epílogo

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EL LLANTO DE ISAK

EPÍLOGO

Tiempo después.

—Ilya...

Nada.

El alfa bajó la mirada, sintió la pequeña mano de su Omega en su brazo. Sus orbes grises se levantaron y observaron los delicados ojos mieles de su compañero.

—Debes darle tiempo —murmuró. Sintió su ligero aroma vainilla por todas partes. El alfa cubrió su boca y lentamente notó la presencia de los otros dos cachorros detrás de su madre—. No sé qué pasó exactamente, la policía dijo que atacó al alfa mayor de los Kuznetsov, que...

—Pa, ¿Qué le pasa a Ilya? —interrumpió uno de los niños, la mirada gris del mayor chocó con unos ojos brillantes en lágrimas—. Tenía sangre, ¡Yo lo ví!

—Drozhin —advirtió el Omega cuando la mirada del alfa destelló, sintió sus manos cálidas sobre su rostro. Su mirada miel conectó con su alfa, su toque, su caricia calmó la desesperación de sentir la sangre de su primogénito a distancia—. Debes calmarte, Alfa.

—¿Qué haré? ¿Qué haré, qué le digo? ¿Crees que ya es tiempo... Que ya...? —murmuró y cerró los ojos, su corazón se sintió oprimido una vez más. Había llegado a casa aquella noche tormentosa con la intención de tener una cena tranquila con su familia. Y sin embargo, caía con la noticia de que su hijo había destrozado el rostro de un alfa adulto. Su cachorro, su pequeño niño... Se había manchado las manos con sangre—. Llévate a los cachorros, hace frío... Ve a nuestra habitación, ¿Sí?

El Omega asintió y tomó al más chiquito en brazos, el cachorro lo miró con grandes ojos, sin entender bien la situación. La pequeña espalda del Omega se presentó ante él.

—Xavier —lo llamó, y el otro se dió la vuelta—. Yo... Cierra la puerta con seguro.

Drozhin se volvió a la puerta una vez que el Omega se llevó a los dos cachorros. Sentía el aroma de la sangre de Ilya, sus feromonas pesadas, de repente su alfa se sintió amenazado cuando abrió la puerta. El golpe de aromas lo mareó, sentía ira, enojo, un ambiente corrosivo y terrible. La habitación estaba a oscuras, la luz de la luna se reflejaba a través de la ventana, había gotas de sangre por el suelo.

—Ilya —murmuró y avanzó con rapidez, destendió la cama, sintiendo su aroma más fuerte. La luz que se escapaba de la habitación del año hizo que su cuerpo avanzara sin pensarlo. Drozhin abrió la puerta con rapidez y cubrió su nariz por completo. El vapor del agua hirviente y la sangre se fundían con las feromonas de su hijo, el aroma putrefacto, amargo, tan agrio que las manchas de sangre sobre el suelo lo marearon por completo.

Y cuando lo vió, cuando observó su rostro enojado, su mirada filosa y las lágrimas sobre su rostro supo que algo malo había en él. Algo fuerte. El rostro de Ilya estaba rojo, sus pómulos altos, sus mejillas, los labios color sandía que siempre dejaban salir las más tranquilas palabras estaban reventados en sangre. El agua que caía sobre su pecho desnudo se volvía rosácea, entre la sangre, las gotas, notó las mordidas sobre su cuello, sobre su clavícula, los rasguños que había en su cintura lo horrorizaron. Las feromonas de Ilya se volvieron intensas cuando lo sacó del agua, el chico negó, lloró con fuerza y se abrazó a su cuerpo con desesperación.

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