CAPÍTULO 8:
"Bed Stuy, 9:56 a.m."
Wabes
El Diablo.
Veo a Adria encima de Kalipso, propinándole cachetadas, una tras otra. Diego trata de sostener a Adria pero parece una niña gritando por que paren.
A mí, me parece divertido, las mujeres hacen ridiculeces por la atención de un hombre.
Adria empuja a Diego, y Kalipso aprovecha esto para tomar del cabello a la pelirroja, entonces la arroja al suelo, luego noto que hay un hilo de sangre cayendo desde la ceja de la morena. Adria clava sus uñas en el cuello de Kalipso y es la gota que derrama el vaso.
Me levanto y aviento el vaso con whisky en el suelo cerca de ellas, todos se quedan en silencio y las dos locas permanecen quietas, antes de que vuelvan al ring, tomo a Kalipso por la cintura y me las arreglo para arrastrarla hasta las escaleras mientras maldice y patalea.
-¡Quédate quieta, maldita sea!- llegamos hasta mi oficina, cierro de un portazo y la tiro sobre el sofá.
-¡déjame!- su cabello no me da una buena vista de su rostro.
Corre hacia la puerta y tomo su brazo evitando que llegue a su propósito.
Esta niña está acabando con mi paciencia.
Tomo su cuello entre la palma de mi mano. La vena de su cuello se marca y comienza a jadear en busca de aire mientras rasguña mi mano.
-jodida gatita, es lo único que sabes hacer: dar problemas y clavar tus uñas donde te place- su rostro está tornándose morado – me gustaría que uses tus aruños en mi espalda cuando te folle- entonces escupe a mi cara.
Choco mi puño con la pared que hay detrás y ejerzo mayor fuerza en ahorcarla. La voy a matar, la voy a matar y eso me llenará aún más de lo que me ha llenado matar a nadie.
Kalipso.
No puedo respirar, siento como mi garganta se cierra debido al apretón de su mano. Lo único que puedo ver son sus ojos oscurecidos y me pierdo en ellos, en sus pupilas agrandadas mirándome fijamente cómo si quisiera colocar una bala en mi entrecejo ahora mismo, el aire entrecortado entra escasamente a mi sistema y lo único que puedo hacer es dejarme llevar por sus brillantes ojos, he de dejarme envolver una vez más por la impotencia, ya que mi fuerza es sobrepasada y es relevante el hecho de que tan sólo soy una ficha en un tablero de ajedrez en el cual, los dos reyes me tienen cómo su cuartada.
Estoy a punto de desmayeser, de darme por vencida... pero me suelta, suelta su agarre en mi cuello y el aire se riega por mis pulmones en una aspiración desesperada. Caigo de rodillas al suelo tocando mi cuello y tosiendo a la vez.
Michael aparece en el marco de la puerta, ni siquiera caí en cuenta de cuando irrumpió en la oficina.
Lo único que consigo por parte del Diablo es una mirada llena de odio, y la mía hacia él no es diferente.
El hombre cuarentón de traje me mira con pena. Ambos salen de la habitación y yo solo puedo concentrarme en sosegar el dolor en mi ceja y en mi cuello.
Acepté el trato del Diablo sólo para librarme de él durante el día, al final Jacko lo matará con suerte y yo, aceptaré la ayuda de Hudson.
Pero no puedo arriesgarme ahora. Si le digo a Hudson lo que en realidad pasa, lo pondré en riesgo. Debo actuar natural, normal, almenos por unos cuantos días, antes de decirle a Hudson que el mismo Diablo me envió a destruirlo. Por ahora debo encargarme de planear muy bien lo que voy a decirle a Hudson, debo arreglármelas para que crea que sigo trabajando en las noches.
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EL DIABLO II
RomanceTengo los demonios que buscas. Malo por nacimiento, cabrón por elección.