tres

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—Y-ya basta... Omega, Haz q... Que se detenga —se retorció en el suelo como un gusano. El dolor era tan impresionante que las lágrimas bañaban sus mejillas por completo. Se sentía agobiado, ahogado en un furor estremecedor de calor que lo invadía y le quemaba las venas en su interior. Sus manos sudadas volvieron a acariciar su pelvis rojiza y con la piel irritada, el ardor de los rasguños lo hizo gemir en voz baja. Sus pulmones lucharon por aire fresco, inundados en feromonas pesadas, apestando a alfa en celo, enojado y frustrado. Isak levantó la vista, observándolo con odio e ira. El omega se encontraba sentado de piernas cruzadas sobre una silla a cuatro metros de él, tenía sus manos reposadas sobre una libreta donde escribía constantemente las reacciones que él hacía. Su rostro estaba neutro. Hermoso. Levantando aquellas cejas negras, y apartando aquellos bonitos rizos desarmados como si le molestara. Sus índigos verdosos se detuvieron en los ojos de Isak. Sin apartar la mirada.

—¿Quieres que lo detenga? —preguntó bajando la mirada a su libreta, empezó a escribir algo y mantenía aquella expresión serena, como si no le interesara su condición tan desfavorable—. Tú, un alfa que se encuentra en la cima de la pirámide le pide a un omega que detenga su celo. Un celo devastador y duradero, un celo de tres días. ¿No te estás acostumbrando, acaso? El celo de un omega, anhelando y pidiendo que otro cuerpo venga y calme los deseos atroces que impulsan a cegarte como un completo idiota.

—Ya... Ya...

—Está bien, Isak, te dejaré el día de hoy. Pero la próxima semana seguiremos —lo vio levantarse, mirando la libreta con detenimiento—. Lo que experimentas es el peso del celo de un omega, Isak. Es algo que se acerca, trato de deformar el ciclo que tu cuerpo acostumbra para llevarlo a cabo. No quiero que lo tengas cada seis meses, ¿me oyes? Y ni siquiera un día.

Isak frunció el entrecejo, jadeando y respirando con dificultad. El omega se acercó sigilosamente hacia él, y se detuvo en frente suyo. Sus manos temblaron cuando este se agachó y levantó su rostro con una mano en su mentón. Tan suaves que el alfa sintió el calor descargar su furia en sus partes íntimas, su cuerpo se sacudió débilmente y cerró los ojos, gimiendo por debajo. El omega hizo una mueca, observando cómo el cuerpo desnudo del alfa sufría pequeños espasmos. Sus ojos viajaron velozmente hacia aquella mano que sostenía su entrepierna y líquido espeso que chorreaba entre sus dedos. El omega volvió a mirarlo y los ojos cristalizados de Isak lo vieron cansados.

El omega paseó su vista por el rostro del alfa, era igual que todos. Un rostro varonil y joven, con ángulos marcados y la barba apenas asomándose en la barbilla. Isak era un joven muy apuesto, incluso para un omega adulto como él. Cuando lo observó aquella noche sabía que alguien como él le hacía falta. Un alfa joven y estúpido, esclavo de la noche y de las drogas. Un puberto más que esté desarrollando cambios para convertirse en un gran dominante alfa, y también, que sea esencial para los cambios que él necesita que sufra.

—Oh Isak —acarició su rostro, su cuello. Las manos del joven temblaban, sabía que el chico estaba aterrado de lo que podía hacer y eso lo satisfacía de manera completa. Lo observó analizando sus reacciones, cómo actuaba frente a su condición. Jamás había visto a un alfa tan débil en su celo, tan sensible. Acostumbraba a ver bestias descerebradas que solo dañaban. Pero se sintió sereno cuando apenas sus roces controlaban sus acciones.

Viajó por su pecho, acariciando de manera lenta y suave, generando cosquilleos y jadeos roncos y lentos en el Alfa. Se sentía como un niño curioso frente a un animal dañado y desconocido. Se encontraba atento a las reacciones que tenía, a los sonidos que soltaba y cuando su deseo sexual iba a crecer más que su miedo por él. Sus dedos se detuvieron en la pelvis, pensando en si Isak respondería a su naturaleza o a su razón. Sería un sacrificio que tendría que hacer si quería experimentar con él. Pero su corazón sereno latió más rápido de lo normal.

Era un alfa en celo, uno que en cualquier momento podría arrojarse sobre él.

Y se quedó quieto analizando todo, su rostro permanecía inexpresivo y su cabeza guardaba cada nueva reacción en Isak. Y sin más, apartó las manos con lentitud que mantenía ocultando aquél miembro erecto y rojizo. El vello púbico estaba manchado por la semilla del alfa y la piel irritada a su alrededor, sus dedos rozaron apenas la glande y escuchó un jadeo del alfa.

Tocó con suavidad, sintiendo la delgada piel caliente y cómo la habitación empezaba a oler el aroma de excitación que Isak emanaba. Respiró tranquilo y se volvió hacia él, los ojos del menor estaban cerrados fuertemente, con las mejillas brillantes del sudor sonrojadas y los labios apretados. Su pecho subía y bajaba con rapidez. Apretó el miembro y no se despegó de las reacciones de su sujeto de prueba, lo escuchó gemir y jadear. Y se tomó un susto cuando las manos del alfa rodearon el miembro aún con su mano sosteniéndola. Sus ojos se abrieron de sobremanera y frunció el ceño cuando empezó a bombear de arriba hacia abajo con rapidez. Intentó jalarla y cayó hacia adelante cuando el alfa gruñó con fuerza. Quiso apartarse y rápidamente Isak lo apresó con su cuerpo.

Lo golpeó con fuerza en el rostro cuando los ojos inyectados del menor lo observaron con deseo, el cuerpo de Isak se hizo a un lado sosteniendo su nariz con dolor. Se apartó y una furia se apoderó de su cuerpo, se levantó a regañadientes dejando al alfa desangrándose detrás de él. Tomó su libreta y atizó un golpe en la puerta cuando la cerró, miró su mano mojada por aquél líquido viscoso y blanquecino y su cuerpo se dobló vomitando en el suelo la comida de ese día.

Se limpió con la manga de su ropa y corrió hacia el baño con rapidez. Tomó el jabón y prendió la canilla dejando caer sus manos debajo del agua, la desesperación lo invadió de cuerpo entero dejando la piel roja e irritada de sus manos, palpitante. Se quitó la ropa y se lanzó a la regadera para limpiar su cuerpo. Tallando la piel de manera fuerte y desesperada. ¿En qué mierda había pensado? Que un alfa en celo lo tomara de esa manera lo enfermaba, pero él, tonto y arriesgándose había acercado sin guantes ni protección.

Sentía el aroma del alfa impregnado en su cuerpo.

Salió del baño con la piel roja, ensangrentada y vendada en algunos lados. La mano con la que tocó al alfa estaba cuidadosamente tapada por gasa, escondiendo la carne viva de las posibles infecciones que podría pescar. Entró a su despacho y se paró frente a los papeles llenos de anotaciones que tenía. Observó la letra cursiva de buena caligrafía y los dibujos que había hecho para asimilar los cambios que buscaba obtener.

El cabello del omega estaba mojado, húmedo debido al reciente baño que había tomado, las gotas que caían de los mechones sueltos manchaban las hojas amarillas con su propia tinta negra. Y los tomó con cuidado leyendo su contenido, para después romperlas con furia, dejando que la ira lo poseyera igual que a un muñeco. Gritó de pura frustracion, rompiendo todo sobre su escritorio en medio de jadeos que lo agitaron enseguida. La lámpara cayó al suelo y explotó con rapidez. La luz artificial se fue de la habitación, y el fuego del hogar iluminó el perfil del omega, serenándolo y trayéndole calma de repente.

Miró el suelo y la mugre que había en él.

Necesitaba reordenar sus ideas.











SIN EDITAR.

EL LLANTO DE ISAKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora