XIX

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CAPÍTULO 19

"Bed Stuy, 18:12 p.m."

El Gato negro. Casino



Kalipso.

Hudson sostiene el pequeño sobre entre sus manos. Y mi mente analiza el nombre grabado en él.

Eva.

No recuerdo que el Diablo la mencionara en ningún momento. Sin embargo la conversación trata de él, y de cómo asesinarlo.

El mismo Diablo me ha pedido llevarle una carta de vuelta.

Debe ser esa.

Pero ¿Quién es Eva?

Le he dicho a Hudson que he pasado la noche en un hotel, no le he dado muchas explicaciones y espero que no me las pida. En cambio, me ha entregado un pequeño móvil para mantenernos en contacto.

Me debato entre arrebatarle el papel a Hudson, o fingir que tengo un fuerte dolor de estómago para que vayamos a casa y arrebatárselo ahí. Abro la boca para manifestar mi segunda idea pero Enrique comienza a hablar de nuevo.

― ¿Un pedazo de papel? ― he notado que el dueño del casino siempre trae un par de guantes negros de cuero―. No trates de tomarme el pelo Hudson.

―No lo hago, Enrique, y ésta es la prueba de lo que digo― Hudson señala la carta.

― No entiendo nada― Enrique da un golpe en el escritorio y se levanta de un salto ―Sabes muy bien que la Mafia italiana hará del Bed Stuy un campo de batalla, después de la imprudencia que hizo Giorgio contra el Diablo ayer en la noche todas las mafias locales se declararán la guerra ¡Por eso quiero que nos aliemos con Giorgio!

―Enrique...― Hudson trata de calmarlo.

― ¡Y tú! ― Enrique señala a mi acompañante―. ¿Tú dices que podemos matar al Diablo con un pedazo de papel? No tenemos un bando, o estamos de lado del Diablo o morimos, así que arreglé todo para estar del lado de Giorgio.

―Pero ¿Quieres escucharme?

―No, ¿Sabes de quien sospechara el Diablo? ― sigue hablando―. De mí porque le dispararon en mi casino, con mis invitados. Faltan solo horas para que los líderes del Bed Stuy comiencen a sospechar de mí. Y Giorgio, es muy impulsivo, no vas por la vida disparándole al dueño de la ciudad sin esperar la muerte a cambio.

Pienso que Enrique está a punto de enloquecer cuando la puerta de la oficina se abre y suspiro aliviada porque Hudson y Enrique se distraen con la persona que acaba de entrar y esa persona es más desagradable que mi engaño con el dolor de estómago.

Observo cómo Hudson vuelve a guardar el sobre en el bolsillo interior de su chaqueta a cuadros.

― Por eso le he invitado ésta noche― se pronuncia Enrique pasando la mano por su cabello, luego saluda efusivamente a Giorgio quien entra tranquilo enfundado en un traje color negro y su típica rosa miniatura en el bolsillo de su chaqueta.

― Enrique...―le sale el inconveniente acento italiano.

― Giorgio, éste es el socio de quien te he hablado. Nos será de gran ayuda― habla Enrique refiriéndose a mi acompañante.

Hudson se pone de pies a mi lado mientras aprieta la mano de Giorgio, quien se fija en mí al instante.

― Si mal no recuerdo... ¿Monroe, verdad? Ha sido quien me indicó la noche anterior en dónde se encontraban― informa Giorgio a los otros. No me cuesta recordar que he inventado un nombre falso para él.

EL DIABLO IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora