capítulo 90

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—¿Me quieres avergonzar otra vez? —preguntó llena de incertidumbre.
—¿Qué? No, yo no... —lauren frunció el ceño. No esperaba que ella contraatacara con esa pregunta.
—¿Quieres insultarme? ¿No has tenido suficiente humillándome esta mañana? —repitió con los ojos lilas llenos de dolor. —No, camila ...
—No, claro. Tú nunca tienes suficiente —se apartó de su lado y corrió a coger una copa de cristal de bohemia. El corazón le dolía tanto que le costaba hasta respirar. —Olvidaba que eres un auténtica cabróna saboteadora—se cortó la muñeca con los dientes ante la mirada atónita de lauren  y empezó a llenar la copa con su sangre. —Acabemos con esto rápido... —sentenció con un siseo de dolor y de horror ante lo que estaba haciendo. —No vas a reírte más de mí —cuando la copa estuvo suficientemente llena, miró a lauren  y sintió una punzada de arrepentimiento al verla con tan poco autocontrol.
A lauren se le oscurecieron tanto las pupilas que el verde amarillento de sus ojos se tornó esmeralda. Aquello era doloroso y ruin a partes iguales. Furioso con ella y consigo mismo, apretó los puños con fuerza cuando camila  le ofreció la copa con su sangre vital. Ella estaba tan o más nerviosa que ella.
—¿Crees que esto va a calmarme? —gruñó ella entre dientes.
—Debería —afirmó ella con todo el temple del que fue capaz. —No hay nada por lo que puedas descontrolarte, lauren . No entiendo qué puedes querer más de mí si, como bien has dicho esta mañana, soy sólo una niña caprichosa y miedosa, una que se ha sobrevalorado mucho, que me creo irresistible y que por lo visto no tengo lo que hay que tener para hacer que te caigas de rodillas ante mí. Seguro que no soy tu cáraid entonces —se encogió de hombros aparentando indiferencia.
Lauren  dejó escapar un largo suspiro y todo su cuerpo empezó a temblar.
Camila  observó cómo todo ello se estremecía, como si estuviera a punto de estallar y liberar algo muy peligroso.
—Me dijiste que estaba cachonda y que actuaba como una... como una... —cerró los ojos y tragó saliva. Era incapaz de repetir todas las palabras venenosas que ella le había escupido.
La copa de sangre desapareció de sus manos para ir a parar directamente a la boca de lauren . Ésta cerró los ojos de modo placentero y disfrutó al sentir que el sabor de camila  se deslizaba por su garganta. Se relamió y tiró la copa con furia contra la pared, por lo que se rompió en pedazos diminutos.
—A la mierda el vaso.
—Tú... maldita hija de... —gritó camila  enfurecida con élla.
Lauren  tomó a camila  por los hombros y la llevó a rastras hasta la otra esquina de la habitación. Camila intentó soltarse, pero lauren no la dejaba. Cuando la aplastó contra la pared, la obligó a darse la vuelta con brusquedad y la dejó de espaldas a élla.
Camila  sintió cómo lauren se aplastaba contra ella y deslizaba una de sus enormes manos por sus muslos para cerrarla sobre el camisón amarillo y alzarlo con descaro. —¿Qué haces? —susurró ella. No tenía miedo, no estaba asustada.Sólo sentía que la ira la arrollaba con una pasión fogosa que corroía sus entrañas. Lo odiaba. Y, sin embargo, deseaba todo lo que ella pudiera darle. —No te he dado las gracias por salvar a mi hermana.
—No lo he hecho por ti...
—camila ... —ronroneó lauren  contra su oído mientras apretaba su verga contra las nalgas prietas de ella. —Ya lo sé. Hoy me han dado con uno de esos paralizantes de los que hablamos esta mañana —le explicó hundiendo la nariz en su pelo. Camila  se quedó quieta ante la noticia. — Señor, que bien hueles —coló su inmensa mano por debajo del camisón, recorrió todo su muslo hasta la cadera en una larga y lánguida caricia. Tocó su piel suave y tersa, levantó la prenda con ese movimiento y hizo que se arremolinara toda sobre su cintura.
Lauren  quería verle las nalgas desnudas pero se encontró con unas braguitas de seda del mismo color que el camisón.
—Suéltame, lauren ...—le chilló ella desesperada. —No... no me hagas esto, por favor.
Lauren no atendía a nada que no fuera el cuerpo de aquella mujer. Le acarició las nalgas con posesividad y sonrió. Ella era la dueña de esas carnes tan bien puestas. Élla  era la única que podía disfrutar de camila.
—Por suerte —continuó sin dejarla de acariciar, —tu abuelo me administró el otro veneno de choque.
—¿El otro...? —susurró camila frunciendo el ceño y envarándose al recordar. —Madre mía... Suéltame ahora mismo.
—Sí. Podría ir a desahogarme con cualquier mujer. Pero estoy aquí porque la única en quién puedo pensar y la única a quién deseo eres tú —coló los pulgares entre sus braguitas y las deslizó poco a poco por sus piernas, dejando al aire ese trasero tan sexy y respingón. Su respiración se dificultó. —Cálmame, camila . Alí... alíviame... Demuéstrame que eres mi cáraid —rozó con los dientes su garganta. —No me queda autocontrol —apoyó la cabeza en la nuca de la chica. —Sé que tú también me deseas, camila. Con una fuerza que incluso asusta. Lo sé porque a mí me pasa lo mismo.
Ella quiso salir de ahí antes de que fuera tarde, pero lauren  la aprisionó con más fuerza. Con un movimiento rápido se mordió la parte interna del antebrazo y la colocó delante de camila . Camila se quedó paralizada ante la visión y sintió cómo los colmillos se agrandaban en su boca. —Cuidado, lauren . O soy una niña o soy una mujer. Elige, no puedo ser las dos cosas. Tú me dijiste que no era una mujer y eso te convierte en un pederasta, ¿sabes? —Eres mi mujer. Te necesito.
—Pero según tú, yo sólo estoy cachonda —recordó ella con despecho. —Necesito unas cuantas duchas frías.
—Sí —contestó él acercando el antebrazo a los labios de camila  —Y has seguido mi consejo. Tienes el pelito mojado y la piel fresca y... y suave... —gruñó para sí cuando deslizó las braguitas por los tobillos y se las tiró a un lado. —Pero no es suficiente. Me necesitas a mí, camila — pronunció su nombre con un lamento doloroso y frotó su nariz contra el hombro sano. —¿Qué quieres que haga? —graznó ella inclinándose hacia su antebrazo.
Su sangre, su olor, su fortaleza, su voz... todo en él la hechizaba y la doblegaba a su voluntad. —Bebe de mí. Por favor... Por favor, camila ... —suplicó deslizando el otro brazo por su estómago y apretándola contra ella. —Estás herida y quiero curarte. Déjame entrar en tu mente, no te cierres a mí. No lo soporto.
—Y yo no te soporto a ti —contestó como una fiera.

Almas gemelas (camren G!p adaptacion)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora