El agua caliente recorrió su cuerpo entero. Tan cálido y calmo que cerró los ojos y dejó que bañara su rostro por completo. Sus rizos se fueron y su cabello castaño se alisó mientras el agua caía. Ezra suspiró y llevó una mano a su cuello, aplicando jabón con lentitud. Sus ojos jade se abrieron lentamente, opacos y ajenos al momento. Estaba inquieto, estresado y malhumorado. Y esperaba que la calma de un buen baño se lleve todas sus desgracias.
Sus dedos recorrieron la piel de su nuca, encontrando la cicatriz que alguna vez fue la mordida de Drozhin. Tenía un tenue relieve y le ardía por sobremanera, sentía la incomodidad crecer por su cuerpo cada que hacía contacto. Habían pasado tantos años de aquello, tanto tiempo desperdiciado que el peso de sus problemas volvieron a caer sobre sus hombros.
Ezra suspiró frunciendo el ceño y salió de la ducha completamente mojado. Tomó una toalla blanca y secó su rostro, sus ojos esmeraldas chocaron con su imagen en el espejo y no hizo más que llenarlo de lágrimas. Ezra recorrió su rostro demacrado, estaba tan pálido que las marquitas de haber llorado un río entero se hacían notar con fuerza, sus ojos estaban irritados y el tono gris-pálido de su piel lo obligó a apartar la mirada. Parecía un puto cadáver de mierda, tan feo, tan desnutrido. Tan ido que el pensamiento de volverse un fenómeno por completo lo abofeteó como loco. Miró su estómago, plano y blanco, las marquitas de pequeñas estrías, la cicatriz de la cesárea resaltaban y el poco vello púbico que tenía en sus partes íntimas se habían vuelto más rubias de lo normal. Tragó saliva, secándose y buscando con la mirada la camisa recién planchada que los sirvientes de Drozhin le habían dejado.
Divisó el rostro dormido de Ilya en una esquina del baño, recostado en su carrito. El Omega lo miró con tristeza. Si tan sólo hubiera actuado rápido su bebé no tendría una gran venda obstruyendo su hermoso rostro. Sus mejillas pomposas estaban del mismo rosado y juró sentir el golpe en su pecho al ver sus frondosas pestañas sedosas cubiertas de lágrimas. Había llorado tanto que Ezra sintió que su pulso iba a explotar. Más porque lo obligaron a calmarse debido a las feromonas que liberaba.
—Mi bebé —susurró, volviéndose, el carrito era un modelo bastante antigüo, y lo era, porque había pertenecido al hermano mayor de Drozhin antes de morir. Luego había pasado de su generación a otras, para finalmente terminar en el primogénito de Anton Drozhin, un niño fecundado de dos alfas, originalmente. Ezra se relamió los labios y lentamente acarició la mejilla de su bebé, siempre que se bañaba lo llevaba consigo, temiendo que desapareciera para siempre si le quitaba el ojo. Estaba a pocas semanas de cumplir un añito... Y las circunstancias actuales sólo hacían explotar las neuronas de Ezra.
Observó con atención la herida rodeada de gasa, el papel film transparente que se había puesto le apretaba mucho, pero le era mucho mejor que usar una bolsita. El omega se lo arrancó y suavemente removió un costado de su vendaje, la sangre se reveló entre la piel abierta y lastimada. Y su corazón se aceleró nuevamente al pensar en Isak, en aquella bestia despiadada que se iba a tragar a su hijo entero, a su niño, su Ilya. Sus labios temblaron y volvió a cubrir su brazo.
ESTÁS LEYENDO
EL LLANTO DE ISAK
WerewolfIsak era feo, pensó, era el tipo de alfa que te desgarraba el corazón de una mirada y te ahogaba al segundo siguiente con su aroma putrefacto. Era el tipo de bestia que te obligaría a correr aun si tuvieras los tobillos rotos, ahí, al primer momen...