Dan

22 2 0
                                    

El impacto de mi torso contra el suelo fue con tal fuerza que arrebató todo el aire de mis pulmones y me hizo creer que no me volvería a levantar por un buen tiempo aunque, si no quería las garras de la bestia a la que me estaba enfrentando enterradas en mi nuca, tendría que moverme aunque el dolor quisiera impedírmelo. Giré mi cuerpo con velocidad para quedar sobre mi espalda, justo antes de que la mano de la bestia golpeara con fuerza el lugar en el que anteriormente estaba mi cabeza y agrietara el suelo gracias al impacto para después patearla con mis dos piernas al mismo tiempo con el fin de desequilibrarla y ponerme de pie con velocidad.

Mis poderes se esfumaban cuando me enfrentaba a los Masacradores o a Maxwell; y, a pesar de que pensara que tenía mucha habilidad al tratarse de combate físico, la realidad era que muchos de mis movimientos podían mejorarse. Aún cuando me esforzaba por esquivar los ataques de la bestia y atestar alguno que otro golpe junto con cualquier maniobra que se pudiera, era evidente que me sería muy difícil ganar esta pelea.

Podía escuchar los sollozos de la mujer que se ocultaba en el cuarto del fondo de aquella tienda de película en la que me encontraba mientras mi respiración agitada y el sonido de los golpes volar inundaba mis oídos. Estaba desesperada y podía sentir el miedo que la inundaba, ¿quién no estaría en dicha situación después de haber visto una bestia azul con alas, cuernos, dientes y garras que, sin dificultades, podían romper a una persona a la mitad en plena madrugada? No sabía qué pasaría una vez que me deshiciera del Masacrador al que enfrentaba, pero sabía que tenía que poner a salvo a aquella mujer antes de que lamentara las cosas.

Planté mis pies con firmeza en el suelo, esperando a que la bestia se acercara a mí lo suficiente. Al sentir su respiración a pocos centímetros de mí no lo dudé y tomé su par de cuernos con mis manos, atrayéndolo con fuerza hacia abajo e impulsar mi rodilla hacia arriba para impactarlo con fuerza en lo que parecía ser su barbilla. Una vez de que me di cuenta de aquel golpe había hecho que cayera tomé aire con fuerza y salté. Mis pies se despegaron del suelo con velocidad y pude sentir el girar de mi cuerpo en el aire, justo antes de caer sobre mi rodilla encima del cráneo de la bestia, escuchando su crujir. A pesar de que había apoyado todo mi peso en ambas piernas al tocar el suelo tambaleé un poco y caí sentado al suelo. Solté un suspiro, mirando cómo el Masacrador se desvanecía justo frente a mí.

Me levanté con velocidad y quise dirigirme a la puerta de la habitación en la que se encontraba la mujer asustada. Mientras corría sentí cómo las garras de otra bestia atrapaba mi pantorrilla y me hacía caer de cara, sin tener oportunidad de rebajar el impacto del golpe. Cuando comenzó a arrastrarme hacia él levanté mi cabeza lo más que pude, observando el rastro escarlata que la sangre que salía descontrolada de mi nariz.

Esta no tenía pinta de ser mi mejor noche en el trabajo.

El Masacrador giró mi cuerpo con agresividad para que lo encarara. Soltó un rugido tan fuerte que, aún cuando cubrí mis oídos, estos no pudieron salvarse de ser afectados, pues comencé a escuchar aquel molesto pitido con una intensidad que no recordaba haber experimentado antes.

Quise golpearlo aunque mi cuerpo entero no podía coordinarse entre sí. Entre el suelo y las aterrados garras estaban mis brazos atrapados. Por más fuerza que pusiera no era capaz de deshacerme de su agarre. Mis piernas también se encontraban atrapadas, aunque no necesariamente por la bestia que se encontraba encima mío y que fácilmente podía deshacerse de mí si quisiera, no lograba hacer que se movieran a voluntad y eso me aterraba.

Cerré mis ojos con fuerza cuando sus dientes se acercaban cada vez más a mi rostro de manera amenazante. No estaba dispuesto a irme de esa manera. No podía irme de esa manera. De cierto modo supe que mis pensamientos se harían realidad cuando, no tan lejos de donde yo estaba, escuché un par de disparos seguidos de otro par de rugidos que las bestias daban una vez que caían. Pasaron unos segundos en silencio, hasta que hubo otro disparo tan cerca mío que aquel pitido en mis oídos había aumentado su intensidad. El Masacrador que me mantenía en el suelo volvió a rugir con fuerza y, cuando menos lo esperé, este se esfumó, justo como el anterior lo había hecho.

CURSE | dan reynoldsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora