Skylar

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Para ser honesta, había días en los que no soportaba estar encerrada en mi casa sin tener nada qué hacer y me aburría mucho estar sola a las altas horas de la noche. La gran mayoría de las veces, simplemente me recostaba en mi cama y me disponía a mirar hacia el techo por una infinidad de tiempo mientras algunos recuerdos se atiborraban en mi mente hasta que pensar tanto en estos me agotaba y finalmente dormía, había veces también en las que iba y encendía la televisión por horas o simplemente me trataba de entretener leyendo un libro o a veces los mismos periódicos del día que llegaban a sobrar para así cansar mi vista, pero sabía que podía estar haciendo cosas mucho mejores. Comencé a pensar en algunas cuantas cosas que podría estar haciendo a estas horas si no me la pasara ahogada en mi propia miseria, imaginando lugar tras lugar de la ciudad, repleta con toda la gente a la que yo ya conocía.

Solté un suspiro. Quizás las cosas no pintaban como a mí me gustara en las noches, ya que a veces sufría de insomnio y, a los días siguientes, tenía que levantarme demasiado temprano. Quizás si salía de vez en cuando me cansaría lo suficiente como para llegar a mi casa, tirarme en la cama y dormir ya sin más rodeos, pero no iba a poder hacerlo ni por un día con lo desastrada que mi mente estaba.

Pensé en las personas que realmente estaban haciendo algo para matar el tiempo cuando yo me encontraba recostada mirando al techo, hasta que pensé en cierta persona y una oleada de curiosidad me inundó completamente, haciendo que me levantara y me sentara en el colchón. ¿Qué estaría él haciendo en éste preciso momento? ¿Estaría con alguna chica teniendo una cena o quizás haciendo otras cosas? Cuando aquellas dos preguntas —junto con muchas otras más— cruzaron por mi mente, no pude evitar sentir una pizca de celos y tristeza; quizá las respuestas para aquellas preguntas que me hice era un , y aquello hizo que volviera a recostarme en mi cama, un tanto decepcionada y frustrada.

Me cubrí la cara y gemí, sintiéndome un tanto tonta por pensar en Dan en la manera en la que lo había estado haciendo desde la primera vez que lo vi, ya que yo no era absolutamente nadie en su vida y, probablemente, nunca lo sería; sólo era la chica que se encargaba de hacerle llegar las noticias a la primera hora de la mañana. Me dolía demasiado el pensar en las pocas posibilidades que podía llegar a tener con él, en cualquier ámbito, pero era algo en lo que no podía dejar de pensar. Lo que buscaba no sentir para nada en ningún momento de mi vida, en un sólo día se convirtió en aquello que no lograba sacar de mi cabeza, aunque para todos en éste mundo era lo más normal del mundo y era algo que, tarde o temprano, le llegaría a cualquiera.

La idea que tenía hace unos minutos consistía en darme cuenta de que hoy no había nada que me hiciera salir de mi casa para distraerme; pero, al momento en el que el teléfono de mi casa comenzó a sonar, supe que hoy cambiaría eso. Me levanté de la cama y tomé el teléfono que tenía en la pared de mi cuarto, sin importarme quién fuera aquel que marcaba y sólo con las ansias de que al fin hubiese algo que me sacara de mis cuatro paredes más por la fuerza que por voluntad propia.

—¿Hola? —pregunté, justo después de que descolgué el teléfono para comenzar a hablar.

—Sky, ¿qué tal?

La voz de Jonathan del otro lado de la línea me despistó por completo, haciendo que abriera los ojos de golpe y obtuviera una postura un tanto más decente como por mismo reflejo. No era para nada común que me hablara en la noche o que, tan siquiera, me hablara. Sólo lo hacía para cosas que eran realmente importantes, como lo había hecho hace unos pocos días.

—Jonathan —lo nombré con un nerviosismo muy notorio en mi voz—, h-hola... ¿cómo estás?

¿Era eso lo mejor que se me podía ocurrir? Cerré los ojos en signo de frustración y golpeé mi frente con la palma de mi mano, pensando en muchas otras cosas que pude haber dicho y que hubieran sonado mucho mejores.

CURSE | dan reynoldsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora