LII

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El ansiado final ha llegado, para mí como para ustedes significa muchísimo, en fin, que lo disfruten y lo amen tanto como yo.








CAPÍTULO 52: FINAL

"Bed Stuy, 11:57 p.m."


Bosques.











Kalipso





Retrocedo, con el miedo consumiéndome los sentidos.

Dios.

Observo hacia cada rincón del lugar, pero no tengo escapatoria alguna.

El gordo sonríe.

¿Dónde estás, Leo?

En un impulso desesperado, abro la nevera a mi lado, extrayendo de ella un cuchillo pequeño con el cual pienso defenderme.

―¡Qué linda! ―camina hacia mí.

―¡No te me acerques! ―empuño el cuchillo, y cuando está demasiado cerca, muevo mi mano con intención de clavárselo en el brazo, pero el hombre gordo  dobla mi muñeca en un movimiento rápido, provocando que mi arma caiga al suelo.

―Eres muy valiente, linda ―aprieta mis mejillas. Por más que trato de soltarme, su fuerza es mucho mayor. De repente, me deja caer en el sillón y recoge el cuchillo que se me ha caído―. Vamos, clávamelo, bebé ―me lo entrega en ambas manos para después golpetear su pecho.

Respiro hondo, observando el puñal en mis manos y de la nada, salgo corriendo hacia una de las ventanas para, con todas mis fuerzas, incrustar el cuchillo en el cristal.

―¡No! ―hala mis pies, atrayéndome de nuevo hacia el sillón, donde me propina un puñetazo justo en mi nariz, lo que me adormece de inmediato. El mundo da vueltas de nuevo y parece que mi cabeza se ha salido de mi cuerpo.

―Auch... ―poso mis manos en los laterales de mi cabeza para acomodar mis pensamientos. La sangre ha comenzado a derramarse de mi nariz de manera exagerada. Sin previo aviso, el hombre me carga sobre su hombro. Mi cuerpo aún no responde, lo único que veo son mis manos balanceándose de un lado a otro al igual que mi cabello.

El frío recorre cada poro de mi cuerpo cuando caigo en cuenta de que me ha depositado en el suelo del frío congelador.

―Ven acá ―aprieta mi brazo, arrastrándome hacia un rincón donde me abalanzo para morder su codo, desesperada, hundo mis dientes en la flácida piel del gordo la cual, se desprende de inmediato y comienza a desbordarse la sangre.

―¡Ahh! ―grita en mi cara, arrojándome hacia la pared para poder zafarse de mi agarre.

Mi espalda cruje al chocar con el concreto donde encuentro un broche de cabello, probablemente, de alguna chica que terminó sus días aquí. Caigo en cuenta de que he caído junto a los cadáveres y mi estómago se revuelve tanto, que el dolor en mi tráquea es abrumador. Aprieto mi cuello tratando de calmar el dolor que nace en la boca de mi estómago bajo la mirada confundida del gordo que yace estático en frente de mí, checando, minuciosamente cada movimiento que hago.

Siento el calor subir hasta alojarse en mi boca, que no aguanta el sabor amargo así que lo expulso, coágulos de sangre salen con fuerza desde mi interior, una y otra vez, es cómo vomitar mi existencia, he tenido esta sensación antes, la maldita fuerza que hago devora mis ganas de seguir peleando.

Veo el inmenso charco de sangre que ha salido de mí, y de alguna extraña manera, esto me da fuerzas para embestir al hombre, enterrando el broche de cabello en su mejilla grasienta.

EL DIABLO IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora