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1997:
Esperaba a Ryan en las gradas mientras el entrenaba con sus amigos el rudo deporte de fut ball, era el quarterback estrella, era un tipo alto y musculoso, Ryan es mi novio desde hace dos años y el fue el que me convenció a venir a esta universidad, donde cursaba el primer año de medicina veterinaria, era el típico chico apuesto y guapo, estrella principal del equipo, alto, fornido, tez blanca, de ojos azules y melena rubia.
—Hola —hice un ademán con la mano agitandola, para saludarlo desde lo alto de las frías y duras bancas del campo de juego. —Era otoño y las hojas caían, el viento frío de Maryland, se las llevaba sin rumbo fijo—. Tapizaban el suelo, embelleciéndolo en tonos naranjas, amarillos y marrones.
Para mi esperarlo era de lo más aburrido, verle practicar no me producía ninguna emoción, pero aun así lo hacía porque me lo pedía y como no tenía amigos, era esto o la soledad.
Mientras lo hacía intentaba repasar mis lecciones, o leer mis novelas cursis y románticas, entonces fue ahí la primera vez que lo vi, era el año 1997.
Un día perfecto, de sol radiante, y el cielo de un brillante azul, la mejor escena para un hombre tan perfecto, corría al rededor de la pista, llevaba pantalones deportivos y una camisa negra de algodón con cuello en "v", totalmente ceñida a su cuerpo, de lejos, no podría apreciar bien sus facciones, pero era un hombre ardiente, se notaba en sus brazos, y en su trasero.
Lo seguí con mi mirada por varios minutos, recorriendo cada centímetro de su delgado y bien esculpido cuerpo, simplemente no podía quitarle la vista de encima, ese hombre me había cautivado por completo, llenándome los sentidos y apoderándose de mi mente.
Recorrió la pista una... dos... tres veces, hasta que se detuvo en la meta señalada, donde quedaba justo frente de mi.
Caminó hacia una banca de madera, sacando una botella de agua de su bolsa deportiva, pero antes de beberla tomó su camisa y, levantándola por el dobladillo inferior limpió el sudor de su frente... mis ojos se abrieron como dos enormes platos ansiosos ante la espera por saber que había debajo, la levantó hasta su frente, entonces mis sangre hirvió, el pulso se me aceleró y mi garganta se secó al ser revelado su perfecto y magnífico abdomen de acero
—uuff —la sangre empezó arder, a quemar literalmente por mis venas.
Pero después se me fue de un tirón a los pies cuando me pilló comiendomelo con la mirada, rápidamente la desvié, pero fue inútil, el sabía que disfrutaba de esa erótica escena donde él era el protagonista, así que volví mirale.
Me estaba viendo, con una espectacular media sonrisa y una mirada sombría y perversa, que de un segundo a otro me dejó helada, pasmada, me robó el aliento, luego hizo una leve inclinación de cabeza y siguió en lo suyo, segundos después una morena exuberante apreció en cuadro, estropeado mi video clip personal.
La muy zorra se le acercó de una manera provocativa, devorandolo con sus carnosos labios rojos —¿y tú que pensabas? Que ese niño bonito estaría soltero... obvio que no —debo confesar que me ilusioné y fantaseé con el por unos instantes, después me sentí fatal por que ambos teníamos pareja —¿acaso eso me convierte en una zorra?—. Bueno no le hacía daño a nadie deleitarme con ese manjar.

No lo volví a ver.
Pero desde ese día, estaba en mis sueños, y a cada hora del día en mi cerebro.

Tres semanas después, yo salía del laboratorio, y como era una costumbre mía ser tan distraída me devolví por mi libro que había dejado sobre la mesa, cuando lo tomé salí corriendo hacia el pasillo, y apenas al poner un pie fuera del salón choqué con aquel hombre, el que era dueño de mis pensamientos y que sin haberle dado permiso se había quedado en ellos.
Por el golpe, di unos pasos en retroceso
—hey —dijo molesto, pero en cuanto me reconoció su semblante cambió y me sonrió, las bragas casi se me caen, si no fuera porque llevaba vaqueros, sabrá Dios que sería de mi.
—lo siento, no fue mi intención
—tú —dijo entrecerrando los ojos y apuntandome con su índice, mientras los agitaba de arriba abajo, tragué con dificultad— si, eres tú, la chica de las gradas que casi me desnudaba con la vista —dios mío tenía una voz muy varonil y seductora. Mi cara se ruborizó.
—yo... —sacudí la cabeza— no se de que me hablas —fingí
—no te avergüences, nena —se burló— es imposible no verme ¿eh?
—¿disculpa? ¿a caso te sientes la octava maravilla?
—pues en la forma en la que me devorabas, parece que lo era
—pedante —gruñí. su comentario me hizo cabrear, y pasé por encima de él golpeándolo con mi hombro.
Caminé hacia la salida, alejándome del bullicio estudiantil, envolviéndome en la madre naturaleza, absorta en mis pensamientos. —Oh Dios mío, este hombre me ha descolocado—. Tenerlo tan de cercas e inhalar su exquisito aroma, digno de un hombre sexy, pero lo mejor parte fue en haberme perdido en sus ojos verdes aceitunas con matices naranjas y marrones, cuyos ojos los adornaban unas larguísimas pestañas, y su precioso rostro portaba una bella nariz alargada y afilada, que hacían juego con unos labios carnosos y bien definidos, verle de cercas fue hasta ese día, lo mejor que mis ojos habían percibido nunca antes. No sólo tenía un cuerpo hermoso si no que era guapísimo, lo que le sigue de eso, si la belleza que poseía ese hombre fuera un delito, su condena sería perpetua.
Caminé sin rumbo fijo y llegué a un lugar del campus en el cual jamás había estado, lleno de altísimos árboles, donde los rayos del sol apenas podían colarse entre las hojas, la naturaleza me atrapó.
Cerré mis ojos alcé la cabeza y respiré profundo.
—es hermoso, ¿cierto? —rápido mi cerebro reconoció esa voz incomparable, para mi, era una dulce melodía que acariciaba mis oídos. Volteé pasmada, no me di cuenta que me había seguido
—si. Muy hermoso —contesté muy apenada, además de nerviosa, pues tenía una encantadora sonrisa
—soy Derek —estiró su brazo—-
Derek Romanov de neurocirugía.
—Jade Lane —y estreché mi mano con la suya, el contacto fue electrificante— medicina veterinaria —apenas pude decir, pero el no quitaba su mirada de mi, y tampoco soltaba mi mano
—hermoso nombre
—gracias —arrebaté mi mano de la suya
—pero tu lo eres mas —¡santo cielo! Esa simple oración me hizo perder la razón y casi, también la bragas
—pues gracias... otra vez —carraspeé
—disculpa mi comportamiento, no pienses que soy así, pero es desde que te pille mirándome, me he estado preguntando ¿por que una chica tan bella como tu me mira así?
—yo bella —enarqué las cejas— ¿bromeas? —y es que como alguien como él, tan perfecto, tan sensual podría decir que yo le era bella
—No —frunció el ceño confundido— ¿por que no lo crees? eres muy bella —me escaneó de arriba a abajo, y de nuevo hacia arriba, muy lentamente, luego invadió mi espacio personal, inclinó un poco su cuerpo y me dijo al oído— además de muy sexy —¡oh por Dios! Que calor.
Después reaccioné, yo tenía novio y no era apropiado estar coqueteando con un chico, al que no conocía
—no creo que a tu novia le agrade que estés coqueteando, y pensándolo bien a mi novio tampoco le agradará
—sólo admiro a una chica ¿que hay de malo en eso? Además, Kisha no es mi novia
—pero los vi besarse
—¿y? Un beso No te compromete a nada... Solo follamos, es todo —la mandíbula casi se me cae al suelo, que sutileza de revelación
—hmm mucha información —se carcajeó
—¿tu no follas con alguien que no sea tu novio? —este tipo no se anda por las ramas 
—no quiero sonar grosera, pero no es de tu incumbencia
—vale tienes razón. "Cosa", te veo luego —me guiñó un ojazo verde ¿cosa? Eso soy para el
—¿eso soy para ti, una cosa? —me sonrió y se fue
Dejándome aturdida, confundida, pero a la vez tan extasiada.
Ese pequeña conversación, me puso los sentidos al límite, nunca nadie me había puesto así tan nerviosa.

2012:
Miraba una foto de cuando éramos jóvenes, Derek y yo tan enamorados, solo nos bastó un mes para descubrir que estábamos locos del uno para el otro, y ahora todo se había derrumbado.
Tirada en mi enorme cama, de mi enorme habitación de paredes blancas, en la cual el sol entraba por el enorme ventanal que iba desde el techo al piso, decorada con los mejores muebles de la mejor madera en color negro, que contrastaban con el blanco. Esa misma habitación la cual era testigo de todos nuestros encuentros eróticos, de nuestras alegrías, sueños realizados y otros no, donde lloraba amargamente su traición.

Cuando Las Hojas Caen  (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora