedió? —me pregunta curiosa.

—Problemas en mi antiguo trabajo. —ella frunce el ceño.

—¿No trabajas más para el bombón irresistiblemente guapo de Christian Smith?—me pregunta.

—No, desde hace un buen tiempo que renuncié justamente porque comencé a tener problemas con él y con su... novia, por así decirle. —le digo elevando mis hombros.—Ahora trabajo para Matteo Collins, quizás lo conoces. —ella asiente. —Tengo el mismo puesto que tenía en la otra empresa.

—¿Y qué problemas tuviste con el bombón?—me pregunta.

—Su novia es toda una desquiciada: pensó que él la engañaba conmigo, cosa que no era cierto, y luego me insultó, destrozó mi auto y yo renuncié. —le cuento rápidamente. —Luego salí en las noticias y se armó un gran chisme sobre un "supuesto" romance entre él y yo. Lo cual me molestó demasiado. Tuve muchas peleas con ambos.

—Vaya... eso es... muy loco. ¿Por qué ella pensó que él la engañaba contigo? —dice confundida.

—No lo sé. Ella está realmente obsesionada con él, hasta inventó que estaba embarazada sólo para retenerlo a su lado, ¿Puedes creerlo? —le digo y ella eleva ambas cejas.

—Pobre hombre, no sé cómo puede estar con alguien como ella. —dice negando mientras estaciona la camioneta en el garaje de la casa.

—Yo tampoco lo entiendo. —murmuro y nos bajamos.

Tomamos las maletas y entramos a la casa.

—Bienvenida a mi casa, prima. Ya la conoces pero está un poco cambiada. —dice cuando entramos.

—Está más bonita que antes. —le digo mientras observo todo.

—Sí, aunque no sé por qué tengo una casa tan grande para mí sola. He estado pensando en mudarme a una casa más pequeña o a un apartamento. —dice elevando sus hombros mientras subimos las escaleras.

—Podrías conseguirte un novio y tener hijos y así no estar sola en la casa. Además de que sería una casa ideal para formar una familia, es lo que siempre te ha gustado. —le digo cuando ella abre la puerta de la habitación.

Mi Otra Mitad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora