46- Precioso

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Su mano tomó con firmeza el bolígrafo mientras sus ojos leían de manera apresurada aquel documento que posaba sobre la mesa de la sala. Siempre le habían dicho que, si iba a firmar algún contrato, se asegurase de leer hasta la letra chiquita, pero él no tenía ganas de leer tanto porque la mayoría de las palabras no las entendía, y también porque quería irse lo más rápido posible.

Escuchó cómo el hombre movía su pie con impaciencia, alzó su mirada y le sonrió avergonzado- Lo siento, estoy algo nervioso.

- Es sólo un papel- respondió para después arreglar la corbata de su perfecto traje, observó la hora en el reloj que tenía en su muñeca y volvió a mirar a Dominik- Niño, tengo cosas que hacer...

- Si, si- bufó con irritación y comenzó a firmar las páginas del contrato, era de esperarse que ese hombre sea tan gruñón si el mismo Val lo había recomendado. Soltó un suspiró al terminar de firmar y le entregó el contrato al abogado, este comenzó a revisar que no se haya olvidado de nada.- Está seguro de que Val pagó todo, ¿verdad?- a pesar de que este le había dicho que se encargaría de pagarle, en cuanto vio al abogado enseguida pensó que era demasiado costoso, y ahora temía que él tuviera que pagarle.

El hombre guardó el contrato en su maletín y miró al rubio mientras se acomodaba las gafas- Si, ya se encargó de todo.

Volvió a suspirar de alivio y esperó a que el abogado saliera primero de la casa. Dominik miró por última vez aquel lugar que tantos recuerdos tenía, sabía que había tomado una buena decisión, pero aún así iba a extrañarla; claro que podría venir de visita cuando él quisiera, pero definitivamente no sería lo mismo al ya no vivir allí.

Al salir de la casa, miró con sorpresa a los que se encontraban allí, algunos ancianos estaban en sillas de ruedas, otros con bastones y otros apenas se mantenían de pie pero que aún así le aplaudían y le sonreían al joven.

- Dominik es un ángel- logró escuchar entre la multitud y no pudo evitar sonreír.

Los ancianos entraron a la casa acompañados de algunas enfermeras, mientras que algunos hombres se encargaban de meter los muebles. Dominik observaba cómo la antigua casa de su abuela ahora estaba siendo habitada por los ancianos del asilo que él visitaba, veía cómo volvía a llenarse de vida y ya no era un lugar tan solitario.

- La abuela estaría orgullosa de ti- Dominik miró a Kai, quien lo miraba con orgullo.

El rubio volvió a mirar la casa, definitivamente había hecho una buena decisión.



Ambos caminaban a paso apresurado ya que pronto comenzaría a llover y debían llegar a la escuela cuanto antes. Era el regreso a clases y Dominik no era el tipo de persona que le gustaba llegar tarde a algún lugar, a diferencia de su primo, Kai se distraía con cualquier cosa que viera en el camino y trataba de retrasarlo, porque no había forma de que a este le gustara volver a clases.

Divisaron la entrada de la escuela a unos pocos metros y Dominik obligó a su primo a correr, el portero estaba a punto de cerrar la vieja y oxidada reja. Una vez que lograron entrar, Kai se dispuso a irse con su grupo de amigos pero el menor lo tomó rápidamente de la muñeca, el castaño miró directamente a sus ojos mientras enarcaba una ceja esperando a que hablara.

- Recuerda que luego de la escuela me ayudarás a buscar un departamento- ya se lo había pedido en la mañana, pero su primo estaba tan entretenido con su celular, seguramente hablando con Max, que no sabía si lo había escuchado.

Kai rodó los ojos y se deshizo del agarre de su primo para meter ambas manos en los bolsillos de su pantalón, su ceño se frunció mientras lo miraba- No me parece buena idea...

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