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La gotera de la canilla resonaba por toda la habitación, lo escuchaba como un estrépito apenas audible y lo sentía

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La gotera de la canilla resonaba por toda la habitación, lo escuchaba como un estrépito apenas audible y lo sentía. Lo sentía en su piel sensible y ardiente. Sus oídos estaban alerta a cada sonoro instante que sucedía en su entorno, sus uñas rasgaban el suelo húmedo y sucio de cemento, creyendo que podría cavar con rapidez para poder escapar de la situación en la que se encontraba. Sentía su lengua pastosa y seca, una sensación que lo inquietaba y lo transformaba en una bestia desesperada por una mísera gotita de agua. Levantó la mirada y su cuerpo volvió a erizarse al ver la canilla frente a sus ojos índigos e inquietantes, apretó los labios resecos y sus puños volvieron a ejercer fuerza sobre el suelo.

—Muévete y el único líquido que sentirás en tu boca será la sangre de tu lengua rebanada, Isak —su cuerpo se estremeció por completo, quieto y distante a la opción de moverse. Volvió a bajar la mirada frente a la tentación. La oscuridad de la habitación fue interrumpida por la luz artificial que salía de la puerta de metal al ser abierta. Su olfato buscó algún indicio de aroma, respirando con fuerza y sólo obteniendo como resultado su propio olor—. Apestas a melancolía y tristeza, niño estúpido.

Gruñó y levantó la mirada llena de odio y dolor, su cuerpo neutro no podía mover extremidad alguna y todo por aquella voz seca e insensible. Tan impertérrita que le daba la sensación de levantarse y arrancarle la garganta de una mordida. Sus manos se detuvieron en sus deseos y no pudo verlo de la cintura para arriba, la oscuridad lo tapaba y sus ojos se nublaron de frustración. Estaba a un lado de la puerta, con aquellos pantalones negros y esa camiseta blanca como siempre lo había visto.

—Muéstrate, ¡Apártate de ahí y muéstrame tu rostro! —rugió y un gruñido creció en su garganta adolorida. Quiso levantarse y tomarlo con fuerza, arrancarle el rostro con sus propias uñas—. ¡Cobarde!

—Háblame de cobardía a mí, Isak —le oyó reír suavemente, su cuerpo se estremeció y la ira retenida en su mente y corazón rebalsaron en su interior. Se preparó dispuesto a saltar y quitarle la vida ahí mismo. Porque era un alfa, un alfa superior a cualquier omega y beta que estuviera delante de él. Sin embargo, sus ojos irritados y cafés se iluminaron gracias a la luz que salía de la puerta, sintió como si le dieran una bofetada llena de fuerza cuando unos iridiscentes verdosos y fríos se enfrentaron a los salvajes y adoloridos que él mismo traía consigo. Su mirada vacía fue como una navaja para su alfa, intimidante. Una sensación extraña en él. Su boca se entreabrió cuando su rostro delicado y suave se enfrentó a él, rasgos hermosos, tan bellos que incluso le daba terror. Lo observó sonreír de lado, con un cabello castaño que caía con cuidado a los lados de su rostro. Un omega. Un omega suave y delicado, como debería ser, pero no es, su belleza inminente escondía algo que no le gustaba, algo podrido. Se sintió débil al solo verlo—. Háblame de cobardía —repitió—. Cuando tú mismo no te atreves a avanzar frente aquella canilla por miedo a que yo pudiera hacerte algo.

Bajó la mirada con el orgullo herido y su alfa rugió molesto, atemorizado y cubierto de injusticia. Se quedó callado. Y sintió su mirada en él hasta que la puerta empezó a cerrarse con lentitud para quedarse en la oscuridad plena.

Mordió sus labios agrietados y el sabor metálico de la sangre se encontró con su lengua, miró sus manos, sus uñas enterradas en el cemento rasgado, húmedo. Observó su piel, su muñeca marcada con letras pequeñas, violetas y que no salían con nada. La luz de la puerta lo reflejó y las palabras se implantaron en su cabeza con fuerza hasta que aquella risa delicada y llena de satisfacción resonó por lo bajo, un estrépito hizo que se sobresaltara al sentirla cerrarse con fuerza.

Isak Bowden, experimento 2T.  

EL LLANTO DE ISAKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora