cinco

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Dos semanas después.

—Derecho, Isak.

Se levantó con rapidez, su nariz se deleitó del aroma del Omega, dulce, sin embargo, sintió la fragancia agria que fue gobernando su olfato y contuvo la respiración. Miró al pequeño hombre frente a él, con aquél traje elegante que resaltaba sus curvas y el bonito cuerpo que se traía. El rostro hermoso del Omega lo miró con seriedad, incluso, su mano fría y pálida sobre su mentón le dió escalofríos.

—Acompáñame —mencionó, lo vio alejarse por la puerta y se quedó estupefacto en su lugar. La boca se le secó y escuchó su voz suave y lenta nuevamente—. Isak.

Se quedó quieto, dudoso. El Omega suspiró y volvió su cabeza hacia él, lo miró de pies a cabeza con una ceja levantada. La venda en la mano de Isak estaba sucia y ensangrentada, hacia dos semanas había dejado una bandeja con mucha de ellas. Tuvo que salir por un tiempo e Isak se hizo cargo de su culo él mismo. Incluso cambió su orden alimenticio, hacia días el chico no comía y no solía afectarle como a otras personas. Las drogas en su organismo habían echo efecto durante su celo y eso fue lo único que generó. No había sido lo que esperaba.

—Si estás molesto por lo de tu dedo, tranquilo, era necesario —volvió a hablar con suavidad—. Ven conmigo.

No hizo caso. El Omega frunció el ceño.

—Isak, por el amor que le tienes a tu patética vida, vienes o yo te hago venir aquí, ahora mismo —rugió—. ¿Quieres perder otro dedo, príncipe? Porque será un honor que acompañe al otro, está muy solitario el pobrecito.

—Hueles distinto.

—¿Disculpa? —habló el Omega.

—Hueles distinto, no es tu olor —repitió, el hombre lanzó una carcajada negando con la cabeza.

—Ya, venga, acércate —se perdió de su vista y se acercó con lentitud, dudando. Observó un sótano polvoriento y opaco, el aroma a humedad era evidente y sólo un foco sin potencia iluminaba el lugar, el omega subía por las escaleras y corrió a por él. La iluminación lo cegó por completo cuando salió y escuchó una puerta cerrarse con lentitud. Abrió los ojos y observó la hermosa fachada de la casa. Todo era muy elegante, desde las cortinas de seda, las obras de arte colgadas en las paredes, las estatuas griegas y los sillones de cuero. El adorno y la arquitectura le recordó a las viejas casonas que se mantuvieron intactas de los siglos pasados.

—Acompáñame Isak —habló el Omega caminando con elegancia, subieron por otras escaleras y paró frente a una puerta de madera color chocolate, abrió la cerradura y ambos entraron. El hogar iluminaba la habitación entera, y las grandes extenciones de estantes con libros, observó un pizarrón con varias escrituras borradas de mala manera y los papeles desordenados en una mesa de oficina—. Siéntate por favor.

El Omega le señaló el sillón enorme de cuero y se sentó al instante, se sentía confundido y abrumado. Este buscó algunas cosas mientras removía sus cosas.

—Como sabes, estuve ausente unos días —empezó—. Viajé a Italia para comprar algunas cosas y poder trabajar en paz. Ya sabes, la cultura es muy rica en ese lugar, consigues muchas cosas. Me enseñaron a hacer anillos de excelente calidad, y otro tipo de cosas. Aún no me salen tan bien, pero estoy seguro que con la práctica iré tomando más confianza en ello.

Lo vio volverse y sentarse a su lado, dejó una caja elegante junto con otra de metal. Abrió está última y sacó un poco de algodón y alcohol. Extendió su mano y tardó un momento en asumir lo que pedía.

—Buen chico —elogió cuando le tendió su mano mutilada, le sacó la venda con lentitud—. Estudie muchas cosas y encontré libros de medicina muy importantes, incluso algunos bastante peculiares. Busqué recetas exóticas sobre ciertas cosas que requería y las conseguí por suerte.

Tomó un poco de alcohol y algodón, lo mojó y tomó con más suavidad la herida. Empezó a limpiar la sangre seca y presionó con fuerza la herida, Isak gritó y el Omega se detuvo al instante.

—Disculpa —mencionó—. De igual manera ya lo limpié. Escúchame Isak, hice algo para ti.

Tomó la cajita de aspecto elegante y la abrió, de ella extrajo un objeto extraño que lo llenó de curiosidad. Tomó su mano y lo acercó al espacio donde antes estaba su dedo.

—Esto detendrá el dolor. Pero el proceso para ponerlo te dolerá un poco —lo colocó alrededor de su muñeca para que se ajustara, tenía un extremo que taparía su herida por completo. Era de un material brillante, color plateado y con bonitos y elegantes dibujos en sus extremidades. Era como una especie de pulsera que rodeaba cada dedo y protegía su herida, la colocó con lentitud —. Te hará sentir bien. Necesito que me acompañes a un lugar muy importante, y esto es mi posibilidad para que no me traiciones.

—¿De qué hablas?

—Este es nuestra mordida, Isak. Nuestra unión —habló—. En cuanto te la pongas me serás fiel a mí quieras o no. Aún no te puedo dar tantos detalles. Dura muchas horas para que todo funcione, estarás inconsciente unas diez horas y mañana es el día. Estudié todo esto. Estudié tu sangre, tu piel y cómo reacciona un pedazo de tu cuerpo a cada cosa. Gracias a tu dedo.

—¿Qué...?

—Ya es hora —el Omega presionó el objeto en su carne y sintió como si miles de agujas enormes y filosas le atravesaban la piel. Sin embargo, ese dolor no se comparó para nada con la agonía que empezó a sentir por todo su brazo, este se extendió por su pecho y su corazón le dolió con fuerza. Gritó de manera desgarradora, arrojándose al suelo mientras se retorcía. No podía soportarlo, las lágrimas le obstruían la vista y observó al Omega mirarlo desde arriba.

Sintió la desesperación de su corazón, de sus pulmones pie obtener oxígeno y todo se detuvo para él. La vista se volvió oscura como su habitación y sin embargo, esta vez el Omega se inclinó hacia él antes de perder la conciencia.










SIN EDITAR.

EL LLANTO DE ISAKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora