CAPÍTULO 20:
"Bed Stuy, 23:09 p.m."
Valles.
El Diablo
Horas antes
Aprovecho para hacer una parada en mi casa. No se encuentra absolutamente nadie, todo el lugar está envuelto en un exorbitante silencio.
Entonces recuerdo a la abuela en mi anterior casa, preparando la comida mientras tomo mi ducha. Pero sólo son recuerdos.
Me dirijo hacia los escalones, y por consecuente a mi nueva habitación. La casa está centrada en los valles del Bed Stuy, en un conjunto elegante y refinado, la construcción no ocupa mucho espacio así que el terreno que la rodea puede ser convertido en algo más que césped y árboles.
En el armario lo único que hay son trajes de oficina y una que otra chaqueta de cuero para mis días libres. Busco un pantalón que no sea formal y una sudadera para ir a cerrar los asuntos en el aeropuerto.
Abro la puerta del baño de la estadía, es inmenso, pero decido ocupar tan sólo la ducha, esta noche. Me deshago de mi traje incómodo para luego entrar en el agua, está tibia y recorre todo mi cuerpo de manera relajante. Pienso en todo lo que he dejado atrás, es inevitable no pensar en la Sra. Nash cuando estoy en ésta casa, le habría gustado la cocina, hasta tiene escondites que serían perfectos para su escopeta.
Sonrío.
De pronto un ardor ataca mi espalda, justo en dónde cae el agua.
― ¡Mierda!― me quejo, puedo ver vapor saliendo de mi cuerpo.
Me alejo del agua al instante. Muevo el enfriador de agua, pero no hay efecto alguno en ella, está hirviendo.
Desnudo, salgo de la ducha tratando de secar mi cabello con una toalla. Entonces paso en frente del espejo y me detengo. Puedo ver que mi cuerpo sigue expulsando vapor aunque ya no esté en contacto con el agua.
Esto es jodidamente raro, y por jodidamente, me refiero a que ésta mierda tiene que ver con la maldición.
Miro fijamente mi reflejo en el espejo, el hombre en frente me sonríe mientras en su rostro se marca la calavera de siempre. Al principio pienso que, se trata de mí, pero en cuanto la calavera se torna verdadera choco mi puño contra el espejo haciendo que se rompa en pedacitos.
Dejo que el agua caiga en el lava manos y lavo mi cara, pero la mierdera sustancia quema mi piel en cuanto la toco, ahora estoy seguro de, que soy yo y no el agua.
Salgo del baño a velocidad y me visto de igual manera. Tomo una sudadera y huyo de mi habitación cómo de mi casa.
Sumerjo mi cuerpo en el auto y acelero, observando la autopista y la ciudad a medida que la recorro. Diviso la cruz que adorna la punta de la iglesia a la cual me dirijo.
Cuando llego, estaciono el auto en la acera, me aseguro de que el arma en mis pantalones se encuentre allí y tomo rumbo hacia el interior de la iglesia.
Todo sigue igual, incluso el suelo en dónde se encontraba tirado el cuerpo sangrante del padre Tomás está intacto y brillante. Llego justo al momento de la misa, noto que han asignado un nuevo padre ya y aprovecho la distracción de la gente para poner mis pies sobre la escalera trasera, la cual da a la oficina del religioso muerto.
Trato de girar el picaporte de la puerta, pero está cerrada. No pierdo tiempo, fuerzo la cerradura, y entro sigilosamente cerrando la puerta tras de mí, el escritorio está polvoriento al igual que las ventanas y los muebles cómo los cuadros atestados de crucifixión. Limpio cómo puedo el sillón detrás del escritorio y tomo asiento abriendo cada uno de los cajones del pequeño cuarto.
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EL DIABLO II
RomanceTengo los demonios que buscas. Malo por nacimiento, cabrón por elección.