XXIII

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CAPÍTULO 23.

"Bed Stuy, 9:23 p.m."

Wabes.




El Diablo

― ¡¿Qué carajos le hiciste a Francis?!

Gino está en frente, yo me mantengo apacible detrás de mi escritorio y la rubia sólo observa el arma con devoción.

― ¡Gino! ― llega Francis hasta el marco de la puerta, su pecho sube y baja, y su respiración es acelerada. En cuanto se fija en mí, hace puño sus manos de muñeca y llega al lado de Gino―. ¡¿Dónde está Monserrat?! ― escupe furioso, noto que, en una de sus manos trae un pequeño móvil.

Gino baja el arma inconscientemente y observa extrañado a Francis.

Yo, no digo nada, no hasta que pueda procesar que carajos está pasando aquí.

― ¿Fue su culpa verdad? ― dice Gino de la nada ― ¡Fue culpa de la morena! ¡Por culpa de la tal Kalipso el Diablo te hizo eso! ― grita Gino en dirección a Francis mientras señala su ojo morado.

Claro, el golpe que le di a Francis ayer en la noche.

― Los problemas maritales se tratan fuera de mi oficina― hago un ademán con mi mano, echando a los dos peleoneros de la estancia.

― ¡TÚ! ― vuelve a gritar Gino observándome, enderezando la dirección del arma de nuevo hacia mí ― Si vuelves a tocarle un pelo a Francis te juro que...―

Esto ya ha llegado muy lejos.

― ¿Qué? ― me pongo de pies dando un golpe en mi escritorio ― ¿Vas a ahorcarme con una de tus rastas? No te atreverías a disparar.

― No me pongas a prueba, Diablo― responde cargando el cañón.

― ¡No! ― Francis baja el brazo de Gino, el cual sostiene el arma, de un tirón.

― Tal vez no te vaya a disparar, pero si me atrevo a esto― de pronto, el puño cerrado de Gino me impacta en la mejilla haciendo que mi rostro se gire.

Dejo escapar la adrenalina y tomo el cuello de su sudadera hasta estamparlo contra mi escritorio haciendo que todos los papeles que se encontraban sobre éste, revoloteen por todas partes.

Gino responde con un nuevo puño en mi nariz desde su posición y yo suelto el primer golpe en su ojo.

Siento un pequeño cosquilleo dentro de mi nariz y luego me percato de que hay una cascada de sangre cayendo desde ella.

― ¡Ya basta! ¡Par de bestias!

Halo la sudadera, levantando el cuerpo de Gino y luego lo empujo de nuevo, con todas mis fuerzas hasta que escucho el golpe que produce el choque de su cabeza con el vidrio del escritorio.

― ¡No, déjalo! ― alguien tira de uno de mis brazos, supongo que es Francis, no lo sé, y no me importa.

Aprieto mis puños y luego los choco contra el rostro de Gino, una y otra y otra vez.

Sus manos tratan de detenerme, pero ya no puedo parar. Además, su enfermedad lo hace el cuádruple de débil.

Voy a destrozarlo.

― ¡Vas a matarlo!

De pronto, un golpe fuerte en la parte trasera de mi cabeza me distrae.

― ¿Pero qué mier...?― doy vuelta, hasta encontrarme con un Francis aterrado, y lloroso, que sostiene entre sus manos la parte de uno de los floreros que adornaban mi oficina y bajo la vista, topándome con los pedazos restantes yaciendo en el suelo.

EL DIABLO IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora