Dan

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Son las ocho con quince minutos. Son las ocho con quince minutos. Son las ocho con quince minutos. Son las ocho con quince minu...

La voz robótica de mujer que propagaba el reloj despertador que estaba a mis espaldas se calló de repente cuando estrellé la palma de mi mano con encima de éste para poder apagarlo. Me removí en mi cama para quedar con mi mirada dirigida al techo a analizar todo el asunto; hoy era viernes y, por aquella misma razón, no quería tan siquiera poner un pie fuera de la cama. Afuera, el viento era muy frío, pero con el sol brillando con todo su máximo esplendor, haciendo que el clima del día quedara sumamente extraño, pero un tanto reconfortante.

Solté un largo suspiro, cerré los ojos y me dispuse a levantarme. Solamente había tomado unos pants sencillos que eran muy similares a los que usaba como piyama. No quería tan siquiera bañarme esta misma mañana, pero tuve que hacerlo porque había recordado que hoy tenía visitas casi a la primera hora de la mañana, ya que tendría que darle a los chicos la explicación que quisieran y así finalmente dejarían de molestar... o al menos aquello sería solamente por un rato.

Abrí la llave para que el agua caliente comenzara a salir de a poco y me desvestí. Sí me había despertado más tarde de lo usual, pero creí que no sería tan importante ya que no había emergencias de ningún tipo y hoy tampoco había perros que cuidar tan temprano. Tampoco me afectaba tanto ya que las personas se habían calmado más en el transcurso de el último par de días. Simplemente tenía la sensación de que todo lo que tenía planeado para el día iría de maravilla; y, por aquello mismo, me sentía muy anormalmente relajado.

Terminé de bañarme, me sequé todo el cuerpo, me puse aquel pants y me sacudí el cabello para que me quedara alborotado, me agradaba cómo lucía cuando crecía, pero seguramente pronto tendría que ir a cortarlo. Recogí la ropa que antes traía puesta para después dirigirme a mi cuarto y lancé esta sin cuidado, haciendo que cayera en la cama. Bajé las escaleras trotando y me dispuse a hacer el desayuno al momento en el que llegué a la cocina. Encendí la sartén saqué un par de huevos junto con jamón de pavo y un poco de queso para prepararme mi omelette. No me preocupé en lo absoluto por prepararles algo a los chicos puesto que creí que Wayne les haría su desayuno cuando pararan en la cafetería, aparte pensé que tampoco lo merecerían.

Cuando terminé de cocinarlo lo serví sin cuidado en un plato que antes había tomado con ayuda de la misma espátula. Tomé un vaso de la alacena y regresé al refrigerador para tomar el cartón de leche que había comprado apenas ayer. Recogí todo con ayuda de mis brazos, salí de la cocina y me dirigí a la mesa del comedor principal. Tenía una mesa con solamente cuatro sillas en la misma área de la cocina y, usualmente, usaba esta cuando sólo estaba con los chicos, pero hoy sentía que era un muy buen día y por eso había decidido salir a comer mi desayuno a la mesa grande.

Los minutos pasaban, yo terminaba de comer mi omelette y también yo mismo me terminaba el cartón de leche entero. Cuando, efectivamente, ya no había nada que pudiera comer encima de la mesa, me dejé caer en la silla, estiré mis piernas, crucé los brazos por encima de mi pecho y solté un largo suspiro. Le eché un vistazo al reloj que colgaba en la pared enfrente de mí y me sorprendí cuando me di cuenta de que ya habían pasado cuarenta minutos desde que me levanté. No me sorprendí por el hecho de que el tiempo pasara muy rápido, sino todo lo contrario; el tiempo siempre me parecía muy lento a mí a pesar de que no estuviese utilizando mi súper-velocidad.

Y fue en el momento en el que el timbre sonó que esbocé una amplia sonrisa y cerraba mis ojos. Los chicos finalmente habían llegado y sí me sentía un poco aliviado ya que me estaría quitando de la cabeza la idea de que solamente yo sabría lo que aquella chica había tratado de hacer. Me levanté con rapidez y salí de la casa, para después pasar por el extenso patio que tenía y, finalmente, llegar a la puerta principal.

CURSE | dan reynoldsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora