CAPÍTULO 10:
"Bed Stuy, 23:50 p.m."
Wabes.
El Diablo.
¿Qué sabor tendrá la mente de Monserrat?
Sonrío con el vaso de cristal entre mis dedos.
Me urge desvestirla.
Lo haré pronto... muy pronto.
-¿Cómo está?-
-Bien, confórmate con eso- sigo bebiendo, desde aquí puedo apreciar todo el show de ésta noche.
Desde mi sillón especial.
-Diablo...-
-Adiós, Diego- hago una despedida con mi mano y Diego es sacado por Michael de mi campo de visión.
Toco mi barbilla con la vista fija en el escenario.
Todas con alas, cómo si eso influyera en algo bueno a la mierda con la que vivo todos los días.
Monserrat ya tenía que haber salido, es tarde y mi paciencia se agota conforme las perras bailan en el escenario y ella no aparece. Ya debería escuchar los latidos de su corazón sin importar el volumen de la música. Y nada. Pienso en ir a su habitación y traerla a la fuerza.
Paso mi mano haciendo mi cabello hacia atrás por sexta vez.
Sólo con pensar que se atreve a desobedecerme entra en mí una ira indescriptible.
-Señor. Luigi y otro sujeto están aquí- Gabriel se acerca a mis aposentos –Dicen que es importante.
La última en entretener a los clientes es Adria, quien antes de retirarse me manda un beso.
-Que esperen en mi oficina, enseguida voy-
Las luces cambian de tonalidad, a azulados.
Ella llama mi atención al instante, al fin sale y todos quedan deslumbrados, los latidos que reclamé me satisfacen ahora. Sus pechos están apretados, y sus caderas se mueven al ritmo de la música mientras todos silban en su dirección.
Sonrío con la vista clavada en ella, en sus pasos, en sus pechos y en todo lo que pueda devorar mi vista mientras su piel permanezca expuesta ante mí.
Me mira y mi sonrisa maliciosa se agranda, no se imagina todo lo que quiero hacerle.
Sin duda es mi mejor mercancía.
Kalipso.
Francis me ayudó con todo para ésta noche. Esto no es diferente a como era en el Calipso, aunque este lugar es más elegante y se supone que todos estos hombres son más adinerados que los clientes de mi anterior trabajo, siguen siendo los mismos cerdos de siempre. Hombres, aunque tengan más dinero y más poder son los peores.
Los odio.
Odio la manera obscena en la que siempre piensan, odio saber que en su mente todos estos tipos están desnudándome. Incluso él, su mirada lo delata. Está sentado en su típico lugar, como el Rey, aun así, me sonríe, me sonríe sólo porque estoy en ropa interior mostrándome ante él, como si fuese una droga que en cualquier momento probará.
No puedo pasar por alto que, ha dicho mi nombre.
¿Cómo supo mi nombre?
Termino, y salgo de la vista de todos.
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EL DIABLO II
RomanceTengo los demonios que buscas. Malo por nacimiento, cabrón por elección.