Skylar

45 5 4
                                    

¿Cómo no dormir bien y tranquila después de haber pasado toda la noche y todo el día anteriores con Dan? Abrí los ojos y me estiré en la cama, notando que tenía una sonrisa ligera formada en mis labios. Inhalé aire, preparándome para levantarme. La luz del sol que entraba por mi ventana era ligera, y transmitía una sensación de calma. Me incorporé, sentándome al borde la cama y cerrando los ojos para recordar una vez más todo lo que había sucedido ayer. Nada parecía poder salir mal hoy, mucho menos mi cita de la noche con Dan.

Me levanté y me dirigí al baño, con la pequeña bolsita de droga en mano. Aún cuando me sentía contenta esta mañana, seguía consternada por todo lo que había pasado antier y cómo había encontrado la casa anoche que regresé, porque sabía que no se trataba de una simple ilusión. Cuando llegué, levanté la tapa del inodoro y deseché todo el contenido de la bolsa con desesperación, asegurándome de que no quedara nada dentro del plástico. Tiré la pequeña bolsa, ahora vacía, a la basura mientras observaba detenidamente cómo aquel polvo blanco que tantos problemas me había traído desaparecía en un remolino junto con el agua.

Abrí la llave de la regadera, desvistiéndome mientras esperaba a que la tina se llenara de agua caliente; al momento en el que me aseguré que ya lo estuviera, me metí en la tina, dejándome llevar por la sensación del agua recorriendo mi cuerpo y el vapor que se desprendía. Cerré los ojos, dándome cuenta de que comenzaba a hundirme por completo en la tina. El agua caliente provocaba que las heridas de mis manos y rodillas ardieran a pesar del vendaje; pero me esmeraba por negar el dolor que me inundaba cada vez más. Aquellas imágenes de la bestia comiéndose lo que antes había sido una persona, aquella imagen de cuando me bañé en casa de Dan y el agua salía roja por la sangre de Jonathan se hicieron presentes en mi mente. 

Pero había algo más. Había olor a hierro en el aire, había manchas de sangre seca en el suelo por el que caminaba, y una gran montaña de cadáveres. En el punto más alto de aquella montaña, estaba la silueta de la bestia que se comió a Jonathan, pero era mucho más grande, casi doblaba su tamaño. Estaba aterrada y no podía moverme por más que lo intentara sintiendo cómo se acercaba poco a poco hacia mí.

Al momento en el que se abalanzó sobre mí abrí los ojos de golpe aún estando bajo el agua y me senté en la tina con velocidad, tomando aire con fuerza y tosiendo al sentir que por poco me ahogaba. La sangre salía en gotas de mi nariz, cayendo  en al agua y disolviéndose lentamente en estas.

Mi cabeza palpitaba porque me levanté de una manera muy repentina, y mi corazón no paraba de latir desbocado, y mi respiración no lograba volver a la normalidad. La sangre dejaba de salir poco a poco mientras mis manos se aferraban a mis brazos para darme una sensación de protección aún estando completamente expuesta.

Cuando me aseguré que ya no me salía sangre me levanté con cuidado y salí de la tina, con mis manos y piernas tambaleantes. Sequé todo mi cuerpo y me di una mirada a mí misma en el espejo. Todo lo que acababa de ver no era una pesadilla, porque no estaba dormida; ni una ilusión, porque no estaba drogada. Supuse que lo mejor era dejarlo pasar, porque un mal pensamiento le puede cruzar a cualquiera por la cabeza. Solté un suspiro y salí del baño, dirigiéndome a mi cuarto para vestirme.

Una vez que ya me hube vestido, fui a la cocina, sacando unas pocas cosas de la alacena y del refrigerador, lista para preparar mi desayuno; pero comenzaron a tocar la puerta de mi casa con velocidad y con insistencia. Me quedé inmóvil, no pude evitar pensar que la visión que tuve hace apenas unos minutos se estaba haciendo realidad.

—¡Skylar, ábreme!

La voz desesperada de Elise hizo que me relajara y actuara rápido, aunque me dejó confundida. Según el memo que me había llegado por mensaje anoche seguiríamos sin trabajar hasta dentro de la semana entrante. Sacudí mi cabeza, tratando de quitar un poco más el excesos de agua que aún tenía y me apresuré para llegar a la puerta y abrirle. No pasó ni un sólo segundo para que se abalanzara sobre mí, pero para abrazarme, aferrándose a mí con fuerza mientras escondía su cara en mi cuello para tratar que no me diera cuenta de que estaba llorando.

CURSE | dan reynoldsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora