Capítulo 46

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Christian

Ahora sí la perdí para siempre. Sé que tendría que haberle dicho sobre mi hija hace muchísimo tiempo, pero no pude hacerlo. No sabía cuál iba a ser su reacción.

Sé que mi hija, Isabella, no merece estar separada de mí, de su padre. Tiene un año de edad y no quiero que crezca pensando lo peor sobre mí.
Es complicado. Yo no sé criar a un hijo, no sé absolutamente nada, soy un asco en eso.

No quiero fracasar como padre.

—¿Se enteró? —oigo la voz de mi madre a mi lado.

Levanto la vista y asiento. Ella se sienta junto a mí y acaricia mi mano.

—Tarde o temprano esto iba a pasar. —añade. —Y, era obvio que reaccionaria de esta manera, hijo. Tienes que darle tiempo para que arregle sus pensamientos. —yo suspiro.

—No quiero perderla por esto, mamá. —murmuro. —Ella tiene razón: Isabella no tiene la culpa de nada, y no merece estar lejos de mí. —le digo con culpa.

—Lo sé, y sabes que yo no quería esto. Te dije muchas veces que su hogar estaba a tu lado, pero fue tú decisión. —me recuerda. —Estás a tiempo de arreglar las cosas.

—No quiero ser un mal padre, no sé nada sobre los niños. —le digo y ella se ríe.

—Nadie nace sabiendo las cosas, uno nunca está listo para ser padre. —me sonríe. —Tienes todo nuestro apoyo y lo sabes. —me da un beso en la mejilla y se pone de pie.

—Iré a buscarla, a Isabella. —inquiero. —La traeré a la casa y vivirá con nosotros. Es lo mejor para ella. —me pongo de pie y mi madre me sonríe.

—Me parece una buena decisión. Dale un poco de tiempo a Samantha, no es fácil enterarse de algo como esto. —yo asiento y ella me abraza. —Ve por la niña, todo estaremos encantados de recibirla.

Tomo las llaves de mi auto y salgo a toda velocidad hacia Manhattan; quedaba más o menos media hora.

Marco el número de Samantha pero me manda directo al buzón.
Quizás tenga que darle tiempo, tal y como dijo mi madre. Sé que estuve mal en mentirle. Ocultar la verdad no es bueno porque tarde o temprano sale a la luz, y cuanto más tiempo demores es peor.

Me quedó muy claro.

Pero haré las cosas bien: traeré a Isabella conmigo y trataré de educarla lo mejor que pueda. Aunque no será tarea fácil.

***

Había llegado a Manhattan, justo a la casa de los padres de Miriam. Esa casa me trae recuerdos no tan buenos.

Me bajo del auto y camino hacia la puerta de la entrada. Toco el timbre y, a los pocos segundos, me atiende la padre de Miriam, Carmen.

—Christian, ¿qué haces por aquí? Vienes a visitar a Isabella, ¿no? —me dice con una sonrisa.

—En realidad yo...

—Pasa, ven. —me toma del brazo y me arrastra hacia el interior de la casa. —Está más bella que de costumbre. Ahora está durmiendo, pero en media hora le toca su comida. —me dice caminando hacia la sala.—Le hará muy bien tu visita.

—Escucha Carmen, yo vengo...

—Le compré muchas cosas mientras estuve en Ecuador: ropa, juguetes... Tienes que ver las cosas, le encantarán, estoy segura. —dice sin prestarme atención.

—¡Carmen! —digo elevando un poco la voz. Ella me mira y frunce el ceño. —No vine a visitarla. Yo... vine a buscarla, la llevaré a mi casa... —le explico en voz baja.

Mi Otra Mitad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora