XVI

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CAPÍTULO 16:

"Bed Stuy, 12:57 p.m."

Mansión de Hudson.


Kalipso.

Si algo le pasa, será tu culpa. De nadie más.

No...―murmuro mientras mis codos permanecen apoyados en el retrete. Luego de expeler toda la comida que devoré en la fiesta, luego de sentirme culpable por lo que pasó hace unas horas.

Finalmente, cierro la tapa del sanitario y dejo caer el agua de la llave en mis manos, en mis uñas quebradizas y luego enjuago mi boca lo mejor que puedo para salir del baño como si nada.

―Te preocupaste por él― escucho a Hudson. Me trajo a su casa, y por cierto, me siento extraña aquí.

Me siento presa.

Posiciono mis pasos frente a la peinadora y observo a Hudson desde el espejo, se encuentra recostado en su cama mientras yo retiro las joyas de mi cuello, dedos y muñecas, luego retiro el maquillaje y por último, cepillo mi cabello con sutileza.

―Es un ser humano.

O eso creo.

―El Diablo está muy lejos de ser un humano.

―¿Por qué dices eso?― cuestiono algo protectora y no tengo justificación para hacerlo, pero simplemente comienzo a sospechar que alguien no me está contando algo esencial.

―Yo... sólo fue un decir Monserrat― observo a Hudson con desaprobación―. Deberíamos acostarnos ya. Es tarde.

―¿A... acostarnos?― susurro con la ansiedad comiéndome los nervios.

Ni bien llegamos a la mansión me pidió que durmiese con él un sinfín de veces, frente a eso, traté de inventar miles de excusas pero fueron en vano.

―Todos merecemos una segunda oportunidad― contrarresto, con la esperanza de cambiar el tema, almenos hasta que amanezca.

―¿A qué te refieres?

―Al Diablo.

―Lo vez, sigues defendiéndolo― se pone de pies―. Se supone que debes odiarlo― camina hacia mí.

―Hudson...―digo aburrida, apretando el mango del cepillo cada vez más fuerte, con cada paso que Hudson da en mi dirección, más aumentan mis ganas de salir corriendo de aquí.

―Ya basta―llega a mi lado―. Dejemos de hablar de ese miserable.

Deposita un beso en mi frente y luego mira mis labios.

―Eh, tengo mucho sueño― miento, no podré dormir en toda la noche hasta no saber si él está bien.

―Monserrat― hala sus cabellos hacia atrás―. Yo te necesito.

―¿De qué hablas?

―No soy de los hombres que buscan diversión en prostitutas, yo sólo iba al Calipso por verte a ti― recalca―. Yo...

No quiero que Hudson te ponga un maldito dedo encima.

―Necesito aire― hago camino hacia el balcón, pero Hudson me toma del brazo.

―Ya basta.

―Hudson― retrocedo, pero él se acerca aún más y comienza a regar besos por mi cuello.

EL DIABLO IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora