III

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CAPÍTULO 3:

"Bed Stuy 1:00 a.m."

El Diablo.

Mataría, mataría una y mil veces por mantenerme oculto.

Pero eso ya lo saben muy bien.

Ya no soy lo que era antes. Ya no me mueven los mismos instintos de antes.

Desde que escapé de mi condena al reclusorio, no he hecho más que esconderme cómo una puta rata en los rincones más meticulosos del Bed Stuy, y con ello me refiero a que, he pasado éstos meses en los túneles bajo la iglesia, en los pasadizos secretos de los cuales sólo sabíamos el padre Tomás y yo.

Tuve que reprimir la necesidad de volverme loco, saliendo a la luz tan sólo unos contados minutos, con el objetivo de encontrar nuevos servidores. Sin embargo, tanto tiempo en las tinieblas, me han ayudado a dominar lo que soy, me han ayudado a dominar mi maldición.

Así que ahora, tomaré ventaja de eso.

Ya que la policía tiene un registro de mi imagen cómo un hombre lleno de tatuajes. Las fotocopias tituladas "se busca" muestran a un tipo tatuado los huesos de su cara y cuerpo, la descripción está acoplada a esa imagen. Y yo, puedo manipular tanto mi forma tatuada, cómo mi forma normal y absorta de tinta.

Escucho a los autos pasar, las escasas personas a esta hora, desde aquí se ven diminutas. Suelo salir a pasear en las madrugadas, suelo hacer todo tipo de cosas mientras dure la oscuridad. Las pesadillas de antes ya no son un problema para mí, han dejado de torturarme desde que he dejado de dormir.

Inhalo con suficiencia un poco del embriagante olor a marihuana que desprende mi pequeño porro encendido, y miro las luces de la ciudad viva antes de dejar salir el humo de mi sistema.

Ya no me ocultaré más. Ha llegado la hora, ha llegado el momento de volver a controlar mi vida y mi mundo.

Desde que caí preso, el Bed Stuy está al puro estilo de Las Vegas, sin embargo el edificio sobre el cual me encuentro, es el más abandonado de la zona, es más, está a punto de ser demolido.

Luego de fugarme aquel día, pude recuperar los maletines con el dinero que enterré en aquella playa, en la cual tuve de rehén a Alex. He sobrevivido con eso, pero se me están agotando los recursos. En cuanto a mi auto, no lo encontré, supongo que los malditos oficiales se lo llevaron cómo parte de evidencia.

Paso la mano por mi cabello mientras contemplo una vez más el ambiente de ésta madrugada.

-usted ordena, señor.

Soy un maldito prófugo, los policías esperan a que pase desapercibido, pero yo no soy alguien que pasa desapercibido.

-compra la compañía- le doy un último vistazo a los documentos que traigo entre manos para devolvérselo a Michael, mi nuevo Bran –quiero probar algo nuevo.

Tengo a mucha gente trabajando para mí, tanta, que me arriesgo demasiado a ser traicionado.

Kalipso.

Observo cada señalización, cada peatón y cada detalle enteramente desconocido para mí a través del vidrio polarizado de la camioneta. Nunca había salido de Colombia, en sí, nunca había salido del horrible lugar en el que me mantenían cautiva. Mi vida se lograba entre las cuatro paredes de la habitación de un hotel y el transcurso de retorno al burdel de cuarta en dónde permanecía.

Hasta ahora, sé que, debo ganarme la confianza del tal "Diablo", a quién Jacko tiene planeado entregarme, luego de esto, debo arruinar sus negocios dándole la información a Jacko, para que así, quien surja a la cima del Bed Stuy y sabotee al Diablo, sea el mexicano. Claro, después de usarme para acabar con los jefes de todas las mafias en éste lugar, incluido un tal "Escorpión", pero él será mi siguiente objetivo. Según Jacko, primero se debe derrocar a la cabeza, en éste caso, El Diablo. Y así, cuando haya satisfecho los ridículos caprichos de Jacko, obtendré mi "libertad".

EL DIABLO IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora