CAPÍTULO 51:
"Bed Stuy, 05:45p.m."
Suburbios.
Kalipso
Pensar que él puede vivir sin mí, y yo no.
Mantengo mis ojos cerrados, sintiendo la presión de las cuerdas en mis manos, de la cinta en mi boca, la presión de la obligación, de la indecisión en mí.
¿Por qué dije que sí a semejante cosa?
Por tonta.
Contesta mi consciencia.
Y por resignación.
Pienso.
Si el destino acaba conmigo, me iré junto al ángel que aguarda por mí, allá arriba.
―Sólo, asegúrense de que no se suelte ―ordena Jacko. Dos hombres me introducen en la cajuela de un auto, lo único que puedo ver antes de ser depositada en la superficie sólida, es el atardecer. Ambos hombres se alejan, y luego de esto, Jacko se aproxima a mí con superioridad, noto que, su sombrero cubre con su sombra la mayoría de su rostro deformado gracias a las llamas―. Buen viaje, bombón ―sonríe altanero, dando por hecho que sus planes han culminado.
En mi antebrazo, una inyección desconocida para mí, es depositada. Mis sentidos palpan claramente la sincronía de los componentes durmiendo mis sentidos hasta que cierro los ojos.
―¿Alguna vez te sentiste solitario? ―le pregunto. La lluvia moja mis hombros, y mis pestañas, tanto, que no puedo divisarlo lúcidamente.
―No, para eso estás tú ―responde mientras parece hundir sus manos en sus bolsillo.
―Siempre has podido vivir sin mí, y pensar que fui la única que te puso tan arriba, con tu nombre en el cielo, pero no perteneces allí ―me percato de lo cerca que estoy del abismo. Ambos nos alojamos sobre un rascacielos, tan alto como las nubes, y mis pies, parecen inseguros, la sensación de mariposas en mi estómago me toma por sorpresa, el cosquilleo en mis manos me saca de tema. Veo abajo, y mi cuerpo comienza a temblar.
Se acerca a mí, amenazante, tajante y envuelve sus manos alrededor de mi cuello haciéndome tambalear en el filo del edificio.
―¡Odio tu olor en mi ropa! ¡Odio el recuerdo de tu voz! ¡Odio que la cabeza me reviente cada vez que pienso en tu cuerpo! ―sacude mi cuerpo mientras yo trato de alejarlo y doy un paso en falso. Cayendo al abismo en un parpadear.
Nos di mil oportunidades, mil. Pero tú solo huías de tus propios demonios, tú solo querías olvidarte de ellos conmigo.
El Diablo.
Expulso el humo de mis fosas nasales cómo si éstas fuesen una chimenea en pleno invierno.
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EL DIABLO II
RomanceTengo los demonios que buscas. Malo por nacimiento, cabrón por elección.