1- Estoy listo

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- Entonces, el pelinegro tomó con ambas manos el miembro de su amigo y lo llevó hacia su boca...- Se cruzó de piernas y se acomodó en el asiento.- Comenzó a chuparlo lentamente mientras escuchaba los jadeos ajenos...- Dominik se calló de repente al escuchar una puerta abrirse. Vio entrar a una de las enfermeras a la sala y rápidamente arrojó el libro que estaba leyendo para cambiarlo por otro. Carraspeó- La cenicienta siguió limpiando sin parar toda la casa, realmente quería asistir a ese baile en el palacio y conocer al príncip...

- Oh, que bella historia estás leyendo- Le dijo la enfermera con una gran sonrisa- Recuerdo que mi padre me la leía cuando era una niña.

El rubio le sonrió cariñosamente.- Pero usted sigue siendo joven...

La enfermera lanzó una carcajada, se acercó al joven y le revolvió el cabello para luego salir de la sala.

Todos los presentes suspiraron de alivio, mientras en el transcurso comenzaban a toser. Dominik frotó sus sienes.

- Siga leyendo, joven Dominik...- Dijo una de las ancianas del lugar, seguida por los demás que deseaban seguir escuchando aquella historia.

- Sigo pensando que es una mala idea- Le respondió el nombrado- En cualquier momento, podrían descubrirnos.

- ¡Eso no importa!- Gritó otro anciano.

Dominik rió mientras negaba con la cabeza. Se levantó para tomar el libro que minutos atrás había arrojado y volvió a sentarse para seguir leyendo.

Desde que tenía catorce años, Dominik visitaba el asilo para ancianos para leerles o simplemente pasar el rato con ellos. Siempre había sido una persona gentil y se preocupaba demasiado por la gente adulta. Además, se divertía bastante con ellos y todos lo consideraban como un nieto. Pero hacía unos pocos días, uno de ellos le pidió que le leyera contenido para adultos. Al principio, Dominik se sorprendió por escuchar eso, pero más le preocupó el hecho de tener que leerles sobre parejas heterosexuales, teniendo en cuenta que él mismo es homosexual; pero aquella incomodidad se disipó en el momento que aquél anciano le aclaró que quería historias homosexuales, alegando que los heterosexuales habían pasado de moda y que eran aburridos. Por supuesto que Dominik no aceptó de inmediato, pero cuando tenías a un grupo de doce ancianos pidiendo lo mismo, no tuvo otra opción que aceptar.

[...]

Dominik tomó las llaves de su bolsillo y las metió en la cerradura de la puerta. Al principio, esta se resistió un poco porque la casa ya estaba algo vieja y en cualquier momento se caería en pedazos, pero con un leve empujón logró abrirla por completo.

Dejó su mochila en el sofá y se dirigió a la cocina, abrió la heladera y tomó un zumo de naranja y los macarrones con queso que su abuela le había preparado. Lo metió en el microondas y se sentó en la encimera a esperar.

De repente, escuchó un fuerte portazo y a los segundos vio entrar a su primo en la cocina. Este tenía una mochila colgando de un hombro y en la otra mano tenía un bolso grande, su rostro parecía estar enojado.

- ¿Kai?- El rubio miró confundido y sorprendido.- ¿Qué haces aquí?

Su primo se sentó en una silla, resopló y tomó la cajetilla de cigarrillos.- Discutí con mis padres.

Dominik bajó de la encimera y le quitó el cigarrillo sin encender que estaba en sus labios- Aquí no se fuma- Volvió a guardarlo y se sentó a su lado.- ¿Y por qué discutieron?

- Ya saben como son...- Dijo rodando los ojos.- Son pendejos ignorantes, les conté que soy gay y casi me envían con un exorcista.

El rubio lanzó una carcajada, pero se calló de inmediato al ver el ceño fruncido de su primo.

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