XLIX

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CAPÍTULO 49:

"Bed Stuy, 12:09 p.m."
Wabes 






El Diablo




Había perdido el color.

Las noches habían perdido su encanto.

Los días ya no alumbraban la ciudad. Todo era sombrío.

Había asociado su nombre con el sol, con el día, pero el sol jamás apareció, el día jamás llegó, así que tuve que asociarlo con la lluvia.

Con la lluvia que retumba esta madrugada afuera del burdel, la cual juega con mis tímpanos mientras observo la espalda desnuda de otra mujer.

Estoy cansado.

Estoy harto.

Y lo peor es que no sé de qué.

La imagino. En mi mente, ella mueve sus caderas al ritmo de la música, de las palabras de los hombres con quienes bromea, hombres que muchas veces han perdido apuestas conmigo. De seguro es lo que está haciendo ahora.

Bebo dos bocados de mi trago, contados, sin dejar de alucinar con el bombón de chocolate, mientras paseo mis dedos por el medio de la espalda de otra, otra, ¿Otra? No hay otra si no tengo a nadie ¿O sí?

Ella me gusta, pero ya no es lo que quiero, no ahora.

El hecho de haberla llevado al límite me hizo tocar fondo de alguna manera.

Dejo la copa a un lado, inclinándome hacia la mesa de noche para alcanzar mi porro con mis dedos. Mi mente, mi culpa, mi edad, son una maraña en mi camino, una maraña que no me deja en paz.

Necesito aclararme.

Hoy las ganas de matar son mías.

―¿Por qué? ―pregunta. Sus ojos verdes me cuestionan pero opta por brindarme la llama de su encendedor para mi cigarro.

―Tenemos un asunto pendiente ―calo hondo.

―Eres cómo ese hombre que atrae, pero aterra a la vez ―acaricia mi cuello.

Ladeo mi cabeza, dedicándole una sonrisa.

―Qué poética.

―Dime algo...

―¿Algo? ―frunzo el ceño.

―Sí, algo que te aterre a ti ―bate sus pies, tentándome.

―Primero dime... ―acerco mi nariz a la suya ―... ¿Qué te aterra a ti, Banet?

Duda unos segundos en responder.

―Tú.

Sonrío. Y me tomo unos minutos para preparar lo que quiero decir.

Sacudo el porro a un lado de la cama para deshacerme de las cenizas, posteriormente, lo introduzco en mis labios una vez más, una vez más, jamás es suficiente.

―A veces me despierto en la mañana, para ver los cielos rojos, azules, amarillos, tan impactantes, es tan loco ―bufo, negando ―podría bebérmelos como a vodka si quisiera.

EL DIABLO IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora