Despertó en su habitación una noche fresca y oscura. Tenía enredado en su cuerpo frazadas pesadas y paños húmedos sobre su pecho. Se encontró adolorido, con la mandíbula molestándole y la cabeza dando vueltas. El ambiente era silencioso, y su cabello húmedo le hizo saber que se encontraba sucio y pegajoso. No tardó más de veinte minutos dentro del baño, extrañado, notó el aroma a celo que tenía. Los rasguños en sus brazos y espalda le ardían y apenas notaba el aroma intruso en su cuerpo, era tenue, suave y delicado. Tuvo que aspirar con fuerza para darse cuenta que era un Omega.Cuando salió del baño secó su cabello, tenía aún los ojos dilatados, los colmillos seguían puntiagudos y el rubor en sus mejillas apenas se notaba.
Sintió molestia en su mano mutilada cuando se enganchó con el suéter de lana que se había puesto, el color crema que tenía le gustaba y sin embargo terminó por descoser la manga. Se colocó un pantalón chandal holgado y salió de la habitación con la bandeja de paños que había ahí.
Fue directo a la cocina, notando el revoltijo de la situación, los betas y pocos omegas de la casa corrían de aquí para allá con recipientes de agua caliente, algunos tenían en manos cajas repletas de gasa y eso no hizo más que crecer su curiosidad.
Se encontró con dos omegas frente a la estufa, picando pimientos con gran velocidad mientras otro se encargaba de la sopa que reposaba, caliente y medio espesa. Sintió la saliva de su boca incrementar.
Se metió en medio, tomando una cucharada y probando su delicioso sabor, se volvió al Omega a su lado, que lo veía junto al otro con ojos grandes. Recordó su nombre con rapidez.
—Finn —saludó, recostando su peso en la mesada, dejó la cuchara a un lado, mientras los ojos de aquellos dos lo veían casi aterrados, frunció el ceño—. ¿Qué pasa?
—I-Isak... —mencionó este suavemente, tartamudeando, se hizo a un lado, retrocedió un poco, y miró a su compañero con rapidez. Isak notó el intercambio de miradas y se sintió un poco mal por cómo lo veían—. N-no... No pasa nada... Es una noche un poco difícil...
Se irguió, un poco incómodo ante la situación y el ambiente pesado que había, el aroma de los omegas era sofocante, casi como si tuvieran miedo de él. De repente el apetito se le había ido y bajó la mirada.
—¿Q-quieres un poco de sopa? —Finn estaba apoyado contra la mesada, Isak notó su mano temblorosa, aquella que sostenía el cuchillo con fuerza. Negó con la cabeza.
De repente entró un beta a la cocina, desesperado traía en manos una palangana repleta de paños cubiertos de sangre, el aroma era tan fuerte que Isak frunció el ceño, lo miró de pies a cabeza, las manchas de sangre eran bastantes y se acercó, confundido.
—¿Alguien está lastimado o...?—habló y se trabó cuando el beta se quedó quieto en su lugar, mirándolo con ojos grandes, las pupilas de Isak se dilataron y su pecho se infló cuando percibió el aroma de Ezra en su cuerpo. El aire dulzón y amargo lo inundaba, y sin embargo, notó la sangre, distinguía el aroma a hierro en él. Su corazón se oprimió y su alfa rugió en su interior, rasgando. Se aproximó a él y este retrocedió con miedo—. ¿Qué le pasó? ¿Qué le pasó al Omega?
No le contestó, Isak se volvió y sintió el grito de Finn detrás de él, atravesó a los betas y omegas que llevaban cosas en sus manos. El movimiento de la casa era energético, y corrió con rapidez los pasillos, subió las escaleras hasta el piso donde él se encontraba. Y se detuvo cuando dos betas frente a la habitación de Ezra se pusieron de pie y guiaron sus manos a su cinturón. Isak se estremeció y siguió caminando hasta ellos, ambos betas le apuntaron con el arma justo en el momento que un viejo hombre salió de la habitación junto a otro.
—La hemorragia se acabará por el momento —mencionó guardando un par de anteojos en su estuche, era un anciano calvo y feo, su mirada viajó de los betas a Isak—. ¿Éste es el alfa?
El beta a su lado asintió, no lo conocía muy bien, Isak lo había visto una o dos veces merodeando la casa, pero sabía su nombre, Baltazar.
—Así es —dijo, y se volvió al doctor—. Lo acompaño a la salida.
Antes de irse ordenó a los betas a bajar el arma y le lanzó una miradita que dejó a Isak confundido. Su alfa se desvió y rogaba por entrar a la habitación del Omega. No pasó más de quince minutos donde trató de inspirar con fuerza el aroma que traspasaba la habitación, era Ezra.
Momentáneamente lo escuchaba quejarse, y los betas y omegas que salían con palanganas de agua rosácea se encogían a su lado. Claramente no entendía la situación, no sabía qué pasaba y su alfa no podía despegar sus garras del asunto.
—Isak —le llamó el beta, Baltazar. El joven alfa se volvió y caminó hasta él cuando el hombre le hizo una señal para que lo siguiera, juntos se detuvieron en su habitación y entraron de forma sigilosa, no fue hasta que prendió la luz cuando notó su rostro cansado y los ligeros rasguños en sus muñecas, se aclaró la garganta antes de hablar—. Veo que te has dado cuenta que nuestro señor no se encuentra bien.
—Sí —asintió y dió un paso enfrente—. ¿Qué le pasó? ¿Se recuperará?
—Ezra está estable por el momento, tuvo una hemorragia severa pero la pudimos manejar —mencionó e Isak notó cómo su expresión cambió—. Mira... Ayer tú entraste en celo, no espero que lo recuerdes muy bien puesto que fue un antiguo proyecto de Ezra que se ejecutó con tardanza.
El joven frunció el ceño—. No estoy... Entendiendo muy bien.
—Isak, tu alfa se presentó durante el celo —dijo y se mantuvo firme delante del chico—. Estabas a merced completa de tu lado animal, no te culpamos por lo que hiciste porque sabemos que no pensabas lo que hacías. Tampoco puedo decir que fue un accidente porque verdaderamente no sabemos qué pasó o qué le hizo tu alfa a Ezra...
Isak retrocedió, shokeado, las palabras del beta se perdieron en su mente, la sangre se le subió al rostro y su pecho latió con fuerza. Su alfa interno rasgaba con fuerza, alterado. Se abrazó con lentitud, acariciando suavemente sobre el suéter los rasguños que tenía en los brazos, el dolor de su cuerpo y las marcas en su espalda. Su celo se había presentado sin que él lo notara, y había sido Ezra el Omega que su alfa prefirió.
Se descompuso al instante, con los labios temblorosos, asustado de pies a cabeza alzó la mirada. Atónito.
—¿M... Me está diciendo que... Yo violé a Ezra?
El beta frente a él suavizó los ojos, entrecerrados, apartó la mirada.
—No... No lo sabemos aún —susurró e Isak se cubrió la boca con la mano temblorosa—. Es... La primera vez que pasa esto, como sabes, Ezra no es un Omega de naturaleza, pero tampoco es un alfa ni un beta. Él quería estudiar tu comportamiento y... Sin embargo... Lo encontramos medio desnudo en la cama, gritando a más no poder, cubierto de sangre y contigo gruñendo a cualquiera que se le acercara. N-no... Enserio, no digo que hayas abusado de él pero no lo sabemos, tu lado animal era agresivo, pero Ezra tampoco es un Omega de verdad como para estar con un alfa puro, no sabemos cómo reacciona frente a ellos o si las consecuencias son altas. Él aún tiene un poco de alfa dentro de sí y eso contrarresta con su vida sexual.
Se quedó callado, su rostro se había fruncido y no podía mirar a los ojos a Baltazar, no cuando existía la posibilidad de ser un alfa abusivo. La vergüenza se le subió por todo el cuerpo y cayó en cuenta el porqué todos los omegas y betas de la casa estaban alertas frente a él.
Se descompuso, su pecho se oprimió y sintió rencor por el alfa que se alborotaba en su interior. Odió su instinto, su propia naturaleza. Y bajó la mirada cuando sintió el ardor en sus ojos, se cubrió el rostro rojo y secó las pocas lágrimas que tenía. Escuchó la puerta ser cerrada y se quedó solo en la habitación.
SIN EDITAR.
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EL LLANTO DE ISAK
WerewolfIsak era feo, pensó, era el tipo de alfa que te desgarraba el corazón de una mirada y te ahogaba al segundo siguiente con su aroma putrefacto. Era el tipo de bestia que te obligaría a correr aun si tuvieras los tobillos rotos, ahí, al primer momen...