El día había llegado.
Desde que era una niña, me despertaba muy temprano los días en los que pasaría algo que me emocionaba por las ansias que esto me producía, y despertaba a todos en la casa para que compartieran la emoción conmigo, aunque no supiera de qué se trataba o cómo se les incluía, pero aquella era mi forma de ser.
En total, tardamos poco más de tres semanas en encontrar un lugar que nos gustara y nos diera lo que buscábamos. Al final, conseguimos un departamento que ocupaba todo el segundo piso de un edificio que se encontraba casi al centro de la ciudad. El dinero no fue gran problema, pues parecía ser que las compañías de ventas de casas y las mudanzas en el lugar estaban desesperados por vender después de que más de 15 personas desertaran de la ciudad por el miedo que los asesinatos de hace cinco meses habían provocado y estaban dispuestos a aceptar cualquier oferta que se les hiciera sin tan siquiera parpadear.
Como la casa de Dan era la más grande y, por ende, la que tenía más muebles, tardamos casi una semana en preparar las cosas se llevaría al departamento. Se le notaba triste al darse cuenta de que tenía que dejar de lado algunas cosas que le recordaban a su familia; aunque yo le dijera que eran parte de él, estaba aferrado a la idea de que las cosas de su pasado no le iban a permitir tener aquel nuevo comienzo del que tanto hablábamos.
Dan había ido a mi casa para ayudarme a empacar la misma mañana en la que movimos todas las cosas; al igual que él, dejé la gran mayoría de todos mis muebles, para llevar al departamento todos aquellos nuevos que compramos. Empaqué todas mis prendas de ropa y todas las fotografías que tenía.
Cuando Dan me preguntó si quería mudarme con él no dudé ni un momento en decirle que sí, de verdad estaba ansiosa por empezar de nuevo en el pueblo con él a mi lado, de hecho, todos los ahorros que alguna vez había guardado para cuando fuera el momento de irme los utilicé junto con los de Dan para comprar el departamento y los muebles que lo acompañarían. Después de todo, quizás no era tan mala idea quedarme en Zurmund cuando ya tenía a alguien con quien poder compartirlo.
No habíamos vendido ninguna de nuestras casas anteriores, no estábamos esperando a que alguien los comprara, pues sabíamos que no sucedería.
Mientras yo me encargaba de acomodar todos los nuevos muebles Dan se dedicaba a subirlos por partes por sí solo a pesar de mi insistencia en ayudarlo o llamar a alguien para que no trabajara con todo. Casi tardamos cinco horas en acomodar todo, y ambos estábamos agotados, pero había valido la pena: sería el primer hogar que compartiríamos.
Ambos le dimos juntos una vuelta al departamento. De lado derecho de la puerta principal estaba el baño: era un espacio grande, tan grande que venía incluido con una tina de buen tamaño. De lado izquierdo de la puerta había un pequeño cubículo que tenía la lavadora y la secadora para la ropa. En el pasillo frente a la habitación principal había una puerta que dejaba ver todo el armario y, después, estaba todo el espacio libre: la cocina cubría todo el largo de la pared y se encontraba justo enfrente de donde había considerado que la sala quedaría bien, con una pequeña mesa redonda y un par de sillas de madera. Finalmente y justo detrás de la mesa se encontraba la puerta que daba al balcón, a un lado de dos grandes ventanas.
Era un buen lugar. Era el mejor lugar para nosotros y todos los planes que aún no existían, pero que esperaban.
Ambos estábamos sentados en el sofá de la sala, Dan tenía sus ojos cerrados para relajarse mientras trataba de recuperar el aliento. Lo miré y me mordí el labio inferior.
—No has visto cómo acomodé la recamara —le dije, casi en un susurro.
Abrió un solo ojo y sonrió, tomando aire para levantarse. Yo lo tomé de la mano emocionada y ambos fuimos a la habitación. Había colocado la cama justo al centro de la habitación, entre un par de pequeños burós y frente a un pequeño mueble que, en un futuro, tendría una televisión encima.
—¿Te gusta? —le pregunté, dándome cuenta de que no dejaba de mirar el espacio.
Me volteó a mirar, con aquellos ojos que transmitían calma y felicidad. Soltó una risa y no tardé mucho en sentir cómo sus brazos rodeaban mi cintura para cargarme y darme un beso mientras estaba en el aire.
—Éste es sólo el comienzo —susurró aún estando tan cerca de mí que provocó que mi piel se erizara.
Cuando volví a estar en el suelo miré la cama y la altura a la que se encontraba el techo con detenimiento y después lo miré a él, alzando las cejas y con una sonrisa lasciva.
Él supo de inmediato en lo que pensaba y me dirigió una gran sonrisa. Ambos nos apresuramos a quitarnos los zapatos y correr hacia el colchón, en el cual nos subimos y comenzamos a saltar, tal y como si fuéramos dos niños pequeños.
—¡Éste es nuestro hogar! —exclamé, con la felicidad desbordando en mi voz—, ¡éste es nuestro hogar!
De repente, me volví a sentir como aquella niña de seis años que tan olvidada había dejado en mis pensamientos que saltaba como si no hubiese un mañana con su mejor amigo mientras que Dan también se convertía frente a mí en aquel niño de siete años que había conocido en fotografías.
Era feliz. Él me hacía feliz. Él me había dado toda aquella felicidad que jamás creí merecer en mi vida en tan solo cinco meses, y le estaba agradecida por ello.
Bajamos de la cama con un salto y nos recostamos en ella con la vista al techo. Mientras yo trataba de recuperar el aire sentí cómo su mano buscaba entrelazarse con la mía.
Teníamos razón: éste era sólo el comienzo de una nueva historia.

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CURSE | dan reynolds
Fiksi Penggemar❝he was just a city, she's just a dirt road, but that never meant a thing❞ Dan sólo quiere tomarse un respiro de su ajetreada vida de superhéroe y espera que Skylar sea quien lo ayude a mantenerse cuerdo. ━𝐄legí esta vida y ahora estoy eligiendo...