Skylar

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—¿Por qué alguien haría algo como eso? —preguntó Dan, con una voz temblorosa, pero un tanto tensa al mismo tiempo—; es decir, ¿si ya tienes las habilidades para salvar al mundo por qué habrías de fastidiar la vida de un bebé de tres meses?

Dan se encontraba aturdido por lo que me había contado que vivió en la visión de apenas anoche. Se le notaba estresado, fuera de sí y la ansiedad que sentía no lo dejaba en paz. En lugar de aclarar todas aquellas dudas que sentía con respecto al cómo se hizo de sus poderes, lo que vio lo había dejado aún más confundido de lo que ya estaba.

Quería comprenderlo, de verdad quería; pero no podría hacerlo. No era yo quien había estado viviendo con poderes sobrenaturales por más de veinte años.

—No lo sé, Dan —respondí, casi con pena para evitar que su pregunta quedara sin cualquier tipo de respuesta—; de verdad quisiera decirte lo que realmente haz querido escuchar por todos estos años; pero... no puedo —separé las tijeras de su cabello cuando terminé de cortarlo y las detuve en mi regazo, soltando un suspiro—, lo siento.

—No lo sientas —pidió, dándose la vuelta para poder mirarme a los ojos—, haces demasiado con tan sólo... estar aquí y escuchar todo lo que tengo que decir.

Tomé su mano y le esbocé una sonrisa triste.

—Quisiera hacer más.

—No te preocupes —suplicó, con tono firme—, por favor. No quiero que te sientas así por mis asuntos.

Se levantó del pequeño banco del que estaba sentado y se sacudió su recién cortado cabello para quitar cualquier exceso que allí permaneciera. Yo seguía sentada, pensando en que quizás podría ser de más ayuda para él contra lo que fuera que se enfrentara.

—Enséñame a pelear —dije de pronto, sin pensarlo dos veces al mismo tiempo que él abría la regadera para tomar un baño—; ya sabes, para poder patear algunos traseros y... que no estés solo en esto; aparte, si alguien va a hacerme gemir y sudar preferiría que fueras tú, por su puesto.

Dan sólo me miró, incrédulo, pero preocupado a la vez.

—No hay ninguna manera en la que haga eso.

—Por favor —le pedí, dejando las tijeras en el lavabo para después colocarme frente a él—, he visto a esas... cosas enormes con alas y cuernos y no dudo en que Maxwell tenga algo que ver con eso, ¿no te es extraño que el tipo no haya envejecido?

—Quizás él sí sea inmortal, pero no sé si...

—Podría ayudarte investigando, entonces —sabía que no sonaba desesperada, pues así era como en realidad me sentía al ver que negaba toda la ayuda que le ofrecía, estaba comenzando a perder los estribos—. Puedo hacer cualquier cosa, Dan; de verdad, sólo déjame asegurarme de que no vas a lidiar con todo esto por tu cuenta.

Supe que la pequeña discusión que estábamos teniendo iba a prolongarse cuando él cerró la regadera y tomó un largo suspiro.

—Ya estás demasiado involucrada en todo esto con tan sólo vivir conmigo, Sky, no puedo dejar que algo te suceda por cosas que yo no supe cómo controlar.

—¿No crees que pueda enfrentarme a los Masacradores contigo?

—¿Masacradores? —preguntó, con el ceño fruncido.

—Se me acaba de ocurrir —dije con una muy leve sonrisa al momento en el que levantaba los hombros—, es pegadizo, ¿no?

Él sacudió su cabeza para evitar que mis comentarios dejaran la seriedad del asunto flotando en el aire. Cuando menos lo esperaba sus manos en mis mejillas me sorprendieron, y no sabía con certeza cuáles eran las intenciones de su acercamiento, aunque aquella voz que decía las cosas en susurros me daba a entender que estaba a punto de decir algo importante.

CURSE | dan reynoldsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora