treinta y tres

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Feliz año nuevo.


"Trata de comprender, ¿No quieres lo mejor para Mijaíl?"

—Lo mejor... —murmuró para sí, entrecerró los ojos cansados y apoyó el mentón sobre un extremo de la cuna, el pequeño cachorro yacía durmiendo, como siempre. Su respiración tranquila, su serenidad lo llenaba de envidia y tristeza—. Comprender a Drozhin... Es una locura, ¿No lo crees, Ilya?

Le habló como si fuera a responder, y esa era la rutina del día, aquél niño se había convertido en la única persona con la que charlaba con comodidad, tal vez era porque no podía confiar en nadie ahí, muchas veces lo hacían sentir culpable, más aquél beta que no entendía nada. Pero sus palabras... Eran tales como cuchillas para su mente, lo distorsionaba tanto que incluso pensó en hablar con Drozhin esa mañana.

En parte tenía razón, no podía liberarse de un alfa así, siquiera podía ser quitado de su mente por el Omega destinado de Drozhin. Aquél alfa estaba tan obsesionado con él que ya había desistido de escapar, más porque la situación se tornó distinta, no podía cargar con otra persona sobre sus hombros, más una que dependía en totalidad por él.

Lo había pensado tanto aquella noche que el beta le habló que no pudo aguantarse las ganas de llorar. Se preguntó muchas veces el porqué le pasaba esto, Ezra se sentía tan utilizado, masacrado, y todo por su absurda y odiosa condición de Omega. Él ya no era un humano normal, era un maldito fenómeno, un error de la naturaleza que podía concebir.

El rizado había pasado la mitad de su vida huyendo de un alfa que creía, con tanta desesperación y ansia que él le pertenecía. Que era su maldito Omega, su maldito hilo rojo del destino. Pero lo que Ezra menos sentía era eso, parecía que llevaba esposas en las manos, grilletes en los pies y su nombre marcado en la frente, estaba atado con cadenas, en vez de estúpidos hilos que no decían nada. Lo hacían sentir tan culpable, tan bajo y triste que rechazaba esa absurda condición, esos sentimientos. Pero estaba tan confundido, tan solo, no había nadie con quién charlar, a quién preguntarle qué mierda podía hacer.

Tan sólo tenía un cachorro de casi dos meses que se la pasaba durmiendo, llorando, tan sólo tenía el fruto de la más grande abominación de la naturaleza. ¿Cómo iba a poder sobrevivir así? ¿Siendo tan ruin con todos?

"Trata de comprender"

-¿Qué hago, qué hago Ilya? -Ezra no podía vivir así, se lo había repetido una y otra vez en la cabeza desde que aquél beta se lo mencionó, su pecho se oprimió en un segundo y no pudo evitar sollozar al pensar que toda su vida acabaría ahí, entre esas paredes. En esa casa maldita con aquél alfa desastroso. Cerró los ojos con fuerza y pensó, si arreglaba las cosas con aquél simio posiblemente le dejaría salir de casa, ver a los omegas que cuidaba, ayudar las personas de alfas abusivos... Ayudarlos...

Y volver, volver siempre a él, a Drozhin. Al alfa que lo golpeó, que lo humilló y lo separó de su familia cuando era sólo un niño. ¿En qué mierda estaba pensando? ¿Porqué sentía esto...? Era incorrecto. No podía perdonar a alguien así, no podía condenarse solo por Ilya.

—¿Porqué tuvo que tocarte un padre así...? —preguntó, y un sollozo se escapó de sus labios, Ezra apretó sus puños, se sentía tan atacado por sí mismo—. ¿P-porqué tuviste que nacer? T-todo siempre termina en ti... Yo... Yo no puedo irme de aquí, por tu culpa. Si tan solo... S-si tan solo tú...

Sus manos recorrieron el rostro del niño, suave, limpio, sin algún rastro de impureza y maldad. Su tacto chocó con su delgado cuello, Ilya era tan pequeño y tranquilo cuando dormía que los ojos de Ezra se cegaron en sus pensamientos, en la maldad, la culpa, la ferviente necesidad de salir de allí lo llevaba a actuar como un lunático desesperado. Tanto, que sus manos apretaron suavemente, con el deseo de apagar aquél obstáculo.

EL LLANTO DE ISAKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora