Capítulo 34

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Samantha

Ya habían pasado nuestros días libres, por lo que hoy tenía que ir a trabajar.

Mi herida ya estaba bastante bien, por decirlo de alguna manera. Me dolía un poco pero iba sanando rápidamente.

Estaba mirando la televisión mientras devoraba mi desayuno. Aún faltaban como unos 20 minutos para entrar a trabajar.

Mi celular comienza a sonar a mi lado y me agarró desprevenida, por lo que me ahogo un poco y empiezo a toser.

—Hola. —digo y carraspeo unas cuantas veces.

—Hola, amor, ¿cómo estás? —es Christian.

En estos días él ha estado muy cariñoso conmigo. Desde que ambos nos confesamos lo que sentíamos, lo comencé a notar raro. Su forma de ser conmigo era diferente.

—Bien, ¿y tú? —digo bebiendo un poco de agua.

—Bien, con algo de trabajo. Ya sabes, el fin de semana es la fiesta en el Hotel de un amigo de la familia... y tengo que terminar todo para entonces. —dice y yo hago una mueca.

—Lo se, pero siempre terminas todo a tiempo, ya verás que todo saldrá bien. —lo animo.

—Sí, eso espero. Oye... irás conmigo a esa fiesta, ¿no? —me dice y yo ladeo mi cabeza.

—Claro, si tú quieres voy contigo. —le digo.

—Claro que quiero, Sam. —me dice —¿Almorzamos juntos hoy? —me pregunta y yo me pongo de pie para dejar el tazón en el fregadero.

—Tengo planes ya. —le digo con pena—Francisco me invitó y le dije que sí. —oigo como resopla del otro lado.

—De acuerdo, la próxima será.

—Espero que no te hayas enojado.

Tomo mi bolso, las llaves del auto y las de la casa.
Salgo del apartamento.

—Confío en ti. Además sé que me amas a mí y no a él. —dice con tono de arrogancia y yo ruedo los ojos.

—Como tú digas, cariño. —respondo mientras el elevador cierra sus puertas.

—¿Vas de camino al trabajo? —me pregunta.

—Sí, mis días libres se acabaron. —él se ríe.

—Sería más fácil si trabajaras para mí como antes. —habla lentamente. —Yo te podía dar días libres cuando quieras, y podríamos hacer lo que tú quieras. Hasta podríamos tomarnos unas largas vacaciones sin que nadie nos moleste.

—Agradezco todo lo que dices pero no creo que sea lo correcto. Yo tengo un trabajo en el cual me va muy bien y, además, si yo estuviera trabajando en tu empresa, no me daría el lujo de faltar cuando quisiera. —le explico. —Porque el hecho de que esté contigo, no cambia las cosas. El trabajo es el trabajo. La responsabilidad está ante todo. —le digo mientras abro la puerta de mi auto y entro en él.

—Sí, tienes razón. —dice suspirando. —Estás en lo cierto, y me gusta la forma en que piensas. —yo sonrío.

—Bien, ahora tengo que colgar. Porque voy a conducir y no quiero tener un accidente por andar de tonta con el celular. —le digo y él se ríe.

—Está bien. Te llamo luego y, si por alguna razón, cancelas ese almuerzo con el idiota cuyo nombre no recuerdo, me avisas y estaré encantado de acompañarte. —me dice y no puedo evitar soltar una carcajada.

—Ese "idiota" cuyo nombre no recuerdas, se llama Francisco. Y, yo te aviso si surge algún cambio. —le digo mientras enciendo el auto.

—No lo nombres, por favor. —dice suspirando. —No me cae bien. Pero, bueno, hablamos luego. No olvides que te amo. Adiós. —dice.

Mi Otra Mitad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora