Capítulo 51

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Samantha

Salgo de la cocina con mi celular en mano y me acerco a las chicas.

¿Cómo les explico ahora que tengo que irme para ayudar a Christian? Él no quiere que nadie sepa.

—Chicas... —las llamo, y Hannah le pone pausa a la película. —Iré a caminar un poco. —ellas fruncen el ceño, y Lucía revisa su teléfono.

—Son las 21:30, amiga. —me dice. —¿Caminar a esta hora? —pregunta con cierta preocupación.

—Quizás sea un poco peligroso salir ahora. —continúa Estefany.

—Sólo saldré a tomar aire fresco. —les digo.

—De acuerdo, solo... no demores mucho. Si en media hora no llegas, iré a buscarte. —me informa Hannah.

—No me pasará nada, sólo... tomaré un poco de aire fresco. —miento.

Ellas me dan una mirada un poco extraña y al final asienten.

Tomo una chaqueta negra y guardo mi celular en el bolsillo de ésta.

Salgo del edificio y le envío un mensaje a Christian diciendo que voy en camino.
Me subo rápidamente a mi auto y comienzo a conducir hacia el lugar.

Siento nervios y adrenalina, nunca he ido a ese tipo de lugares.
El miedo comienza a hacerse presente y siento la necesidad de regresar a la casa y quedarme junto a las chicas, pero no puedo dejar a Christian con todo este lío. No quiero que le pase nada malo.

Si estoy con él, al menos no lo dejaré solo.

Luego de unos segundos, llego a la calle donde se encontraba el callejón, según Christian, y apago el motor del auto.
Me quedo unos segundos dentro del auto y respiro profundamente.

Marco el número de Christian pero no contesta.

—Mierda... —murmuro. Espero que no le haya pasado nada malo.

Guardo el celular en el bolsillo de mi chaqueta y bajo del auto.
Miro en diferentes direcciones pero no había nadie, la calle se encuentra desierta.

El callejón está oscuro, demasiado, lo que aumenta mi miedo.
Doy un paso y siento que alguien me toca el brazo. Ahogo un grito de miedo y cierro los ojos.
Me giro rápidamente e impacto mi puño contra el rostro de quien me tocó, aún con los ojos cerrados.

—¡Soy yo! —se queja Christian.

Yo abro mis ojos con sorpresa y él se toca la mejilla.

—¡Idiota! ¡Me asusté! —le grito con enojo. —¿Cómo apareces así tan silencioso?

Mi corazón late con fuerza.

—Perdón, no fue mi intención asustarte. —se disculpa. —¿Así reaccionas cuando alguien te agarra desprevenida? —me cuestiona aún con la mano en la mejilla.

—Por si no te diste cuenta, esta zona es muy peligrosa. Pensé que me querían robar. —me defiendo.

—Tienes un buen gancho derecho. —comenta riendo.

—Lo siento. —me disculpo.

—Me alegra que hayas venido. No quise entrar solo. —me informa.

—Esto es peligroso Christian. Será mejor que llamemos a alguien mas. —le digo mirando en diferentes direcciones, con miedo.

—No tengas miedo, no dejaré que nada malo te suceda. Pero, si quieres irte, estás en todo tu derecho. —me acaricia la mejilla con su mano.

—No te dejaré solo. Nos tendrán que matar a ambos. —bromeo, aunque en el fondo estoy muerta de miedo.

Mi Otra Mitad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora