XXII

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CAPÍTULO 22:

"Bed Stuy, 1:13 a.m."

Wabes.




El Diablo

― ¡Ayúdame! ― chilla Tyson y me estremezco, se supone que estaba seguro en un maldito orfanato.

¿Por qué debería ayudarlo? Debería dejarlo y deshacerme de él de una vez por todas.

Sin embargo, algo en mis adentros me impulsa a decir:

―Dime en donde estás, iré por ti.



(😈)

Al cabo de unos minutos me encuentro conduciendo a toda velocidad bajo la lluvia de la madrugada, fuera del Bed Stuy, con dirección al centro de la ciudad

El centro, es muy grande en verdad, tiene miles de callejones y casas antiguas del tamaño de edificios.

¿En dónde mierda se supone que encontraré a Tyson?

Mi móvil registró el número de un teléfono público por el cual llamó y conforme las ruedas de mi auto entran al sector, comienzo a observar a sucios vagabundos hurgando en la basura, prostitutas baratas en cada esquina, perros callejeros reñir por un pedazo de carne podrida y pandilleros por todos lados.

Tal vez Tyson ya murió.

Busco al mocoso alrededor de una hora, sin éxito. El imbécil de Francis debió darle mi número, ¿Quién más?

Finalmente, me doy por vencido. Estaciono mi auto en un lugar desierto lleno de contenedores de basura y salgo de él, revisando la pantalla de mi móvil con el registro de las últimas llamadas una vez más; reparo en que, hay un teléfono público en frente mío junto a algunos cartones viejos. Aplasto en "devolver la llamada" y el teléfono fijo frente a mi vista suena conforme llamo desde mi móvil.

Me siento vigilado, juro que alguien está observándome desde algún punto, por lo que, rebusco en mi jean tomando mi arma cuando algunas cajas junto al teléfono público se mueven y de ellas sale un niño con el cabello rizado tal cual un granizado que trae ropa evidentemente pequeña para su edad y de sus hombros cuelga una mochila remendada a más no poder. Corre a toda velocidad en mi dirección limpiando las lágrimas que caen de sus ojos con sus pequeñas manos y lo único que hago es bajar el arma y abrir los brazos para rodearlo en cuanto llega a mí.

Tyson.

Levanto su pequeño cuerpo del suelo mientras solloza en mi regazo y no deja de aferrarse a mí ni un solo segundo mientras llora.

― Eres malo― su cuerpo de sacude debido a la fuerza con la que solloza―. No es real, no es real― hunde su pequeño rostro en mi pecho―. Quiere matarnos, vámonos ¡vámonos!

― Tyson, estoy aquí...

― Y yo también.

Levanto la mirada para encontrarme a una mujer con el cuerpo ensangrentado, camina en mi dirección totalmente desnuda y la sangre adorna desde su cuello hasta sus talones, goteando en el suelo sin cesar. Puedo observar su rostro, es rubia y pálida con unos ojos tan negros que su pupila no se diferencia. Mentiría si dijese que esta tipa no es malditamente sexy.

― ¿Quién jodidos eres?

Me mantengo serio, con ambos brazos cubriendo a Tyson. Ella me lanza un atisbo de sonrisa en donde puedo notar unos afilados dientes, antes de decir:

EL DIABLO IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora