Capítulo 25.
"Bed Stuy, 11: 03 a.m."
Penitenciaría.
El Diablo
Observo todo, cada centímetro de su cuerpo es escaneado por mis ojos, reparo especialmente en el par de esposas que trae Casian apresando sus manos, sin duda es él, y me mira, como si estuviese viendo a Madonna.
Irónicamente, ésta penitenciaría era a la que me iban a trasladar cuando estuve preso.
Quién sabe si me hubiese encontrado con Casian.
Me deshago de mi capucha y comienzo a caminar en dirección al hombre alto frente a mí.
No dejo de mirarlo ni por un segundo hasta que nos encontramos cara a cara.
Veo su respigada nariz en frente de la mía, tenemos la misma altura y el único latido que alcanzo a escuchar es el del mequetrefe que permanece a un costado de Casian.
― Leonardo...― su voz es áspera, grave y raspa mis oídos cuando se refiere a mí con mi verdadero nombre.
Perro.
Respiro un segundo, pero en ese mismo segundo, mi puño ya ha estallado en su cara con tal fuerza que, Casian retrocede. Me asquea llevar su maldito apellido.
Las manos del súcubo se apoyan en mis hombros, cómo si me estuviese dando ánimos. El hombre de seguridad se retira sin decir nada, como si fuese esclavo de una hipnosis.
Él endereza su postura mientras escupe a un lado la sangre que brota de sus encías y luego toca los anillos de una de sus manos con sus largos dedos. Finalmente, sonríe y la sangre demarca las divisiones en sus dientes.
― ¿Qué vienes a buscar? ― observa sus manos.
― A su padre― interviene la inoportuna rubia.
― Cierra la maldita boca― protesto señalándola. Mi vista regresa a Casian―. Sólo quiero respuestas, no te emociones.
― No tengo nada de eso, soy sólo un simple humano. El Diablo ahora, eres tú― me señala.
― ¡No me vengas con estupideces, Casian!― levanto el tono de mi voz―. Habla o te corto la garganta.
― ¿Crees que te tengo miedo? ― responde de vuelta y me impaciento, la sangre me hierve―. ¿Ya te salieron los cuernos y la cola? ¿Ya te obsesionaste con la sangre de las mujeres? ¿Ya...?
No puede terminar porque mi antes mencionada "cola" ha salido a mi rescate y ahora, está enroscada en su cuello. Sus pies están elevados en el aire y sus manos esposadas luchan por zafarse de mi agarre.
― ¡Sí, imbécil, cómo notarás ya tengo toda la mierda completa!― acerco su rostro al mío haciendo que sus pies rocen el suelo y agrego―: Ahora, púdrete, porque no me hacen falta tus malditas respuestas― desenvuelvo mi cola de su cuello y por ende, Casian se golpea el trasero en el suelo del patio.
Tose, tocándose el pecho mientras se pone de pies.
Comienzo a hacer camino hacia la salida.
― ¡Leonardo! ― llama a mis espaldas, pero hago caso omiso ― ¡Leo...!
― ¡No vuelvas a decir mi nombre en tu puta vida! ― giro y lo señalo con fuerza.
― ¡Regresa aquí! ¡Ahora!
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EL DIABLO II
Любовные романыTengo los demonios que buscas. Malo por nacimiento, cabrón por elección.