capítulo 83

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La quería. Quería a camila . Era una adicta a ella y no por el sabor de su sangre sino por todo lo que venía en el paquete. Su compasión, su sentido de la justicia, su lealtad, su sentido del humor... su calor.
Se levantó del sofá y se acercó al ventanal. El sol ya se había escondido y sólo quedaban en el cielo los colores eléctricos de un precioso atardecer.
Camila  estaba muy enfadada con élla. Y no era para menos. Se comportaba como una  egoísta y no estaba siendo comprensiva con ella. Hacía sólo cinco días que se había convertido, era una cachorra, una bebé necesitada de mucho cariño y arropo, y ella sólo le exigía cosas, como muy bien le había echado ella en cara.
Esa actitud defensiva y machista se lo provocaba el miedo a perderla. Desde el momento en que la había visto, aun sabiendo que ella era su enemiga —o al menos creyéndolo entonces, —la joven la había encarado y la había puesto en su lugar más de una vez y, desde que se cruzaron sus miradas, élla la había deseado y reclamado como suya.
Y ahora que había estado en su cabeza, que se conocían más íntimamente, todo le gustaba de ella. Incluso cuando se enfadaba con élla y se ponía como una fiera, eso no sólo le gustaba sino que la ponía erecto como un mástil.
Pero cómo reconocer todas esas cosas, cómo admitirlas. Lauren  no se atrevía a ceder el control a nadie y menos a aquella que más poder tendría sobre ella, camila .
¿Podría confiar en ella como para entregarse por completo? Y lo más importante: ¿Podría ella llegar a amarla y confiar en élla ?
Seguro que no, si seguía siendo una mujer  manipuladora, cruel y posesiva. No le extrañaba nada que ella no quisiera ser parte de ella, debía recordarle a simon.
Soltó un gruñido de impotencia. Cece  seguía sin aparecer. Simon seguía vivo y según había contado taylor Austin  había hablado por teléfono con camila. Perseguían a su cáraid, la atacaban y encima sabían dónde vivía su hermana. ¿Y ellos a cambio qué tenían? Nada.
Con más rabia de lo que quería admitir, cece cada vez parecía más sospechosa. Tenía el presentimiento de que esa noche, en dos horas exactamente, todo empezaría a aclararse. Pero ¿qué pintaba cece en todo eso exactamente?
Se aclararía incluso su relación con camila. Sobre todo su relación con esa descarada de ojos lilas que no hacía más que decirle cosas feas y dolorosas, y que la enfurecía y la debilitaba por igual en un abrir y cerrar de ojos. Después de lo que habían planeado para The Ivy, iría a ver a camila.
María curaba las heridas de camila  con mimo y determinación. La joven hacía esfuerzos por no quejarse y asustarla, pero cada puntada de la aguja en su hombro era tan lacerante y dolorosa como la anterior.
—harry  y dinah se han quedado dormidos. Les di un té relajante, receta de mi madre, que es mano de santo.
—Gracias, María, por todo —agradeció con sinceridad.
—No se merecen, niña. Tus amigos te quieren mucho y creo que esta visita a Londres no la van a olvidar nunca. ¿Se va a quedar aquí para siempre, señorita camila?
No lo sabía. De hecho, tenía varias propiedades interesantes que ver. Sin embargo, aunque ahora corría peligro estando allí, Londres no le desagradaba. A excepción del clima, la ciudad le encantaba.
—Sí, por ahora —contestó frunciendo los labios para no gritar de dolor.
—Me alegra oír eso. Me gusta verla aquí. Santa madre de Dios, chiquita —murmuró la mujer muy preocupada. —Su padre venía con estas heridas y a veces pensaba que lo que fuera que hiciese por las noches debería de ser muy importante para que valiera la pena ser maltratado de ese modo.
—Llámame camila . Tutéame, por favor. ¿Tú... lo curabas?
—Huy, sí —contestó María dando otra puntada. —Aunque no servía de mucho mi ayuda, porque después de dormir todo el día, sus heridas habían cicatrizado completamente como por arte de magia. Deseo, mi niña, que a usted... que a ti te pase lo mismo porque esto tiene que dolerte.
Camila  apretó la mandíbula para soportar la última estocada. No, a ella no le pasaría lo mismo hasta que lauren  no la alimentara. Su padre había sanado porque hasta entonces todavía no había conocido a su madre y no habían realizado el perteneciente cambio de sangre para la vinculación. Camila sí. Y lo necesitaba con todas sus fuerzas. Deseaba tomar a lauren  y morderle por todo el cuerpo, beber de ella, de todos sitios. Al imaginársela desnuda y ella encima de élla  saboreandola, sintió que los pezones se le endurecían. Maldiciendo entre dientes se levantó de la silla del tocador y dejó a María con el hilo y la aguja en la mano. —¿Qué te sucede, pequeña? —preguntó la mujer. —Necesito un baño... —susurró acalorada apartándose el pelo de la cara. —Está bien —asintió recogiendo el botiquín de enfermería. —¿Quieres que te prepare la bañera?
—No, me apetece estar sola. Muchas gracias.
—Como quieras —se acercó a ella y sin mediar palabra la abrazó y la besó en la mejilla. —Yo cuidaré de ti mientras ella no lo haga.
Camila  dio un respingo entre los brazos de la mujer. —Soy una mujer, niña —le explicó acariciándole la cara. —Y percibo muchas cosas.
Camila  apartó la mirada, más avergonzada de lo que deseaba. —lauren  te necesita y tú la necesitas a élla. Es muy sencillo. —No lo es.
—Claro que lo es —insistió ella. —No se puede luchar ante el verdadero amor. Por él, se arriesga todo, todo —repitió María misteriosamente.
—Eres una mujer muy extraña, María —la miró fijamente a los ojos y entonces percibió algo de ella. Había sido hermosa y todavía lo seguía siendo. Sus ojos negros parecían infinitos y eran realmente magnéticos. —¿Qué eres, María? ¿Quién eres? Tú... sabes cosas. No me engañas.
—Sólo soy una mujer que ha aceptado todas las realidades que conviven en nuestro mundo. No me da miedo lo que eres, como tampoco me dio miedo tu padre. Supongo que he aceptado que humanos y seres de otras procedencias viven juntos y que lo único importante a saber sobre ellos es la verdadera naturaleza de su corazón. No me parece nada descabellado saber que hay muchas razas de seres. ¿Y a ti? —arqueó las cejas amagando una sonrisa de complicidad. —Tampoco tengo interés en saber qué eres tú. Sólo me importa saber que estás en el bando de los buenos. Yo lo estoy —le guiñó un ojo. —¿Lo estás tú?
Camila  entendió que María iba a ser muy importante en su vida y deseó tenerla a su lado para siempre. Agradecida por aquellas palabras, la abrazó con ternura.
—Sí, por supuesto. Eres un regalo, María. Entiendo que mi padre confiara tanto en ti. María asintió y sonrió.
—Nunca te traicionaré, camila . Podrás confiar siempre en mí. Ahora — le tomó la barbilla con dulzura — te llenaré la bañera, le pondremos sales arrutadas y descansarás en tu camita. —Pero no puedo... —replicó ella. —Tengo que salir esta noche.

Almas gemelas (camren G!p adaptacion)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora