Removió la tierra una vez más. Enterró sus manitos al fondo del hueco y empezó a rasguñar con fuerza, volvió a hacer otro edificio de tierra, otro camino. Colocó tres palitos a un lado de la casa de cartón y volvió a levantarse. Ilya miró su pequeña ciudad desde arriba, la tierra húmeda debajo del arbusto estaba removida y el balde con agua a su lado tenía una taza verde rota. Hizo otro hueco en el suelo y vertió un poco de agua. Tomó los barquitos de papel que había hecho y los colocó con cuidado. Volvió su mirada a la casona detrás suyo, veía a su padre desde la puerta del balcón, en su habitación, acomodando la ropa con cuidado. Los ojos verdes de Ilya se entrecerraron y miraron el jardín con atención, si su madre llegaba a verlo en ese estado... Seguramente recibiría el peor de los castigos, miró su ropa, tenía las rodillas llenas de barro, sus zapatos estaban sucios y sus manos estaban negras. Ilya frunció el ceño y sacudió sus palmas con fuerza, intentó limpiar la tierra de su ropa y sin embargo, las manchas marrones sobre la tela blanca de su remera no salían.
Cuando sacó todo lo que pudo pateó la tierra removida, las casitas y edificios se rompieron y los barquitos quedaron enterrados por una gran ola de tierra húmeda y palitos de arbusto. Ilya tomó su balde de agua y cuando lo levantó sus ojitos se cubrieron de un extraño brillo.
—V... Ven —murmuró y tiró el balde con rapidez, se agachó cuando observó una ranita chiquita y verde. Ilya se arrodilló y la tomó con las manos. La cubrió y salió corriendo del jardín con desesperación, sentía cosquillas en sus manos y sus ojos buscaban a su madre con atención. El cachorro entró a la casona sin quitarse los zapatos sucios y corrió hasta llegar a las escaleras, el aroma a libro viejo se presentó en sus pulmones, y la oscuridad de la casa se desvaneció a comparación de aquella mañana. Cuando Ilya subió al segundo piso empujó con fuerza la puerta de la habitación de su madre, su mirada brillante se levantó y sus brazos se elevaron con fuerza. La pequeña ranita quedó a la vista—. ¡Mira mamá mira!
Ilya abrió los ojos cuando no escuchó la voz de su madre, sus ojitos verdes observaron la cama tendida, las ventanas abiertas y el frío viento soplando las cortinas. El cielo gris relucía aún en todo su esplendor e Ilya volvió a cubrir la ranita con tristeza. Miró su ropa sucia, sus zapatos llenos de barro y las huellas terribles que había dejado en el suelo de madera. De repente sus mejillas se encendieron y un nudo se presentó en su garganta.
Últimamente su madre no estaba disponible para él, sentía su aroma dulce opacado por la tristeza, y lo único que quería era charlar un poco. Entendía un poco lo que sucedía a su alrededor, a su madre le dolía el cuello e Isak volvió a despertar después de semanas. Su padre le había dicho que era una situación delicada, pero Ilya verdaderamente no entendía qué tan delicada era. Salió de la habitación con tranquilidad esta vez, miró a su alrededor, sentía el aroma dulzón de su madre por los pasillos y no sabía si era buena opción ir a buscarlo.
Volvió a sentir cosquillas en sus manos y caminó lentamente por la casa, el aroma de su madre se intensificaba cada vez más e Ilya se paró frente a la habitación donde estaba Isak. Su padre le había dicho que perdió su jerarquía, que ya no era un alfa, pero realmente no entendía a qué se refería. Sus manitos empujaron la puerta con sigilo y asomó la mirada la habitación iluminada, había una cama contra la pared, pocos muebles y una mesita con una bandeja de comida, Ilya abrió la puerta y entró. Miró todo a su alrededor y levantó la nariz para buscar el aroma de Isak, sin embargo, no encontró nada. Su madre estaba sobre la cama.
—Mamá —murmuró y Ezra se volvió. El Omega sonrió apenas e Ilya se encogió de hombros esperando su regaño por la ropa sucia y los zapatos llenos de barro. Sin embargo, percibió en la mirada de su madre un brillo extraño. Ilya lo miró con curiosidad, su madre tenía el cabello rizado suelto, y notó por primera vez las mechas doradas que tenía, sus mejillas estaban sonrosadas, y la venda sobre su cuello parecía no notarse ante su extraña aura. Ilya se sonrojó cuando escuchó que su madre lo llamaba, jamás lo había visto de aquella forma. Estaba... tan hermoso.
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EL LLANTO DE ISAK
WerewolfIsak era feo, pensó, era el tipo de alfa que te desgarraba el corazón de una mirada y te ahogaba al segundo siguiente con su aroma putrefacto. Era el tipo de bestia que te obligaría a correr aun si tuvieras los tobillos rotos, ahí, al primer momen...