CAPÍTULO 4:
"Bed Stuy 4:00 a.m."
Wabes
El Diablo.
Me es fácil, me gusta lo fácil, las mujeres, el dinero, la droga, el placer y la muerte, sí que me gusta.
El cretino de Jacko se larga en cuanto rechazo su propuesta de una sociedad entre él y mis territorios, se notaba que estaba totalmente furioso, ¿pero... a mí qué? También me dijo sobre una mujer, proveniente de la trata de blancas extranjera, la cual ascendería mis ganancias y mi clientela al máximo. Pero he declinado. Aquí no hay nadie en contra de su voluntad.
Remodelé el burdel, importé a nuevas putas para que les abran las piernas a mis socios. Demasiadas, me he acostado con demasiadas, he metido mi pene en demasiadas.
¿Y adivinen qué?, sigo sin saciarme.
Incluso me di la puta paciencia de buscar a un imbécil igual que Sam para que atendiese el bar, desde que lo asesiné a mi ex-barman todos reclamaban por su "alegre" personalidad, así que Diego es el doble menor perfecto.
Aún no estoy seguro de cómo funcionan las fases de la maldición, pero puedo controlarlo, puedo controlar mi mente y mi sistema a mi antojo. Lo que me lleva a ser, desde un empresario exitoso y con los pies bien puestos sobre la tierra, hasta un loco desvergonzado en segundos.
Michael, uno de mis guardaespaldas me trae un habano, el cual, pongo en mis labios y él mismo lo enciende para mí. Pero algo llama mi atención, o mejor dicho alguien. Jacko cruza unas cuantas palabras con un mequetrefe flacuchento, están de espaldas, y una mujer está colgada del brazo de ambos. Ella acapara mi atención al instante, su cabello suelto a un lado de sus hombros, tal cual chocolate negro me trae de nuevo a la realidad. Recorro con la mirada la piel bronceada de su espalda, sigo mirando hasta llegar a su trasero, lo sentaría sobre mí pene ahora mismo, tiene caderas hermosas, y una cintura la cual estaría dispuesto a apretar toda la noche.
Suelto una bomba de humo mientras sigo contemplándola, quien quiera que sea, me ha puesto duro.
-señor, hay una nueva- me comenta Michael. Asiento, dejo entre sus dedos mi habano y salgo del balcón.
Bajo las escaleras. Ésta erección de mierda que me ha dejado esa desconocida debe ser complacida.
Gustavo, el tipo rudo de seguridad, se encuentra cruzado de brazos fuera de la oficina adicional.
-muévete- doy pasos hasta él.
-claro, señor- se aparta y puedo llegar hasta el picaporte de la puerta, la cierro a mis espaldas y me encuentro a una pelirroja sentada de espaldas, esperando por mí.
Cabelleras rojas, me encantan, se asimilan al infierno en el que ardo.
- Es un placer- murmuro a sus espaldas.
Se percata de mi presencia y se pone de pies, dándome la cara.
-el placer es todo mío- me mira de pies a cabeza. Yo, observo su caro vestido en tonos grises – soy Adria.
No puedo despegar la mirada de su figura, de alguna manera su piel clara me atrae, los ojos avellana en los cuales me reflejo me dicen que la pasión reina a ésta mujer, y las manos delgadas que juegan con el corsé de su vestido me incitan más de lo permitido. No es de mis favoritas, pero valdrá para una noche y de seguro, los clientes enloquecerán, hasta ahora no ha llegado una con cabello rojo.
-sabes... que hay una prueba para permanecer en el Wabes ¿verdad?- cuestiono mirándola descaradamente, ahora que caigo en cuenta, a ninguna mujer le ha incomodado que la mire así.
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EL DIABLO II
RomanceTengo los demonios que buscas. Malo por nacimiento, cabrón por elección.