veintinueve

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“¿Qué quieres que haga? Es la única opción, no puede perderse el chequeo por un simple capricho”

Ezra se quedó quieto esta vez a un lado de la puerta, el sudor se regaba suavemente por su cuello y pecho, sus manos temblorosas se posaron debajo de su gran estómago, rogando que se detuviera aquél dolor agudo que estaba sintiendo.

“No es un capricho, Baltazar. Él está traumado, sabes lo que pasó la última vez que salió de casa”

Ezra se estremeció, el vello de sus brazos se erizaron como si de repente una ráfaga de viento helado hubiera tocado su piel, sin embargo, el insoportable calor que culminó con su cuerpo lo abofeteó nuevamente. Suspiró, y cerró los ojos con fuerza cuando empezó a sentir dolor por todos sus huesos. Necesitaba la medicina, necesitaba calmar los dolores que ese ser estaba causándole.

“Está bien, trata de convencerlo tú, y hazlo rápido, tenemos turno a las cinco.”

El omega de hizo a un lado de la puerta, su mirada se desvió y trató de caminar rápidamente hasta su cama. Sus manos rodearon nuevamente su estómago y chilló de dolor cuando dió pasos apresurados, la punzada sobre su pecho hizo que se detuviera justo a un lado de la cama, cuando Isak entró.

El aroma del alfa inundó la habitación nuevamente, fortaleciendo el ligero aroma que se notaba envuelto en aquellas cosas. Ezra sollozó y se encogió cuando sintió las manos de Isak ayudándolo a sentarse, el omega frunció el entrecejo, presionando su estómago.

—¿Qué hacías levantado mhn? —le susurró suavemente el alfa acariciando su rostro. Ezra estaba rojo, las lágrimas brillaban en sus ojos con intensidad y se encogió, respirando irregularmente hasta que el alfa lo marcó suavemente con su aroma. Ezra se sintió cansado de repente, calmadito, las lágrimas que resbalaron de sus mejillas se sentían calientes y pegajosas. Hasta que los dedos de Isak lo limpiaron—. ¿Te duele mucho? Está muy grande...

Ezra frunció el ceño y rodeó el cuello de Isak con sus brazos, lentamente acercó su nariz a la piel del joven y aspiró tranquilamente aquello que le traía una paz repentina.

—Te escuché llorar anoche... —dijo Isak acariciando su espalda con tranquilidad. Ezra se encogió.

—¿Porqué no entraste Isak?

El omega se separó y lo miró a los ojos. El alfa tenía cada vez la mirada más rojiza, demoníaca y salvaje. Ezra llevó sus dedos a los pómulos del menor y acarició suavemente su piel, aquél alfa se convertiría en una bestia, en su forma animal.

—No quería molestarte —susurró el alfa.

—Mnh —mencionó inclinándose, sus labios tocaron los de Isak suavemente, el alfa lo tomó apenas con un apretón en el muslo cuando Ezra decidió profundizar su intimidad. La lengua del mayor se adentró con lentitud, suave, delicado, el aroma dulzón empezó a mezclarse con el de Isak. Y el alfa no perdió tiempo a besar su mejilla, su cuello, las feromonas que empezaron a rodear al omega se volvieron intensas, hasta que Isak se separó. La mirada de Ezra estaba perdida, cristalizada, Isak acarició los muslos, subiendo apenas el camisón blanco. Sus dedos no se toparon con ninguna ropa interior, su mirada viajó a su cuello y se sintió satisfecho con la pequeña marca rojiza que había dejado.

—¿Sabes qué día es hoy? —le preguntó suavemente, acariciando su cintura por debajo de la ropa, Ezra lo miró—. Hoy... Iremos a que te revisen, el doctor a tenido problemas para venir y... No es tan lejos de aquí, yo puedo acompañarte.

—Isak... —susurró el Omega desviando la mirada—. Yo no saldré de mi casa.

—Será bueno, ¿Sí? Solo iremos a hacerte un chequeo y volvemos enseguida... No pasará nada malo. Estaré contigo, y también estará Baltazar. Es mejor para ti y para tu cachorro...

EL LLANTO DE ISAKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora