CAPÍTULO 34
"Costas, 9:47 p.m."
El Diablo
Mis cejas se curvan mientras me cuestiono por dentro.
Monserrat empuja al imbécil de Diego lejos de ella en cuanto nota mi presencia y tan sólo palidece, se queda estática, esperando por mi reacción.
Empuño la manija de la puerta con fuerza, para luego soltarla y encender la luz.
Todo es silencio.
― No, no es lo que... Yo no lo besé― bombón se defiende, y observo la manera en la que sus piernas tiemblan.
― Lo sé― murmuro.
― ¿Qué? ― susurra con la voz quebrada.
― Me amas ¿Recuerdas? Tienes una moral muy grande bombón, no lo harías.
Ella suspira, y su color bronceado regresa, cómo si le hubiese quitado un peso de encima.
― Ahora, Dieguito...― me acerco al niño lentamente ―. ¿Qué carajos pensaste cuando decidiste poner tus insignificantes labios en mi morena?
Monserrat se queda atrás de mí, y Diego sólo levanta la mirada.
― No busco nada de Monserrat, sólo me gusta y tú no la mereces.
Ruedo los ojos.
― Tienes razón, pero eso no me mueve la conciencia― tomo mi arma y le apunto ―.Responde o te vuelo los sesos aquí mismo.
Él, recorre el suelo con la mirada, hasta que encuentra un arma que yace junto al mueble. Le hago una seña a Monse para que la tome y lo hace.
― Tú mataste a mi madre.
― Mientes, pinocho― sonrío de lado.
― Claro que fuiste tú, maldito bastardo.
― Ch, ch, ch cuidado con lo que dices― niego divertido.
― Diego, es mejor que te vayas― dice bombón, pero no concuerdo.
― Diego, más lindo te verías sin corazón― intercedo.
― Hazlo, no te tengo miedo, infeliz― dice Diego a los cuatro vientos.
― Monserrat, sal― ordeno.
― ¡No, no lo hagas! ― grita ella oponiéndose.
― ¡Qué te vayas! ― regreso a verla y en ese segundo, en ese jodido segundo, el maldito se me viene encima, tomando de su bolsillo una navaja la cual clava en mi abdomen.
Ambos caemos al suelo, forcejeando mientras mi arma se escapa de mis manos, deslizándose en la resbalosa baldosa.
― ¡Eres un hijo de puta! ― Diego, toma impulso, se pone encima de mí y hunde de nuevo el afilado objeto en mi clavícula.
― ¡Ah! ―grito de dolor, empujándolo y al mismo tiempo un estrepitoso sonido se escucha. Diego, mira hacia su pecho, y allí, la sangre comienza a nacer para no detenerse.
― Ah...― susurra y su cuerpo cae desmesurado sobre mí, embarrando mi camisa blanca con su estúpido líquido rojo.
Entrecierro los ojos, y veo su rostro sobre el mío, hago una mueca para luego moverlo de encima y ponerme de pies mientras me deshago de mi camisa.
ESTÁS LEYENDO
EL DIABLO II
RomanceTengo los demonios que buscas. Malo por nacimiento, cabrón por elección.