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CAPÍTULO 30

"Bed Stuy, 3:00 a.m."

Wabes.


El Diablo


― ¿Sorprendido? ― pregunta sonriente. Y ahora qué caigo en cuenta, es la primera vez que la veo sonreír así.

Sonrío igual.

Suelto dos carcajadas junto con la botella, la cual cae al suelo sin importarme en lo absoluto. Lo único que quiero es aspirarla y saciarme de ella como si fuese cocaína.

Llego a su lado, haciendo a un lado su cabello, colocándolo por detrás de sus hombros mientras me inclino para rozar nuestras narices y acelerar mi respiración.

― Pensé que no vendrías― susurro sobre sus labios.

― Pensaste que era Adria― posa sus delgados dedos sobre mi cuello y yo bajo mis manos a su cintura.

― Shh― camino hasta arrinconar su cuerpo contra la pared junto al escritorio― Bombón de chocolate...

Rodeo su cintura con mi brazo, mientras nos miramos fijamente.

― Espera...― dice ella y me frustra, se separa de mí y llega a la puerta, por un segundo pienso que es tan desgraciada cómo para irse y dejarme así, pero no lo hace, sólo cierra la puerta dejándonos a oscuras, tan sólo con la luz de la luna llena entrante por el ventanal.

Me deshago de mi chaqueta.

― ¿Qué pasó con el viejo?

― Escapé por un momento― susurra tomando asiento en el sillón, deshaciéndose de sus tacones.

― ¿Qué hay de la carta? ― desabotono mi camisa y camino hacia ella.

Le indico que se ponga de pies.

Lo hace, dándome las espaldas y recogiendo su cabello para que mis manos accedan libremente al broche de su vestido y lo deslice hacia abajo.

― ¿Te soy sincera?

― Ajá― el vestido se abre e introduzco mis manos por su espalda, dentro del vestido, rodeando su abdomen, acariciándolo, y ella suelta suspiros cada vez que amenazo con bajar mis manos más allá de eso.

Pequeñas gotas de agua comienzan a rosear la ventana.

― No tengo idea de dónde está la carta.

― ¿Quieres que te sea sincero? ― quito las manos de su piel y me concentro en deslizar los tirantes de su vestido, cayendo en cuenta de que no traía brasear así que la dejo tan sólo en bragas de espaldas a mí.

― Si...― contesta en un hilo de voz al notar su desnudes y doy vuelta a su cuerpo, luego lo guío hasta recostarlo en el sillón grande y aprieto su cintura con mis manos, ella suspira e involuntariamente se le eriza la piel.

Coloco mi boca junto a su oído y digo―: En este momento me importa una mierda.

Tomo su muñeca, la cual lleva la marca de mi mano y la subo, al igual que su otra muñeca sobre su cabeza.

― Vas a decir mi nombre una y otra vez― le advierto, mientras beso su abdomen y sostengo sus brazos.

Se deslíe entre mis dedos. Subo a sus pezones mordiéndolos suavemente y maldita sea, cómo me pone ésta morena.

― ¿Qué dirías si de pronto me enamorara de Hudson? ― pregunta entre suspiros, y levanto mi vista desde su pecho tenso, hasta su mirada.

― Diría: él es lo que quieres, pero yo soy lo que necesitas― sonrío, no me preocupa ese hecho, ya que es imposible, está entre mis garras ahora.

EL DIABLO IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora